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Bahía de Santa Isabel, foto años 1940 |
La bahía de Santa Isabel, actual Malabo, sirvió a los barcos del Eje de puerto amigo, donde refugiarse del control de la armada británica y de los restos de la marina francesa que servían a la 'Francia Libre' de De Gaulle. El barco más importante que llegó hasta esa jurisdicción española del África Central durante la II Guerra Mundial fue el vapor italiano Duchessa d'Aosta. Una vez conformado el Eje y que Italia entrase en guerra, las leyes internacionales obligaban a estos grandes barcos a ser inmovilizados en puertos neutrales hasta acabar el conflicto. También fueron llegando lanchas y barcos mercantes alemanes de colonos y empresarios de esta nacionalidad, pues el cercano Camerún fue primero colonia alemana hasta que el Tratado de Versalles, que finiquitaba la I Guerra Mundial, repartió las colonias africanas de la derrotada Alemania entre las vencedoras, Francia y Gran Bretaña.
Las
tropas españolas
destinadas en las islas y la pequeña porción de tierra ecuatorial
que conformaban la llamada Guinea
Española
no hubiesen sido rival para cualquier fuerza
aliada
que pretendiera invadir
o tomar ese pequeño enclave de
un país, España, que se decía neutral pero con claras simpatías
hacia las potencias del Eje. No en vano, el dictador Franco, estaba en
deuda con Hitler y Mussolini por la ayuda de éstos concedida para
ganar la guerra civil española y voluntarios españoles, encuadrados
en la 250.ª División de Infantería de la Wehrmach (la División Azul) ya
combatían desde el verano de 1941
en la invasión nazi de la Unión Soviética. Por eso, a la
Agrupación Mixta española,
la fuerza militar compuesta por tropas nativas mal entrenadas y
regulares del 6º Tabor de Tiradores del Ifni (marroquíes, la
mayoría) con suboficiales y oficiales de la metrópoli, se le ordenó
como principal misión la custodia de los barcos “amigos” de
italianos y alemanes que llegaban a la Bahía.
El
aburrimiento y el letargo de la placidez colonial en Santa Isabel
contrastaban con la tensión bélica que se vivía en la llamada
África Ecuatorial Francesa (A.E.F.). La llegada de De Gaulle a
la región para hacerse con su control provocó el movimiento de
tropas de los gobernadores franceses fieles aún a Vichy.
La Guinea Española
estaba en medio de toda esa tormenta. La noche del 14 de
enero de 1942 la música, voces
y risas de la fiesta organizada por el dandy
Zorrilla se escucharían en el muelle donde estaba amarrado el vapor
Duchessa d'Aosta y
las lanchas alemanas Likomba
y Bibundi.
Era una juerga montada por un desconocido, nadie sabía nada del tal
Zorrilla en la colonia española, pero a nadie le importaba, ni a las
autoridades, pues llevaba meses gastando mucho dinero en actos
sociales, fiestas y cócteles que animaban sus aburridas vidas de
colonos o funcionarios destinados en ese perdido rincón del mundo.
Territorios españoles de Guinea Ecuatorial en 1942 |
Fueron
unas explosiones
fuertes
en el puerto las que acallaron de golpe el ruido de la fiesta.
Comenzaba la misión
Duchessa,
por la cual un comando especial, a todas luces británico porque un
marinero italiano que escapó dijo escuchar hablar inglés a los
agresores, rompía las cadenas de las anclas con unas cargas explosivas y sacaba de la bahía de Santa
Isabel a
los tres barcos, con sus tripulaciones. Eran las dotaciones navales más grandes pertenecientes a
las potencias del
Eje en la zona, no eran un objetivo menor.
Cuando la
sorprendida y adormilada guarnición española
llegó al muelle sólo pudo ver alejarse con presteza a las popas de
los barcos que debía custodiar. Los
oficiales alemanes e italianos
de las embarcaciones y las
autoridades
españolas,
formaban parte de los invitados a la gran fiesta de esa noche que
daba ese caballero español, elegante y seductor, llamado Zorilla, que
no supieron que era un
agente de los aliados
hasta que desapareció,
sin dejar rastro, al día siguiente.
La
indignación y vergüenza de los oficiales españoles ante italianos
y alemanes, junto al enfado del gobernador de la Guinea
Española,
el teniente coronel
Juan Fontán,
aún hizo que se intentase montar una pieza de artillería de gran
alcance para detener la huida de los barcos. Sin embargo, la lentitud de los
artilleros mal adiestrados hizo que las naves tuvieran tiempo de
perderse entre la bruma del horizonte. Se intentó buscar un barco
veloz, pero no existía en todo el muelle una nave similar. Incluso, fue imposible poner en marcha una rápida investigación porque
segundos antes de las explosiones un oportuno apagón de luces y un
preciso corte del cableado telefónico dejó a la capital guineana
ciega y sorda durante horas, sin poder hacerse nada.
Este episodio bélico de la Segunda Guerra Mundial
en territorio español, la
Guinea Ecuatorial de 1942,
no le sirvió a Franco
para presumir de ejército con altos valores castrenses como solía
hacer cuando todavía barajaba ante alemanes e italianos la idea de
intervenir en la
guerra formando
parte de las potencias
del Eje. Se procuró, a pesar del enfado italiano que lo llevó al terreno diplomático, que el incidente no se difundiera demasiado en la prensa. Pero si no contamos los leves incidentes de aviones aliados caídos o de
paracaidistas perdidos en el Marruecos español y las incursiones discretas en
la bahía de Algeciras de navíos aliados, el
episodio de Guinea Ecuatorial queda constancia como el único bélico de la II Guerra
Mundial ocurrido en suelo español.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
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