La
intervención militar francesa en Malí, que comienza a tomar ya forma de
operación bélica en toda regla, nos sirve para hacer notar un fenómeno en la
geopolítica que parece retornar del pasado. El mundo está de nuevo bajo el
monopolio de bloques antagónicos (si alguna vez dejó de estarlo). Quizás el
protagonismo quería bascular del lado de protagonistas hasta ahora secundarios,
como las potencias emergentes; aunque estas últimas parecen siempre eternos
aspirantes al papel principal, quedándose sólo en buenos secundarios.
En
el caso de Siria, ese conflicto civil que ya está próximo a su 2º aniversario
(los problemas de la humanidad parecen no tener fecha de caducidad), ha sido
evidente el protagonismo de las viejas superpotencias. Las piezas no se han
movido, los jugadores ganan batallas, gracias al respaldo de esas dos grandes
hegemonías: Rusia y Occidente (USA con sus aliados, básicamente europeos). De
la ‘Primavera Árabe’ no ha salido ningún Estado capaz de liderar con credibilidad
y fortaleza al bloque musulmán para intervenir en una guerra que empieza a
verse marcada por los elementos religiosos, pieza ‘alfil’ vital en las
sociedades del mundo islámico. De América Latina mejor no decir nada, pues el
conflicto les pilla muy lejos y salvo los mesiánicos analistas que consideran a
“Nuestra América” como la civilización a dominar el mundo y combaten el "imperialismo" (al que, en el fondo, anhelan), nadie allí, en la
América ibérica, se preocupa en realidad de una problemática geopolítica
“clásica”, tablero “caliente” en la Guerra Fría.
Lo
hemos visto en Siria y lo estamos viendo en Malí. La noticia internacional más
relevante sobre el conflicto es que Rusia avala la intervención francesa; es
decir, la antigua superpotencia da el visto bueno a que la potencia europea
(antigua metrópoli principal de la zona) actúe de gendarme en los intereses de
los Estados desarrollados. Es una lucha contra el terrorismo yihadista, la
cruzada que Occidente comenzó tras el 11-S. Que menos que la grandeur gala
para hacerse cargo de esa guerra tribal, donde tuareg y radicales
islamistas estaban –están- poniendo en jaque al Estado maliense, un Estado por
otro lado en fase de “desestructuración”, un mal endémico (como el hambre en
muchas zonas) del continente subsahariano.
Por
supuesto, la otra parte de este “fenómeno de vuelta al pasado”, la OTAN, también
ha dado su aprobación a las acciones de los franceses. Dice que cuando su
aliado se lo pida se verá cómo colaborar, si es necesario. De todos modos el ejército
francés ya tiene experiencia y tradición en intervenir en la región, son zonas muy capaz de controlar con su potencial bélico, aunque los más pesimistas hayan
temido que Malí se convierta en el nuevo Vietnam de Occidente, esta vez para
Francia no solo como inicial protagonista (la Indochina francesa ¿recuerdan?),
sino como principal actor. Vamos, que cuando el mundo está en crisis, económica
y de valores culturales, no “progresa” y parece gustarle el “regreso al pasado” III Parte.
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