En primer plano Bill Clinton y Borís Yeltsin, principales firmantes del Memorándum de Budapest acordado en 1994 |
Visto lo visto estas últimas semanas con las amenazas rusas de Putin sobre la posibilidad de utilizar armas «tácticas» nucleares contra Ucrania, más de uno se alegrará de que el Memorándum de Budapest firmado en 1994 desarmase a Kiev de su armamento nuclear. Claro, que a los ucranianos nos les supondrá tanto alivio porque en esos años 90 eran considerados la 3ª potencia nuclear del planeta. Estatus que ahora les habría venido muy bien como disuasión contra la amenaza atómica de Moscú. En Pax Augusta os contamos en que consistió esa declaración hecha por las principales potencias al final de la Guerra Fría, conocida como Memorándum de Budapest
eonid Kravchuk era el que más
sonreía en la fotografía de los tres líderes mundiales. El presidente ucraniano
de 1994 consideraba que había firmado un buen acuerdo para su país en su
reciente independencia declarada de la extinta Unión Soviética. El «oso ruso»,
Boris Yeltsin, no le iba a la zaga. Su sonrisa bonachona y mejillas coloradas hacían
recordar a los personajes de un cuadro de Velázquez. El otro presidente risueño
era el hombre más poderoso del planeta en ese año, el POTUS (President Of The
United States) Bill Clinton, que de pómulos rosados también andaba bien
provisto. Con ese apretón de manos a tres bandas sellaban las garantías de
seguridad contempladas en la declaración trilateral de enero de 1994, antesala del Memorándum de Budapest. Ese acuerdo a tres preparó la adhesión de Ucrania al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), que la obligaba a deshacerse de su arsenal nuclear. Como contrapartida, las principales potencias con armas atómicas que quedaban al final de la Guerra Fría se comprometieron a respetar su integridad territorial y su soberanía. Era algo vital para Kiev, sabiendo de la fragilidad de su independencia, pues nunca antes había sido un Estado independiente con esas fronteras tan extensas.
Nadie negaba la existencia de un nacionalismo
ucraniano sólido y centenario, además de haber existido países o reinos en
la Edad Media que se consideraron origen de la actual Ucrania. Sin embargo, fue
así más evidente en los territorios centrales alrededor del río Dniéper. Los territorios al Oeste se vieron a merced
de la influencia polaca y rumana; los del Este siempre en pugna con el
principado de Moscú, luego la Rusia de los Zares. Por eso el gobierno de
Kiev buscó garantías a toda costa que preservasen su independencia,
declarada en agosto de 1991.
ijaíl Gorbachov acababa de sufrir, en agosto de 1991, un golpe de Estado que no le derrocó pero que supuso la «crónica de una muerte anunciada». También coincidiría en fecha, diciembre de 1991, su discurso de dimisión y disolución de la URSS con el referéndum organizado por Kiev que confirmó la declaración ucraniana de independencia. Con ella Ucrania se convertía en el tercer mayor arsenal nuclear del mundo, solamente superada en esas fechas por EEUU y Rusia, gracias a tener en su territorio gran parte de las armas nucleares de la antigua Unión soviética. Aunque el control ejecutivo seguía en Moscú, era evidente el riesgo que suponía contar con tantas armas nucleares un país de reciente independencia y sin conocer con certeza cuál sería su «inclinación geoestratégica». Porque la organización sucesora de la URSS, la Comunidad de Estados Independientes (CEI) tampoco daba garantías de que Kiev consiguiera de alguna manera el uso operativo de todo ese ingente arsenal nuclear ex soviético. Así que desde el mismo 1991, Ucrania fue instada a procurar su desarme nuclear a cambio de reconocimiento internacional. Serían Washington y Moscú los más interesados en el desarme nuclear ucraniano, prometiendo a cambio un claro reconocimiento internacional y una garantía efectiva de su independencia a Kiev. Así, fueron guiando a Ucrania de tratado en tratado, empezando por la firma de Kravchuk en Lisboa del tratado START I. Este acuerdo fue antes rubricado por las dos superpotencias en la Guerra Fría, como base del proceso de distensión y desarme nuclear iniciado desde 1989. En ese tratado a Ucrania se la unieron Bielorrusia y Kazajistán, que también se comprometieron a deshacerse cuanto antes del armamento nuclear instalado en su territorio cuando formaban parte de la URSS. A nivel bilateral entre Rusia y Ucrania también se dieron pasos en este sentido. El presidente ucraniano, Leonid Kravchuk, firmaría un acuerdo con su homólogo ruso, Borís Yeltsin, por el que Kiev renunciaba a sus armas nucleares a cambio de la cancelación de la deuda de petróleo y de gas. Comenzaban los mejores años en las relaciones ruso-ucranianas, una «época dorada» que duraría hasta los inicios de este siglo XXI. Como decíamos, el paso definitivo para que Ucrania dejase de ser la tercera potencia mundial en armamento nuclear fue la llamada «declaración trilateral» de inicios de 1994. A finales de ese año, en diciembre, aprovechando la reunión de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación Europea) en la capital húngara se firmaría el comentado Memorándum de Budapest. Reino Unido se sumaría a este documento de Budapest, que también incluyó a Kazajistán y Bielorrusia, donde se obligaba a las tres mayores potencias nucleares (EEUU, Reino Unido y Rusia) a no utilizar sus armas nucleares y la fuerza militar contra estos nuevos Estados, salvo en supuestos de legítima defensa, a cambio de su desarme atómico. Ni que decir tiene que Rusia arguyó -sin fundamento- este punto de «La Legítima Defensa» cuando, a todas luces, incumplió el tratado de Budapest al anexionarse Crimea en 2014. La invasión rusa del pasado 24 de febrero ha convertido al Memorándum de Budapest en algo más que «papel mojado». Otro más a incluir en la larga lista de importantes pactos internacionales incumplidos. Gustavo Adolfo Ordoño © Periodista e historiador |
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