Esclavos negros en una plantación de azúcar de Cuba, los últimos antes de su abolición a finales del siglo XIX (1886) |
La
historia esclavista con responsabilidad española es muy desconocida. Quizás por
la particularidad de la acción colonial en América, donde el debate sobre la
esclavitud se planteó como un dilema moral desde el primer día; cuando la
reina Isabel La Católica ordenó a una comisión de teólogos qué hacer con
los nativos americanos. Averiguar si tenían la misma alma que castellanos y
aragoneses, lo que impediría cualquier sometimiento de esclavitud para esas
gentes. Luego, la Leyenda Negra se ocuparía de confundir todo y ni
siquiera ese honesto intento de la reina quedaría como dato positivo en la
historia española en relación a la esclavitud.
En
América, con el paso del tiempo, indios, mestizos y criollos, aceptaron sin
mucho cuestionamiento moral que los negros sustituyeran a los indígenas en el
trabajo de esclavos. Pues finalmente, la Corona española determinó que un inca
era tan súbdito español como un burgalés. Así, es cierto que los primeros europeos en «necesitar» esclavos de África e introducirlos en América fueron los españoles. Aunque hay que precisar que los tratantes serían mayoritariamente portugueses, holandeses y luego ingleses. Véase la época de los Asientos, que eran concesiones de exclusividad mercantil del tráfico de esclavos que la monarquía española otorgaba a compañías de estos países; desde el siglo XVI al XVIII. En 1713, por el Tratado de Utrecht, se tuvo que dar ese derecho de Asiento esclavista al Reino Unido, privilegio del que gozaría por un siglo, hasta la abolición de la Trata por ellos mismos, con el Acta de Abolición del gobierno de Londres en 1817.
Fragmento de un cuadro de Castas, América hispánica |
Que la esclavitud negra en la América
hispana tuvo sus particularidades, no siendo el estereotipo que todos
tenemos de exclusión social radical por series de televisión como Raíces, se
puede comprobar en museos como el de América de Madrid. Donde en cuadros
llamados de “castas”, vemos a negros (llamados moros) y mulatos, mezclarse en matrimonio (en sociedad)
con otras personas de diferentes razas; lo que significaba haber salido de la esclavitud
y conseguido mejores condiciones sociales. Esa
conocida faceta también se disipa en la negatividad sobre lo hispano que impregna la Leyenda
Negra, que consigue hacer desaparecer cualquier «matiz humano» en la historia del esclavismo español.
El tráfico negrero en toda América, acabó muchas veces identificándose únicamente con la imagen de vileza otorgada por la Leyenda Negra al dominio español. Es
llamativo, justo cuando ya se veía venir el final de la entidad colonial hispana
en América, desde los últimos años del siglo XVIII, que la esclavitud
española se parecerá más a ese cliché de «esclavitud inhumana». Una esclavitud en expansión mercantilista, se concedió «libertad de mercado», ya no hubo Asientos esclavistas, que ha quedado bien expuesta en el imaginario universal; gracias a la cultura mediática de películas, series y documentales de TV. Resulta chocante porque cuando más se parecía la responsabilidad española a la idea popular que
se tiene de esclavitud, es cuando menos se conoce en profundidad la historia
esclavista española.
Pasados
los años, esa confusión y desconocimiento se mantuvo. Por ejemplo, es bastante
desconocido que la mayoría de las familias que se enriquecieron en España
con la esclavitud, desde finales del siglo XVIII y todo el XIX, eran catalanas.
Sagas familiares de la burguesía catalana ayudaron a industrializar al país
gracias a sus fortunas conseguidas en el tráfico de esclavos, sobre todo, al Caribe (Cuba y Puerto Rico). La historia más contemporánea de la esclavitud española es la peor
conocida. En el puerto de Barcelona, ajena a ese desconocimiento, está una
estatua del primer marqués de Comillas, prócer de la capital condal y
hombre de negocios que se enriqueció con el tráfico de esclavos a Cuba. La hija
del marqués se casó con Eusebio Güell, mecenas del célebre arquitecto Gaudí
y promotor del original parque que lleva su nombre: el famoso Parque
Güell.
Quizás
ese rasgo hispano del remordimiento moral, apuntado al principio del texto,
relacionado con el sentimiento religioso de culpa, tan católico y “español”,
tendiese a ocultar esas facetas de la historia de la esclavitud en España. Incomoda pensar que ese hermoso jardín y parque de Güell sea
ahora disfrute de millones de personas, por el turismo internacional, gracias
al capital generado por la compra-venta de seres humanos. La «mentalidad hispana»
tiende a humanizar los conflictos, eso es positivo; pero también es de gran flaqueza
cuando se trata de reconocer su implicación en ciertos conflictos de intereses, agravados por los prejuicios de índole moral o religiosa. Urge que los historiadores hispanos - y/o hispanistas- nos pongamos a analizar con
más profundidad cómo fue, en verdad, la historia de la esclavitud en España.
© Gustavo
Adolfo Ordoño
Historiador y periodista
1 Comentarios
Recuerda que fueron personas que vivieron en una determinada época, hijos de su tiempo. De allí si modo pensar y actuar. Hoy día es inútil destruir el parque porque es producto de la miseria humana del pasado. Por otro lado, si hubo sus casos de ascenso social por parte de las castas, como ocurrio en América. De este lado del imperio jugo un papel importante las reformas borbónicas que pretendieron recuperar el poder en las colonias. En un imperio sumido en la crisis era provechoso llenar las arcas vacias emitiendo la Real Cédula de Gracias al Sacar, que pagando cierta cantidad de reales, obtenias la limpieza de sangre y así lograr el ascenso social. A mi parecer fue más esa necesidad de económica de España lo que obligó a romper el estatus cuo del régimen de castas y de allí sus matices.
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