Venus del Paleolítico, representación de lo femenino en la Antigüedad que ha sufrido censura cultural en nuestro siglo |
Como ha ocurrido con otros
debates sobre fenómenos históricos generalizados en la humanidad, véase la
anterior entrada sobre los imperios, tratar al machismo desde la perspectiva histórica pudiera parecer que se le
otorga alguna justificación “natural” o inevitable, dentro de la condición
humana. Pero no es así, razonar sobre esta injusticia de género con la visión macrohistórica
es una buena manera de resaltar las profundas contradicciones de esa desigualdad
y hacen posible la esperanza de revertir, “revisar”, esa antigua tendencia en
la historia de la humanidad de discriminar a la mujer.
Al menos desde la revolución del
neolítico y la organización sedentaria en poblados y ciudades, está comprobada
la jerarquía establecida entre hombres y
mujeres. Teniendo los hombres en esa jerarquía una superioridad y ventaja
que aún los estudiosos no logran descifrar ni en su verdadero origen ni en sus
motivos. Las teorías que parecen gustar más (con más consenso) son las que
tienen una raíz económica. En muchas sociedades antiguas, las mujeres eran
“propiedades” de los hombres. Igual que una huerta o un rebaño de ovejas. Era
la forma de controlar a la población futura desde su origen, el vientre
materno. En eso, el supuesto determinismo biológico se anotaría un tanto. Los hombres no tienen útero, no pueden
parir.
Así, en textos chinos de hace
tres mil años sobre el oráculo que se hacía para averiguar si una mujer daría a
luz una niña o un niño, se advertía de la “desgracia”, la mala suerte, que supondría
parir en día jiayin, porque hay más
posibilidades de que nazca una niña. Se prefería un varón porque se le consideraba más útil para las tareas de
labor o los negocios de la familia. Muchos siglos después, la política del ‘hijo
único’ en la China comunista y la preferencia de las parejas de que fuese un
varón, cometiéndose barbaridades con las hijas no deseadas, era una huella
evidente de los prejuicios del pasado chino. Quizás la contradicción de esta
actitud humana, que ocurría en otras muchas partes del mundo, no se perciba a
simple vista, aunque es bastante notoria.
Esa preferencia por el niño en lugar de la niña, vendría dada por la
teoría que avala la desigualdad femenina en el poderío físico del hombre. Esa
supuesta ventaja muscular y resistente del hombre frente a tareas duras o
agresivas (labor agrícola, caza, guerrear...) se enmarca en evidencias fisiológicas, que
han otorgado al hombre unos atributos de superioridad que más que biológicos
son culturales. No hace falta ser muy perspicaz para saber que siempre han existido
mujeres con una naturaleza física superior a muchos hombres. Además, se
confunde fuerza con vigor o resistencia. Las mujeres han sido tratadas
injustamente hasta en la etiqueta de su sexo: son el ‘sexo débil’. Algo falso en la biología pero, por desgracia,
creído en lo cultural.
Cartel de una pasada manifestación del 8 de marzo, Día de la Mujer |
Otros factores que evidencian la
contradicción de otorgar a la
superioridad física del hombre la causa de su dominio en la jerarquía
social, han sido la realización exclusiva de los hombres a lo largo de la
historia de tareas en las que el esfuerzo físico es mínimo. Hablamos de la política,
el sacerdocio o las leyes. Si la organización social debía equipararse al poderío
físico para realizar tareas, las mujeres deberían haber copado desde antiguo los
papeles que otorgan más poder: líderes religiosos, políticos y legisladores. Y
como ya sabrán, no ha sido así.
Por todo ello, y otras muchas más
contradicciones que podríamos reseñar, resulta tan paradójico que en todo el
planeta la historia humana haya tenido, en abrumadora mayoría, una organización
patriarcal. ¿Genes patriarcales? Es
una de las más polémicas teorías que vuelve a dar importancia al factor biológico,
pero no desde el enfoque de la separación de sexos, más bien desde la ‘evolución’
de las diversas estrategias de supervivencia y reproducción de los humanos.
Los
hombres que ganaban la “competición” frente a otros por fecundar a las mujeres
fértiles, lograban trasmitir sus genes (los más agresivos, fuertes y
competitivos). Las mujeres que en lugar de atender a la caza y las aspiraciones
de poder en el clan, eran sumisas y aceptaban que se ocupasen de ello los
hombres mientras ellas gestaban a los hijos y los criaban, eran las que trasmitían
sus genes (sumisos y “domésticos”).
Esta hipótesis también es fácil
de rebatir. ¿Por qué las mujeres no pidieron
ayuda en la crianza y el hogar a otras mujeres o a los ancianos? Así se
hubiesen quitado de encima la «tiranía de los machos» dominantes. Como el debate
sería largo y quizás inútil, nos debemos quedar con todo el avance positivo en
la igualdad de género que se ha producido en los dos últimos siglos.
Hoy día 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer, y en las manifestaciones y actos de este año parece latir un verdadero espíritu de cambio, de revertir la Historia
© Gustavo Adolfo Ordoño
Periodista e historiador
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