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Cartel en catalán y en ruso. Fuente de la fotografía |
Recordemos al autor de estas líneas resguardado en la discreción de sus gafas de sol y bajo la sombra de su sombrilla, fisgoneando a una familia rusa compuesta de padres y dos hijas. Aclaremos que esa visión me trajo reflexiones sobre un asunto crucial en las actuales relaciones internacionales. Sabía que el turismo ruso en este último lustro en España había aumentado un 200%. Es decir que cada año se doblaba la cifra de turistas rusos en nuestra península, con lo que eso representa para la primera industria de nuestro país. Así que ver a turistas rusos en las playas del Levante español me dirán que nada tiene de especial o de interés. Sin embargo, la observación de esa familia me ayudó a vislumbrar nuevas facetas y matices de este fenómeno.
En el tejido
de la industria turística se empezaba a prestar mucha atención al ruso, a todos
los tipos de turistas rusos. Esto era así pues del inicial excéntrico ruso millonario se ha
pasado a un turista de clase media alta como mayoritario visitante procedente
de ese país del Este. En los escaparates de las tiendas de Tarragona podía verse carteles en
ruso con los horarios de apertura y cierre o con las ofertas de la semana. El
inglés, que desbancó al francés, estaba siendo desbancado por el ruso en muchos
comercios que venden moda textil y calzado. El buen comerciante de la zona sabe
que el dinero más ágil ahora habla ruso. También lo saben los exportadores
agroalimentarios europeos, sobre todo españoles, que ahora están muy preocupados
por la reacción populista de Putin, el presidente ruso que ha contraatacado a
las sanciones occidentales por su anexión de Crimea con la prohibición de importar alimentos made in EU.
Los principales afectados serán los ciudadanos rusos.
Pero, volviendo a mis vacaciones playeras, todas
estas convulsas reacciones políticas en el panorama internacional poco
importaban a mi vecino de toalla, ese ruso con planta de "ex espía". De vez en
cuando se ponía de pie, en medio de su prole femenina, oteando el horizonte con
mirada de cosaco antes de una carga de caballería. Nuestros ojos se cruzaron en
alguna ocasión y comprobé en los del ruso la misma avidez por conocer, por
saber que “piensa el otro”, que tenían los míos. En los ojos de las chicas sólo
pude apreciar placer, felicidad. Las hijas del ruso ya habían conquistado el
mundo al que aspiraba su padre. Es curioso, pero hace apenas quince años que
rusos, bielorrusos y ucranianos vinieron a nuestro país a "subirnos" la bombona
de butano, arreglar un grifo de nuestro baño o a servirnos café en las terrazas
de nuestras ciudades. Trabajos de emigrantes económicos.
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Foto autoría del editor del blog. Escaparate zapatería en Tarragona |
Hoy día,
siendo reflejo de la realidad internacional, ucranianos y otros emigrantes del
Este siguen siendo nuestros “servidores”. Sin ir más lejos, los que limpiaron
el apartamento donde me alojé con mi familia en la costa levantina eran
ucranianos. Ucranianos, búlgaros, moldavos y rumanos limpiando también los
hoteles y departamentos donde los rusos se alojan. Rusia habría pasado a la categoría mundial de
primera división, una potencia más que emergente. Un indicativo de economías
emergentes es el aumento del número de turistas que aporta ese país, es el hecho
de que los ciudadanos de esa economía tienen “excedentes” (ahorros) que les permiten
salir a viajar y hacer turismo. El ejemplo ruso y su clase media haciendo
turismo resultaría de lo más gráfico.
Ucrania y sus
ciudadanos aspiraban y aspiran a eso cuando iniciaron su acercamiento a la
Unión Europea y salir así de la asfixiante esfera de influencia económica rusa. Una realidad geopolítica
que no les permite crecer, pasar de “servidores” a turistas. Por ahora, en 2014, las cuestiones
geopolíticas, con la guerra civil en curso en el este ucraniano, en esa región
son de carácter “macro-regional”.
Es decir, a diferencia de otros conflictos
donde lo “micro” (local) adquiere dimensiones mundiales, caso de Gaza
(Palestina), en el conflicto del Este de Ucrania lo “macro” (internacional)
toma dimensiones regionales, locales. La zona conflictiva es de la más
influidas y controladas económicamente por Rusia, es de las más ricas y
favorecidas por la esfera “rublo” emergente y sus ciudadanos, de emigrar, lo
hacen a Rusia. Los emigrantes ucranianos a Occidente proceden en su mayoría de
otras regiones, más al oeste.
Y vuelvo a mi toalla de playa. Alguna vez,
cuando el ex agente de la KGB buscaba intimidad con su mujer, las hijas del
ruso se quedaban solas en las toallas. Daba dos o tres órdenes cerradas a las
jóvenes, que asentían en un silencio respetuoso. El "gran ruso" tomaba de la mano a su señora
y se marchaban a las duchas situadas en las entradas a la playa. Sin apartar
ojo de sus hijas se quitaba la arena, esperaba a que lo hiciera su mujer y
desparecían de la mano por el paseo marítimo. Era cuando sus hijas aprovechaban para sumergirse en un "baño de occidentalización". Las rusas conseguían ser de nuestro bloque.
Nota del autor: no he querido borrar esta entrada, ni hacer grandes cambios en ella, porque creo servir de buen ejemplo de cómo puede cambiar la geopolítica en cuestión de poco tiempo. Este texto servía de "crónica social" en un verano donde era noticia del último lustro el significativo aumento de turistas de origen ruso en las costas españolas. La anexión rusa de Crimea y la guerra del Donbás en 2014 los iba a hacer disminuir hasta casi desaparecer en estos últimos años.
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