Esta imagen es un icono histórico que ha inspirado monumentos como el del Cementerio Nacional de Arlington (Washington, DC; EEUU) En la reciente toma de posesión del presidente Biden se cumplió con una tradición que forma parte del protocolo en la investidura presidencial de los Estados Unidos: visitar el memorial y cementerio nacional de Arlington en las afueras de Washington. En ese lugar que rinde memoria a los caídos de los diferentes cuerpos del ejército estadounidense destaca un conjunto monumental dedicado a los Marines. El escultor Felix de Weldon se inspiró en la famosa fotografía que realizó en la batalla de Iwo Jima el fotógrafo Joe Rosenthal. Con su cámara Speed Graphic este reportero gráfico consiguió inmortalizar a un grupo de marines alzando la bandera de su país en la cima del monte Suribachi. Era el 23 de febrero de 1945 y la foto iba a pasar a la posteridad como la más representativa de la Segunda Guerra Mundial. En 1954 se convertía en grupo escultórico de bronce como Memorial de Guerra del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos. De esta manera se podría dar por terminada la «historia» de esta fotografía. Sin embargo, la intrahistoria que contiene detrás de su icónica escena encierra facetas muy diversas. Desde la de ser un mero posado para la propaganda de guerra, pasando por encumbrar a «falsos héroes», hasta la sincera y afortunada obra maestra de un buen fotógrafo. Para empezar no fue la primera bandera que se alzó en el monte Suribachi y que fuese fotografiada. La vanidad y el orgullo de un alto mando de la Armada estadounidense iba a propiciar una confusa relación de hechos sobre esa histórica escena. Tuvieron que esperar a que volviera cierta calma para colocar esa segunda bandera más grande. El primer izado trajo tal alegría entre las tropas americanas, necesitadas de ánimos por la dura resistencia japonesa que encontraron en la isla de Iwo Jima, que los navíos hicieron sonar sus sirenas y muchos soldados desde el monte disparaban al aire como muestra de júbilo. Ese alboroto atrajo la atención de los japoneses que concentraron su fuego en la cima del Suribachi. Los marines se vieron obligados a sofocar ese contraataque japonés para que el monte volviera a ser seguro. Cuando así fue, un pelotón escoltaba a tres fotógrafos en su subida a la cima para hacer más fotografías de esa victoria. Dos eran fotógrafos de los marines y el tercero resultaba ser un reportero de Associated Press, el autor de la famosa fotografía Joe Rosenthal. En su ascenso se cruzó con el fotógrafo del primer izado, el sargento de marines Lowery que les animó a hacer más fotografías desde allí porque a él se le había roto su cámara en el reciente bombardeo japonés. Ese cruce entre fotógrafos en el monte Suribachi tendría luego consecuencias al crear malentendidos y recelos sobre si la icónica imagen fue un posado o no. A pesar de ganar el premio Pulitzer ese mismo año de 1945, Rosenthal se pasó el resto de su vida declarando que no era una puesta en escena y sí una instantánea natural. Las dudas y recelos sobre la fotografía resultaban comprensibles. Era perfecta para ser natural. La plasticidad de la escena es más que evidente, los marines parecen esculpidos en el aire gris de ese día de febrero. Antes de inspirar hacer un conjunto escultórico de la imagen, ya parecían esculturas de bronce a unos héroes anónimos. El «posado» está en la línea de las estatuas al soldado desconocido que se suelen realizar, pues los rostros de los militares no se ven y sus cuerpos se funden en un gesto de esfuerzo común y camaradería, valores del buen soldado. No obstante, y es algo que constatan los profesionales de la imagen, también posee ese azar que da excelencia a una obra fotográfica. Y eso es lo que confirman las últimas investigaciones de expertos fotógrafos e historiadores de la época, que la versión del fotógrafo Rosenthal es la cierta. Este cámara de Associated Press contaba que todo fue gracias a sus ágiles reflejos, que unos segundos más distraído montando un trípode improvisado le hubiera hecho perder la captura de esa icónica foto. Como no superaba el metro setenta de estatura, se estaba construyendo un altillo que le permitiera hacer mejor las fotografías del entorno de la batalla cuando con el "rabillo del ojo" vio que unos soldados alzaban una nueva bandera. Se giró y sin enfocar disparó capturando la instantánea que ha pasado a la historia. Como su difusión fue muy rápida, 17 horas después de realizada (récord de la época), en todos los grandes periódicos del país, recibió el Pulitzer ese mismo año y fue escogida por el presidente Roosevelt para la imagen publicitaria de la séptima campaña de los «Bonos de Guerra», los recelos y "envidias" generaron pronto la idea de que había sido un posado. Precisamente, el sargento Lowery, fotógrafo de los marines que se había cruzado en el monte Suribachi con Rosenthal sería uno de los más acérrimos defensores de la falsedad de la famosa fotografía. Este sargento argumentaba que los fotógrafos que le sustituyeron por tener rota su cámara iban con la orden expresa de hacer "posados" de la toma de la cima que sirvieran para animar a las tropas. Pero Rosenthal no pertenecía al Servicio Fotográfico del Ejército y su trabajo sería difundido para todo el mundo por su agencia. Décadas después de acabada la guerra, Rosenthal y Lowery coincidieron en un acto benéfico de los marines y ambos se reconciliaron. El sargento se retractó y reconoció que esa fotografía plasmaba mejor que ninguna el esfuerzo común y sacrificio de los marines en esa batalla de Iwo Jima tan cruenta que aún duró un mes más, hasta finales de marzo de 1945. Un dato que habla de esa crudeza es que la mitad de los soldados que aparecen en la fotografía murieron en esa batalla. Por eso, cuando la administración de Roosevelt decidió buscar a los protagonistas de la foto para que fueran los promotores de la campaña de «Bonos de Guerra» y no encontrar a muchos, se cometieron errores de identificación. El más sonado -y única falsedad de la famosa fotografía- es la participación en el alzado de la bandera del soldado John Bradley, que sería escogido como promotor de los bonos. Bradley en realidad participó en el izado de la primera bandera y aún no se sabe porqué ni él ni los otros dos verdaderos protagonistas no corrigieron a sus superiores. Quizá sería porque les daba igual el rigor histórico, la efectividad de la imagen consistía en todo lo que de verdad significaba: honraba la memoria anónima de todos los compañeros caídos. Gustavo Adolfo Ordoño © Historiador y periodista |
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