La promulgación de la Constitución de Cádiz, 1812. Pintura de Salvador Viniegra |
Continuo con
mi modesto intento pedagógico-periodístico iniciado en la Web-blog con
la última entrada publicada sobre Cataluña y la metáfora del
Caballero del Verde Gabán.
Hidalgo de razonamiento sensato y de carácter modesto, que no
humilde y simplón, que aparece en El Quijote como
contrapunto al talante impulsivo y delirante del hidalgo
protagonista, Alonso Quijano. Dicha metáfora parece que alaba la
actitud tranquila o moderada que está teniendo el presidente del
gobierno español, Mariano
Rajoy, ante la necesidad
de resolver el asunto de la declaración
de independencia unilateral iniciada por una parte del Parlamento
catalán, convirtiéndole
en sensato “caballero de buenas entendederas”. Pero no es así.
La sensatez no se adopta, se practica. Y hasta el presente, ni
independentistas catalanes, ni el gobierno central, la están
practicando.
Otra buena referencia histórica que aparece en el libro de Enric Juliana, Modesta España. Paisaje después de la austeridad, es la que cuenta que la Constitución de 1978 casi se llamó de “Gades”, por haberse debatido un primer borrador de ésta en el restaurante del afamado y singular bailarín flamenco, Antonio Gades. Tiene su gracia, Gades es el nombre antiguo de Cádiz, lugar donde el parlamento más hispánico que ha existido elaboró la Constitución de 1812, un hito del constitucionalismo liberal español. Los comensales de la primavera de 1977 en ese “restaurante flamenco” se dieron cuenta y ni hecho adrede, con ese guiño cultural, quisieron bautizar a la futura Constitución española con un nombre tan prestigiado: “Constitución de Gades”.
En realidad eran juristas y políticos que ahora nos parecen de segunda fila o que no tienen la repercusión de otros “padres” de la Ley de leyes que tenemos en vigor. Las líneas básicas de ese borrador no se cumplieron en la redacción definitiva de la Constitución de 1978. Había sido un proyecto técnico y de carácter muy jurista, encargado por el presidente Adolfo Suárez, al subsecretario del Ministerio de la Presidencia, José Manuel Otero Novas. El subsecretario y su equipo pensaban que habían elaborado un “buen” ante-proyecto constitucional, que trataba con “sensatez” el ya acuciante problema territorial en la joven democracia con una legislación inspirada en la Constitución italiana y en la de la II República española, y por eso se fueron a celebrarlo al restaurante del bailarín Gades. Pero el borrador quedaría en un cajón y ni Antonio Gades era de Cádiz ni se llamaba Gades de apellido, su nombre era Antonio Esteve, de origen alicantino.
Lo
que convierte en singular esta anécdota de nuestra reciente historia
es el cambio profundo de legislación territorial que se produjo
partiendo de otra idea muy diferente al actual Estado de la
Autonomías. La idea inicial de
los juristas y técnicos de la UCD de Suárez fue
la de respetar, únicamente, las singularidades de Cataluña,
el País Vasco y Galicia, con
unos estatutos especiales para cada región, según su historia y
consideración jurídica, y dar una mayor descentralización en las
otras regiones españolas pero sin llegar al alcance de unas
autonomías, como es
el caso actual. Así se hizo en la vida breve de la anterior
experiencia democrática, la II República con los tres
estatutos catalán, vasco y gallego,
y se tuvo que hacer en la Italia de posguerra cuando en 1946 Sicilia,
apoyada por la Mafia,
estuvo a punto de independizarse y la Constitución
italiana de 1948 debió
conceder un estatuto especial a la isla.
El president Tarradellas: "¡Ja sóc aquí!" Fuente imagen |
¿Qué
ocurrió para acabar teniendo 17 autonomías con casi idéntico rango
jurídico? Pues el periodista Enric Juliana vuelve a acertar con el símil y nos cuenta lo del “café
para todos”. Las elecciones
de junio de 1977 dieron un
inesperado casi “empate” (¿nos sonará de algo dentro de unos
días?) entre la UCD de
Adolfo Suárez y el PSOE de
Felipe González. Aunque Suárez había ganado las elecciones, no
podía ir con su “proyecto cerrado” de Constitución porque el
PSOE irrumpía con fuerza en el Parlamento apoyado por los partidos
de izquierda y los nacionalistas. El borrador constitucional “Gades”
quedó en el cajón de la historia para siempre. Fue el mismo Suárez
quien entendió el cambio de “realidad” y puso a un regionalista
andaluz, Manuel Clavero,
al frente de la comisión ministerial que debía hacer el nuevo
ordenamiento territorial. Este abogado sevillano fue el “ideólogo”
del café para todos.
Nada
de una España a dos niveles territoriales.
La
ilusión y el sentimiento de gran acontecer histórico (sentimiento
que ahora nos cuesta tener) que supuso para Cataluña
y toda España
la llegada en septiembre de 1977
a
Barcelona del “viejo” Tarradellas,
un político republicano dirigente de una entidad política abolida
por la dictadura y que ahora se restituía, la Generalitat,
no hizo más que potenciar la dinámica de libertad y autonomía
“vital” que se respiraba en todos los rincones de España, no
sólo en Cataluña, Galicia, Euskadi,
también en Andalucía,
la región más grande y poblada con entidad propia fuera de las
“históricas nacionalidades”. El referéndum de 1980 que consultó
a los andaluces si querían autonomía como la que ya disfrutaba
Cataluña, fue la “puntilla” para iniciarse el café
para todos:
el Estado de las Autonomías.
Ironías
de la vida (histórica, en este caso), ahora la cuestión territorial
está más candente que nunca y ese borrador constitucional que pudo
llevar el flamante nombre de la “Constitución
de Gades”
más presente que en su época. Viendo la línea de actuación de
algunas fuerzas políticas que mayor crecimiento están teniendo en
el panorama político español, se aprecia una especie de
“arrepentimiento” por gran parte de la sociedad española de
haber constituido un Estado tan descentralizado. En partidos como
Ciudadanos
se
plantea, sin tapujos, que una mejor forma de salir de la crisis y de
atender a la sociedad sería con una mayor centralización estatal.
Por otro lado, otra parte numerosa de España, siente y piensa que
aquella autonomía que consiguió, ese estatuto especial, no fue
suficiente ni eficaz.
Ambas partes, sin saberlo, están añorando a la Constitución de Gades
Gustavo
Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
0 Comentarios