Afganistán y el hombre que pudo ser rey... en un país «moderno y en paz»

 

Fotograma de la película El hombre que pudo reinar de John Huston (1975) 

  Basada en la novela corta de Rudyard Kipling (1865-1936) publicada en 1890, The Man Who Would Be King, la película nos cuenta las peripecias de dos ex militares británicos en la India durante la época colonial. Sean Connery y Michael Caine resultan geniales en la interpretación de dos amigos aventureros que buscan su particular «gloria imperial» y su propio «tesoro» (riqueza) en el reino de Kafiristán, en las remotas montañas al este de Afganistán. Consideran que han contribuido como soldados a la grandeza del Imperio Británico y que ahora les toca a ellos. Uno de estos «aventureros», en la película Sean Connery, se hará pasar por la reencarnación de Alejandro Magno y reclamará ese supuesto «reino afgano» al haber sido parte de las tierras conquistadas por el gran rey macedonio. Su plan era «pacificar» a las numerosas tribus de la región en pugna por el poder, armando a una de ellas con material de contrabando del ejército británico y unificar así el reino bajo ese clan liderado por ellos. 

El engaño parece funcionar hasta que el impostor se toma su papel muy en serio, creyendo ser el monarca legítimo y marginando a su amigo que se debate entre seguirle el juego o conseguir devolverle la cordura. Tanto novela como película tratan temas tan seductores como la amistad y camaradería o el sentido del honor y la ambición de poder. Tiene también una perspectiva de crítica histórica al ambientar esta historia en uno de los «reinos caóticos», siempre belicosos e inestables, que estaban al oeste de la joya del imperio británico: la India. Estos reinos comenzaban en el actual Pakistán y seguían en sus fronteras con AfganistánKipling había nacido en Bombay, la India británica, sintiéndose tan indostanés como británico. En sus relatos de aventuras y de hazañas bélicas sus críticos han querido ver a un simple apologista del imperialismo, de hecho tenía el sobrenombre del «escritor del Imperio», pero el trasfondo creativo de sus relatos no son meras historias coloniales sino que describen al ser humano y su increíble capacidad de «autodestrucción».

Mohammed Zahir Shah, el hombre que quiso ser rey de un Afganistán moderno


Los párrafos anteriores aunque contienen literatura (más su adaptación al cine) y su contexto histórico, podrían parecer líneas de una crónica actual de geopolítica. Occidente estuvo en esa zona del mundo siempre a expensas de los intereses que se dirimían a miles de kilómetros de allí, sin preocuparse en conocer bien tanto a sus gentes autóctonas como a las personas que -por el motivo que fuera- acababan siendo colonos, soldados coloniales, emprendedores o aventureros en esas «lejanas tierras». Y por eso los errores o «fracasos» occidentales (y autóctonos) se repiten o replican con frecuencia en la historia de esos «reinos caóticos»

Mohammed Zahir Shah, rey de Afganistán de 1933 a 1973. Fuente de la imagen


Afganistán, ahora en plena actualidad internacional, fue un reino hasta 1973. Su último rey, Mohammed Zahir Shah (1914-2007), poseía en cierta forma ese halo literario de personaje de novela de aventuras «kiplingniana» del siglo XIX, pues su dinastía procedía de una saga de emires y luego reyes que se pasaron sus reinados intentando contener y pacificar a los numerosos clanes tribales del país. Y aunque parezca una perspectiva histórica muy ingenua, considerando la «imagen internacional» de región inestable por naturaleza que tiene esa zona, este monarca estuvo a punto de conseguir un Estado estructurado, social y moderno. Al menos las imágenes de Afganistán en las décadas 1960-1970 demuestran que lo intentó. Mujeres afganas universitarias en Kabul, posaban con pantalones de campana o minifalda (la moda de esos años) y camisas floreadas siendo difícil de diferenciarlas de unas universitarias de San Francisco

De hecho, bajo el reinado de Zahir Shah se inauguró la primera universidad del país, la Universidad de Kabul, y en la Constitución que promulgó en 1964 se garantizaba la igualdad entre hombres y mujeres, permitiendo el acceso de la mujer a todos los niveles de enseñanza, el uso de ropa occidental y el derecho a votar. Antes, la educación de todos los ciudadanos estaba monopolizada por las madrasas (escuelas coránicas) y las niñas dejaban de «estudiar» al llegar a la adolescencia. Derecho frágil en la historia de Afganistán, pues ha sido siempre «reversible» como se constata las veces que los talibanes alcanzan el poder. Educado en un colegio elitista de Francia, el rey Zahir otorgó una constitución liberal a su país, con un parlamento (con poder limitado) basado en las asambleas de notables de las tribus, aunque reservando para el monarca mayores prerrogativas que las existentes en las monarquías constitucionales europeas. Aún así, ese poder no le fue suficiente para controlar a las fuerzas internas (clan familiar) que deseaban derrocarle.

Mujeres afganas saliendo de la Universidad de Kabul en los años 1970

Aprovechando que el rey Zahir Shah estaba en un hospital italiano curándose una dolencia de espalda, la camarilla familiar liderada por su primo y primer ministro Mohammed Duad daría en julio de 1973 un golpe de Estado proclamando la república. El monarca contempló la posibilidad de retornar a Kabul y recuperar el poder, pero ante la falta de apoyos acabó abdicando y pidiendo asilo en Roma. Esa pérdida de apoyo tanto social como político del rey Zahir tuvo causas externas, la llamada «Crisis del Petróleo», y causas internas relacionadas con las malas cosechas y el descontento del poderoso «mundo tribal rural» afgano. El periodo republicano de Duad tampoco se consolidó y en abril de 1978 se produjo una «revolución izquierdista» tutelada por la Unión Soviética. Los fundamentalistas islámicos, entre los que destacaban los talibanes (en realidad pastunes radicales, aún no se llamaban talibanes), dominaban las ciudades de provincias y atentaban contra el gobierno comunista de Kabul. Fue la excusa «oficial» de la Unión Soviética para iniciar la invasión militar de Afganistán en diciembre de 1979.

Una década después, en 1989, los soviéticos se retiran del antiguo «reino de Afganistán» abriéndose un periodo de «permanente» guerra civil con el triunfo final en 1996 de los talibanes. El régimen talibán será derrocado por la intervención de los Estados Unidos desde el año 2001, que fue la respuesta bélica buscando al responsable de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Osama Bin Laden. Sería al año siguiente, en 2002, que el rey Zahir todavía pudo seguir «escribiendo» páginas de la historia de su país cuando se le permitió el regreso a Kabul para presidir la Loya Jirga (Asamblea de Notables) que formaría el gobierno de transición del presidente Hamid Karzai

En la ONU, con apoyo de países como Alemania, se pensó en reconstruir una monarquía constitucional aprovechando el respeto que mantenía el viejo rey Zahir. Sin embargo, Estados Unidos ya había apostado por una república de corte presidencialista pues era el modelo mejor conocido por los asesores y tutores estadounidenses que debían «trabajar» en el país ocupado. Un «trabajo» de veinte años tirado a la basura en apenas tres meses. En cuanto las fuerzas militares y asesores de EEUU y sus aliados occidentales comenzaron su retirada, el avance talibán ha sido fulminante. Ya están -hoy- en Kabul y pasarán sin ningún recuerdo ni miramiento por el mausoleo del rey Zahir, enterrado con honores de «Padre de la Patria» el 24 de julio del año 2007



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista

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