Esto de los cónclaves no es nada serio. Los prelados más papables al final hacen justicia al dicho de que entran papas a la capilla Sixtina y salen cardenales. Esto viene porque en las principales quinielas no estaba Jorge Mario Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires; la esperanza latina la teníamos en el obispo brasileño Odilo Scherer, aunque ahora todos se apuntan el tanto de que el cardenal argentino era de los más influyentes en el Vaticano porque en 2005 estuvo a punto de ganar a Ratzinger.
Dicho esto, intentaremos reflexionar sobre la elección de un Papa latinoamericano y jesuita por primera vez en la historia. Son los primeros evidentes rasgos del Pontífice que llenaron los titulares de todo el mundo. Que sea de América Latina resulta convincente en esa intención de la Iglesia de responder a la realidad de tener al 50% de sus fieles en ese continente. Vamos, estrategia de marketing presencial, más si consideramos que los evangelistas están restando cuota de mercado en Latinoamérica a los católicos. Luego existe latente una sensación mundial de que, quizás, es ya la hora de ese subcontinente, que todo lo emergente, economía y política, tiene sello latino. Es una idea o impulso que pudo estar detrás de los cardenales electores cuando decidieron nombrar a Bergoglio.
Después está el otro rasgo particular, ser jesuita, una orden del siglo XVI fundada por españoles, encabezada por San Ignacio de Loyola, y que parece obviarse que remarca más aún la condición de latinoamericano o hispano de este nuevo papa. La presencia misionera y evangélica de los jesuitas en la América ibérica merece en los tratados y libros de historia una especial atención, es fundamental su presencia hasta para el haber configurado Estados. También lo es la acción misionera de los franciscanos en toda América (desde Canadá) y una de las hipótesis iniciales sobre los motivos de escoger el nombre de Francisco sería en honor del santo de los humildes, de los pobres, el singular San Francisco de Asís.
En fin, esto es lo evidente o lo latente, que muchas veces en la Iglesia van de la mano. Latente parecía estar el propósito de enmienda, de "revolución" desde dentro, y que el elegido tendría ese talante de regeneración. Del nuevo Papa ya se han dicho cosas que le alejarían de esas capacidades reformadoras, aunque decir que un papa es conservador es como añadir que el agua moja. Sus comentarios sobre la ineptitud de las mujeres y su naturaleza para el gobierno y la política o sus agresivas críticas al matrimonio gay (guerra de Dios), no resulta esperanzador ni latente para un posible camino revolucionario de su pontificado apegado a "la calle", a la realidad mundana; algo que se realizó con gran visión histórica, porque la sociedad y el contexto histórico (como ahora), lo demandaban, por los papas Juan XXIII y Pablo VI, con el desarrollo del Concilio Vaticano II.
¿Qué prejuicios o temores existen en la iglesia para convocar el Concilio Vaticano III? Quizás el mismo evidente divorcio entre la jerarquía de la Iglesia y la sociedad es lo que impide realizarlo. La curia haría, si siguen en esta línea, un concilio para reafirmarse en doctrinas desfasadas con el progreso social. ¿ Será Francisco quién de el brazo de la Iglesia a torcer?
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiadorhttp://cdn.revistagq.com/uploads/images/thumbs/201311/papa_francisco_i_1596_645x.jpg
0 Comentarios