A Matthias Sindelar se le conoció como el “Mozart del fútbol” por
su delicada elegancia en el juego. La comparación con Messi no se ha resistido
a los tiempos y algún cronista deportivo actual le ha llamado el Messi
austriaco. La historia de este jugador de fútbol está vinculada a los
inicios de la Segunda Guerra Mundial. El Campeonato del Mundo de Francia en 1938 iba a ser el último que se celebraría en esa primera mitad del siglo XX.
Pero ese devenir que dejaría al
mundo sin fútbol por doce años, en 1938 y los primeros meses de 1939 no se
contemplaba y una Alemania nazi que acababa de celebrar los Juegos Olímpicos de 1936 quería acaparar el deporte mundial
celebrando el siguiente Mundial de 1942. Para ello se preparó a conciencia,
reuniendo a sus mejores jugadores que, curiosamente, la mayoría eran de origen
austriaco (como Hitler). A oídos del mismísimo Führer había llegado la fama del
delantero centro austriaco Matthias
Sindelar, ordenando que la selección austriaca se disolviese para formar
parte de una única germana, liderada por Sindelar y que participase en el Mundial de Francia 1938.
Se celebró el llamado “Partido Final” un 3 de abril de 1938 entre Austria y la selección de la Alemania nazi
para simbolizar la Anschluss (anexión de Austria al III Reich). En ese partido comienza la leyenda, incluso
el mito, de Sindelar. Se ha llegado a sugerir que en el segundo tiempo
decidió cambiar la orden encubierta que obligaba a los austriacos a perder el
partido y animó a sus compañeros a ganar el encuentro. Así fue, Austria ganó por 2-0 con un golazo de Matthias Sindelar. Se dice, incluso, que el Mozart del fútbol bailó una danza
burlesca ante Hitler celebrando los goles. No existen documentos ni
versiones fiables de ello.
Lo que sí fue un hecho es que Sindelar se negó a participar en la
nueva selección alemana que se nutrió de buenos jugadores de la disuelta selección
austriaca. Sin el “Messi austriaco”, los germanos-austriacos perderían en
Francia 1938 en octavos de final contra Suiza. A los nazis les molestaría más
esa negativa a participar como jugador de fútbol alemán que su postura contraria a la anexión.
No fue, como se ha afirmado, un activista anti nazi o un judío oculto
que renegaba de los nazis. Simplemente no quiso formar parte de la forzada anexión
austriaca a la Alemania nazi. Eso acabó con su carrera en primera línea
del fútbol profesional y ha convertido su aparente muerte accidental en enero
de 1939, por inhalar monóxido de carbono de una estufa estropeada, en toda una
historia de intrigas para asesinar al “díscolo” delantero centro, considerado
el mejor deportista austriaco del siglo XX.
Si esta historia de Matthias Sindelar forma parte del preámbulo de la II Guerra Mundial, la siguiente tiene que ver con un paracaidista de la Luftwaffe que en plena contienda, en 1942-1943, sabrá poner en valor sus habilidades como portero de fútbol para tener un cautiverio mejor. Bert Trautmann combatió en el frente del Este contra los soviéticos, llegando a ser condecorado con la Cruz de Hierro, hasta caer prisionero de los británicos en el frente franco-belga. En su traslado como prisionero de guerra a Gran Bretaña demostró su capacidad futbolística como guardameta participando en todos los partidos organizados entre soldados y prisioneros.
En 1948 es liberado porque no se le encuentra “fundamento nazi” ideológico, se le considera solo un soldado, y se le invita a regresar a la Alemania de posguerra. Trautmann, en cambio, decide permanecer en el Reino Unido y mientras trabajaba en todo lo que le salía, participó como portero en un equipo modesto, de ligas inferiores, el St. Helens Town. Su extraordinaria forma física y agilidad llegó a oídos de ojeadores de la Premier League, que le harán firmar por, nada más y nada menos, el Manchester City en 1949. En un principio la afición renegó de él y su pasado nazi. Fue ponerse los guantes y hacer soberbias paradas para ganarse en pocos meses a los hinchas del Manchester.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
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