Julio Anguita en una imagen captura de un programa de La Sexta TV |
Existen personas que son
escuchadas con atención por su gran predicamento, pues han adquirido, merecida
o no, una estela de prestigio y carisma que les proporciona esa facultad de ser
admirados y atendidos. Eso está ocurriendo con Julio Anguita en los últimos años, entre los militantes de
izquierda y los ciudadanos que se sitúan en posturas progresistas. El ex coordinador de IU (Izquierda Unida)
disfruta de mayor carisma ahora que cuando estaba en primera línea de la política
española. Quizás tenga que ver con esa costumbre tan hispánica de adular o
valorar en exceso al “muerto” o al que ya no “está”. Anguita ya no está en política pero hace política al administrar su
esperada opinión con buen hacer y sin cortapisas, con el poder del que se sabe a
vueltas de todo y del que ya nada tiene que perder.
Antes de que la formación Unidos Podemos, que agrupaba su antiguo
partido, IU, con el nuevo partido de
Podemos, hiciese unos sesudos
informes tras las elecciones del 26-J
de por qué no lograron liderar la izquierda en España y habían perdido un millón
de votos, el ex coordinador de IU y militante del Partido Comunista de España (PCE), hizo sus valoraciones y planteó
su opinión sobre el relativo fracaso de la agrupación de izquierdas. Por lo
visto, muchos votantes de la España
profunda se habían echado a los fornidos brazos de la sólida y “unida” derecha,
por culpa de sus miedos. El principal: el
profundo temor al cambio. Luego, el miedo a perder su “cerrada” visión de
la unidad de España, que supongo el señor Anguita sospecha estar creada bajo la
educación en el mito de “Una, Grande y
Libre” que iba en el escudo franquista.
Perfil del votante clásico de la "España Profunda" |
Intenté arrobarme con sus
palabras, pues me considero un ciudadano de izquierdas, pero vi en ellas un análisis
simplón y tópico. ¿A quién pensaban que votaban antes los ciudadanos de esa España profunda? Además, es muy artero echar
la culpa de un fracaso electoral al votante. La responsabilidad del votante es,
precisamente, esa: votar. A partir de ahí, la responsabilidad es de los políticos,
que deben gestionar la voluntad democrática y soberana de los ciudadanos. No se
puede hacer responsable de una derrota electoral a una parte del “todo”,
aduciendo que esa parte ha votado
equivocada por miedo. La etiqueta de ‘España Profunda’ lleva consigo las
etiquetas de la ‘España rural’, la ‘España envejecida’, la ‘España iletrada’ o
la ‘España folclórica’. Una España “popular”, tradicionalista, que ha votado al
Partido Popular. Pero, ¿no lo hacía siempre?
Por eso comencé a preocuparme,
¿no estaba entendiendo el análisis de Anguita? Volví sobre sus palabras.
Matizaba que esa ‘España profunda’ es la que miente en las encuestas, la que ve bien la guerra de Irak y la que no se manifiesta por nada, la que no acude
a protestas para defender sus derechos... pero don Julio, ¡está usted
retratando al votante clásico del PP!; ese es el perfil del votante PP tanto urbano como rural. Me ha cambiado la
idea de ‘España profunda’ que todos teníamos. Vamos a ver, para quedarle mejor el
cuadro de tópicos, señor Anguita, le faltó decir que esa parte de la España
profunda que ha votado “más” ahora al PP, en relación a las elecciones del 20-D,
es la España a la que le gustan los toros, las fiestas medievales de sus
pueblos y son todos del Real Madrid.
En fin, creo que es una valoración
basada en la vieja ideología comunista que se lamenta de la falta de conciencia de clase de mucha
parte del “pueblo”. Es decir, un prejuicio de la “Izquierda profunda” contra la
“España profunda”. ¿Las dos Españas
de siempre? Pues sí y no. Tanto en una España (Derecha) como en la otra España
(Izquierda), a día de hoy se han dado muchos matices. Existe una nueva derecha
moderna y urbana, el partido Ciudadanos,
aunque el discurso de izquierdas lo niegue y les considere la misma derecha de
siempre. Existe una nueva izquierda, activista y cívica, el partido Podemos, a pesar de que su propio
discurso pueda llevar a la confusión (ambigüedad) y la derecha les otorgue el
papel de rancios comunistas.
Esos matices de “las dos Españas”,
la derecha moderna y la izquierda cívica, deberían ganarse a lo que queda de la
‘España profunda’. Un territorio dónde las redes sociales importan un pimiento,
el activismo cívico es una utopía y las tradiciones milenarias conviven con los
problemas cotidianos, que por otro lado son los de siempre: trabajar, llevar
comida a casa y cuidar de la familia. Profunda, España.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
0 Comentarios