La ya icónica foto de las protestas contra el racismo, imagen de Jonathan Bachean-Reuters |
Debe resultar muy frustrante para
el primer presidente de origen afroamericano en la historia de Estados Unidos el no haber conseguido erradicar
la tensión racial, contra la población negra, que se manifiesta en el país de
forma constante. Es más, parece existir un rebrote o un protagonismo mediático
mayor de este problema social ahora que el presidente Barack Obama, el primer hombre negro en la Casa Blanca, acaba su
mandato. Finaliza una administración que se ha caracterizado por romper con
ciertas líneas obtusas propias de la política estadounidense en las últimas
décadas. Como por ejemplo, la apertura de relaciones bilaterales con Cuba o la implantación de un sistema de sanidad universal o con garantías de
acceso a todos los ciudadanos.
Pero en un balance de estos ocho
años, dos mandatos presidenciales, las promesas incumplidas o los considerados
errores por sus críticos del presidente
Obama, también aparecen resaltados en estos días de ‘pato cojo’ (presidentes en sus meses finales de mandato y
sin reelección) en los análisis de su gestión. Obama no ha conseguido abordar
la tensión racial desde su posición
de hombre más prestigioso de EEUU. En un sistema tan presidencialista, como es
el estadounidense, las iniciativas o proyectos políticos personales de un
presidente son la columna vertebral del programa de gobierno y de las posibles
transformaciones sociales que se den en el país.
Es, cuanto menos, curiosa la
relación que Obama, el afroamericano con más poder, tiene
respecto a la cuestión de discriminación
racial e injusticia en el trato policial que sufren sus conciudadanos con
el mismo origen. No es que esperemos de Obama
que se convierta en el líder de un movimiento “pan afroamericano”, al estilo del mítico ‘Panteras Negras’ de las décadas 1960-1970, pero se esperaba una
implicación mayor, al nivel de “política de Estado”, que es lo que reclama la
gravedad del problema. Sus declaraciones siempre han sido asépticas, frías,
cumpliendo el papel de un presidente serio y responsable, de gran elocuencia
pero de escasa emotividad ante el problema.
Los Obama con una anciana hija de esclavos, durante la inauguración del Museo Afroamericano. Fuente EFE |
Las absurdas acciones policiales, disparando antes de preguntar, contra
personas de la comunidad afroamericana,
están creando inestabilidad y violencia en ciudades donde ese colectivo se ha
manifestado en protesta por esas agresiones. Son ciudades, como Charlotte en Carolina del Norte,
tomadas por la Guardia Nacional y
con el toque de queda decretado por sus gobernantes locales. Algo que debería
considerarse inaudito si tenemos en cuenta que EEUU se ha autoproclamado,
siempre, la mejor democracia del mundo. Sin embargo, Charlotte parece una
ciudad militarizada, donde patrullan los mismos vehículos militares, los famosos
'Humvees', que lo hacían por las calles de Bagdad.
Desde luego, por muy ‘pato cojo’
que sea el presidente Obama, la tensión racial está siendo tratada con métodos trasnochados, propios de la
conflictiva década de los 60, con la
Guardia Nacional en las calles. Imagen que supone un mal recuerdo para la
sociedad estadounidense, como en 1968
tras el asesinato de Martin Luther King y los disturbios que provocó en
Washington, en la mismísima capital del país, donde la toma de la Guardia Nacional
no consiguió la práctica destrucción y saqueo de barrios como el céntrico de Logan Circle. Hay que matizar que la
decisión de sacar tropas a las calles es local, de los gobernadores y alcaldes,
pero Obama no ha conseguido trascender
e influir con su poder presidencial en una línea de actuación nacional,
incumpliendo su promesa de “reunificar” el país, en clara referencia a la
división que sobre cómo tratar el tema racial existe entre los dos partidos,
republicano y demócrata.
Hace pocos días el presidente Obama realizó un gesto
limitado a las formas, inaugurando en Washington un museo nacional dedicado a
la minoría negra: el Museo de Historia y Cultura Afroamericana. En su discurso volvió a pedir la unidad entre las razas, en la idea de que la comunidad negra es
esencia de Estados Unidos y no conflicto. Precioso discurso (como casi
siempre), aunque sus palabras no servirán para evitar que la tensión racial y
su escalada de estos últimos dos años, sea donde más cojea el balance del
mandato presidencial de Barack Obama.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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