Trump y Kim Jong-un en una captura de imagen programa de televisión |
Dentro de pocos días está prevista una Cumbre al más alto nivel que entraría, por derecho propio, en la historia de las grandes cumbres. Y lo haría con unos personajes que hace también pocos días protagonizaban los enfrentamientos geopolíticos más ridículos vistos en décadas. Será entre el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente norcoreano, Kim Jong-un. Irónico comprobar que la solución al conflicto coreano con tensión bélica nuclear vaya a pasar a la historia como logro del controvertido presidente Trump. Que la paz mundial se refuerce gracias al presidente que proyecta construir un vergonzoso muro fronterizo con México o que considera a la mitad del planeta (las mujeres) meros objetos de placer masculino, es cuando menos motivo de ironía. La rectitud moral de los
personajes que acuden a una cumbre importa poco, siempre ha sido así. No iba a
ser distinto en el caso de esa proyectada cumbre, que ya se etiqueta como
histórica.
No obstante, la comparación nos resultará odiosa cuando recordemos algunas cumbres que han marcado la historia contemporánea mundial. Tal vez no seamos justos, porque vemos las cumbres del pasado como encuentros entre próceres en cuyas manos estaba el futuro de la humanidad; y dicho sin exagerar. La primera de las «Grandes Cumbres» que deseo destacar en esta breve historia de las cumbres, sería la que tuvo lugar en Yalta en 1945 entre Roosevelt, Churchill y Stalin. Realizada poco antes de finalizar la II Guerra Mundial en Europa, quizá haya tenido dentro del imaginario occidental una imagen demasiado positiva, marcada por suponer la antesala de la victoria aliada ante Hitler. Sin embargo, en su momento, a niveles políticos y no emocionales, esta cumbre resultó nefasta para muchas personas.
Conferencia de Yalta, 1945 |
Uno de los más grandes egos de la época excluidos de esta cumbre fue el de Charles De Gaulle. El líder de la Francia libre no se mordía la lengua cuando afirmaba sin tapujos que Yalta fue un burdo reparto de Europa entre las superpotencias, sentando las bases de la división del mundo en dos bloques. Pero en Estados Unidos, uno de los que se reparten el pastel, la derecha más a la derecha del Partido Republicano también aborreció a la cumbre de Yalta. Aún en la oratoria republicana de administraciones como la del segundo Bush, se consideraba a Yalta como una traición a los ideales liberales y demócratas, pues se "regaló" media Europa a los comunistas de la Unión Soviética. Para muchos demócratas estadounidenses y del Reino Unido, Yalta fue un mal menor o sacrificio inevitable de las garantías democráticas en pos de una paz mundial (el posible enfrentamiento de Occidente con la URSS no era broma).
La otra cumbre seleccionada en este breve repaso es la realizada en 1961
en Viena entre Kennedy y Jruschov (escrito también: Kruschov). El lugar elegido, Viena, era muy novelesco para el ambiente gélido de la guerra fría, siendo una de las capitales europeas preferidas para el solapado "combate a muerte" de espías entre las dos superpotencias y sus aliados. Suponía una nostálgica vuelta a las grandes cumbres de prohombres, pues la última importante entre los "colosos" ganadores de la guerra fue en agosto de 1945 en Potsdam, preámbulo del desencuentro profundo entre la Unión Soviética y Occidente que Churchill bautizó como Guerra Fría. Precisamente, en Viena casi dos décadas
después de desencuentros, el presidente soviético Jruschov, una
versión ruda y rural de Stalin, y el carismático joven presidente
estadounidense Kennedy, tuvieron que organizar una cumbre al más
alto nivel porque la alarma de enfrentamiento entre los dos bloques estaba en
máximos.
A diferencia de lo que pueda parecer, por su imagen tan positiva, Kennedy tuvo en su discurso de investidura palabras más duras y directas contra las supuestas amenazas y desafíos soviéticos, que las que tuvo su antecesor, el veterano Eisenhower. Kennedy prometió «pagar cualquier precio, soportar cualquier carga» (Reynolds, David; Cumbres; Editorial Ariel, 2008), en defensa del mundo libre. También, en su personal visión política de la búsqueda de la paz como progreso de la humanidad, el presidente católico de EEUU prometería trabajar para conseguir una distensión real entre las dos grandes potencias. Jruschov, un hombre de origen humilde y sin estudios superiores, acomplejado por ello y por sus 1,54 metros, de cambios de humor bruscos, aceptó el reto y se comenzó a planificar la reunión de Viena (junio de 1961). Los estudiosos de este tipo de cumbres coinciden en gran medida en apuntar que Viena sirvió en el futuro para resolver el mayor incidente de la Guerra Fría: la crisis de los misiles en Cuba, en octubre de 1962.
El hecho de que Jruschov y Kennedy se hubiesen conocido meses antes, estudiándose
ambos líderes en persona, sirvió para “poner cara al problema”, cuando ambos se
enfrentaron en la peor de las jornadas de sus presidencias. Una crisis a las
puertas de EEUU, en Cuba, que llevó al mundo al borde de otra guerra mundial, que esta vez sería "apocalíptica" por el uso del arsenal atómico de cada gran potencia. Como ellos mismos dijeron en la reunión de Viena,
mejor llevar al planeta a una cumbre que al borde del abismo.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e Historiador especializado en Historia Contemporánea Internacional
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