Desfile que cierra el Congreso del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte. Fuente imagen |
Contempla el mundo con admiración a cientos, miles, de norcoreanos y norcoreanas en armoniosa
disposición de desfile. Absorto ante el televisor, el espectador del resto del planeta
alucina con esa perfecta coordinación. Gestos y movimientos de miles de brazos,
de piernas, evolucionan como una única persona, dirigidos por el impulso de un único
cerebro. Alineados sin errores, mil jóvenes con camisa blanca y corbata roja, desfilan abanderados sin
que se aprecie una nota discordante, una excepción, una rebeldía, un individuo
descoordinado, que parezca libre de ejecutar las órdenes... la masa aclama al líder,
ningún dios de los amados por los creyentes tiene tanta devoción como la que
profesa el pueblo de Corea del Norte
a su incuestionable líder, Kim Jong-un.
No sé ustedes, pero servidor se
queda entre admirado y alucinado de ver a tantos cientos de miles de personas
obedecer, como mascotas sumisas, las consignas de un régimen dictatorial más surrealista que estructural. Me tengo que
pellizcar la racionalidad para que reaccione y asuma que lo visto en Corea del Norte es tan real como el
coche que tengo aparcado en mi garaje. Se ha celebrado el Congreso del partido único
norcoreano, el Partido de los
Trabajadores, y el régimen ha tenido a bien “invitar” a unos 120
periodistas que se han pasado las sesiones del Congreso (a puerta cerrada)
visitando fábricas y maternidades, lo más lejos posible del “asunto” de la
noticia que iban a cubrir. Vuelve el surrealismo.
Una de las pocas fotografías que se hicieron del Congreso del partido único. AFP- El País |
En fin, que a “toro pasado”, como
se decía en España cuando los toros aún eran políticamente correctos, se dio a los informadores in situ la misma información que le iban a dar a usted y a mí que
estamos a miles de kilómetros de la noticia, una grabación del discurso de tres
horas del amado líder Kim Jong-un. En
ese largo monólogo a la nación y al resto del mundo, Kim Jong-un, nos recordó que son muy “potentes” en modo bélico y
que mejor no pensar, ni imaginar, en invadir su hermosa república de bienestar maoísta.
Eso sí, usarán armas nucleares sólo si las usamos nosotros. Matiz que es visto
por los analistas como una rebaja del
tono belicista que ha caracterizado el mandato del joven líder, heredero de
una casta dictatorial en el poder desde la fundación del país por Kim il Sung en 1948.
Noticia de la bomba de Hiroshima en prensa española |
Esa apreciación del líder
norcoreano me ha hecho reflexionar sobre la ética de las bombas atómicas. No será la primera vez que el uso o no uso de un arma nuclear
genere cuestionamientos morales, revisiones históricas y remordimientos de
conciencia. Sin ir más lejos, a final de mes (mayo 2016), el presidente
estadounidense Barak Obama viajará a
Hiroshima y en lo primero que el
mundo ha pensado es si el líder de EEUU pediría perdón por arrojar la primera
bomba atómica en 1945 sobre esa ciudad japonesa. El entorno del presidente
asegura que no pretende ser una jornada de disculpas y perdón, pero que Obama piensa potenciar con esta visita
emblemática su decidida promoción de un “mundo sin armas nucleares”.
El presidente Obama en uno de sus viajes de política exterior |
Es curioso, el presidente del único país que ha usado una bomba atómica contra la población civil, y el presidente de una nación que supedita su existencia y supervivencia como país al uso de un arma nuclear, coinciden en utilizar ese “terror atómico” como fundamento de sus conductas vitales y morales: uno para lamentar el tremendo coste de vidas humanas que produjo usar las bombas nucleares; el otro para perpetuar la alineación vital a su régimen de millones de personas.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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