Bueno, ha sido la Unión
Europea la galardonada. Supongo que en Serbia, Kosovo, Bosnia,
Croacia, Macedonia, Albania y Moldavia por poner ejemplos de
territorios también europeos no estaban pensando. El premio reza en
su entrega que se otorga el Nobel a Europa por la consolidación de
la paz, la democracia y los derechos humanos. Habla de las viejas
potencias occidentales, promotoras de la Unión Europea, que lograron
tras el final de la Segunda Guerra Mundial reconciliarse y promover
la paz por todo el continente (?). Valora también que la Europa del Sur (Grecia, España y Portugal), se
fuera incorporando desde finales de los 70 a la democracia y se
integrase a la moderna Europa, consolidando un gran espacio de libertad, paz y
democracia, sin parangón en el mundo.
Que el premio resulta
chocante no se le puede escapar a nadie. La intención es buena,
imagino que no hay porque escandalizarse mucho considerando que el
Premio de la Paz ha dejado de resultar apreciativo, con un verdadero
sentido de premiar, para convertirse en una acción simbólica o una
estrategia mediática para destacar otras intenciones. En el caso de
este premio a Europa, como lo fue al presidente Obama, se trata de
“mencionar” (premio-mención) a una esperanza, preocupación e
hito de la historia actual. Han querido con el premio dar una palmada
de ánimo a la atribulada Europa, que atraviesa una crisis económica
y política que ya muchos tienen la tentación de comparar con los
funestos años de entreguerras (1919-1939). Se premia, sería lo más
justo, a todos esos logros europeos tras la posguerra, con la
creación de los estados del bienestar, que cimentaron sociedades
prósperas en paz y democráticas que no volverían a caer en la
locura y barbarie de la guerra total.
Sin embargo, esa Europa
premiada con la Paz no ha tenido un historial tan impoluto como nos
venden los señores del Nobel. En los Balcanes ha residido la
vergüenza europea con la complacencia e indiferencia de todas esas
potencias democráticas. Los conflictos en la antigua Yugoslavia son
un sangrante ejemplo de que la sinrazón de la guerra sigue siendo
patrimonio de la vieja Europa. Nuestro colaborador Luis Pérez
Armiño, nos cuenta una historia que trascurre no hace más de 12
años en un lugar de Europa donde falta aún mucho para alcanzar esos
valores ahora premiados.
Leer el texto de Luis Pérez:
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