Tierra de Nadie; las «tierras de nadie» que perduran en el mundo

Varosia, la ciudad fantasma en Chipre tras la invasión turca de 1974.
Apartamentos a pie de playa abandonados

Leía una crónica del corresponsal en Estambul de un diario español sobre la última y única habitante de la tierra de nadie que existe en Nicosia (Chipre). Era un texto de esos que llaman la atención por su curiosidad histórica, aunque su propósito sea el mero relleno de la actualidad informativa en ese periódico. Para Pax Augusta son los artículos ideales y perfectos para analizar esa actualidad histórica que todavía late entre la dialéctica «civilización y barbarie». Se contaba la historia de Elsie Slonim, fallecida hace poco con 103 años y viviendo los últimos 50 como única residente de la Línea Verde, la zona desmilitarizada que divide a griegos y turcos. En Pax Augusta os contamos los casos más notorios de «Tierras de Nadie» que quedan en el mundo

La vida de Elsie Slonim es pura literatura. De hecho, ella escribía relatos y tiene un libro de memorias (Rosas de la zona de exclusión. Prohibido echar raíces) que es todo un documento vivo y testimonial de nuestra historia contemporánea. Pero su «caso histórico» es extrañísimo por haber sido la única habitante civil de la franja de seguridad que divide en dos Nicosia, en la isla de Chipre. Los invasores turcos y sus aliados, los milicianos turcochipriotas, la dejaron vivir en su casa que estaba en una calle residencial usada como línea de separación. Ella contaba a los visitantes curiosos, diplomáticos y periodistas sobre todo, que la única razón de ese «privilegio» de poder seguir viviendo en lo que desde 1974 era tierra de nadie fue un sincero gesto de generosidad. 

Su marido, David Slonim, había sido el director de la mayor explotación agraria de la isla. Era un afable ingeniero agrónomo de origen judío que supo tratar por igual a trabajadores turcos y griegos, conciliador y sin enemigos. Uno de los líderes de la milicia turcochipriota que se hizo con el control de la zona en el conflicto de 1974 lo reconoció al haber trabajado con él y permitió al matrimonio seguir en su casa. Algo extraordinario, sin duda, al comprobar el enconamiento creado entre las dos comunidades que ha impedido cualquier proceso de reunificación. La enemistad no se rebajó hasta el año 2004, cuando se cumplió el 30º aniversario de la partición de la isla y las autoridades de la proclamada unilateralmente por Turquía, República Turca del Norte de Chipre, permitieron la visita de grecochipriotas atravesando la Línea Verde (controlada por la ONU).

Una década después, en 2014, hubo conversaciones en Ginebra que generaron las expectativas más serias de reunificar la isla en una sola entidad política, como estaba en 1960 cuando consiguió Chipre su independencia de los británicos. Sin embargo, todo quedaría en un buen intento y el proyecto fue devuelto al olvido del «cajón de la historia». Por eso la situación de Elsie Slonim resultaba tan extraordinaria. Simbolizaba un pasado que existía en ella y parecía propio de la época de los imperios. Sus padres fueron ciudadanos del imperio austrohúngaro y los padres de su marido habían vivido bajo el imperio turco. Ella logró sobrevivir las últimas décadas, tras morir David Slonim a finales de los 90, en ese «limbo» sin Estado o patria gracias a una pensión proporcionada por el gobierno austriaco. 

División de Chipre con la tierra de nadie administrada por la ONU. Créditos del mapa


Distinguir entre «Tierra de Nadie» por Casus Belli (guerra) y la «Terra Nullius», tierra de nadie (sin dueño) 


Crear una franja o línea divisoria de tierra de nadie era -y es- muy común tras conseguir el alto el fuego o la paz en un conflicto bélico. Aunque también existen las «tierras de nadie» que se han dado en la historia por causas no exactamente bélicas o conflictivas. Es un concepto jurídico distinto al de una franja de seguridad militar pero que en la práctica actúa de manera muy similar: dejar un territorio sin soberanía definida. El caso más evidente y de mayor importancia de «Terra Nullius» es la llamada Tierra de Marie Byrd en la Antártida. Es el único pedazo del continente helado cuya soberanía no esta reclamada por algún Estado. Matiz jurídico que la convierte en realidad en la "tierra de nadie" más grande del planeta. 

Antes de completar este repaso a las «tierras de nadie» del mundo con los dos únicos casos de iure como tales que perduran, recordar esas grandes heridas de la historia que son las zonas desmilitarizadas -tierras de nadie- sin soberanía de la península de Corea y de Palestina. La primera es un auténtico museo al aire libre de la Guerra Fría y sus «conflictos calientes» de la segunda mitad del siglo XX. Establecida en 1953 a través del Paralelo 38 en la península coreana, mide 4 km de ancho y 238 km de longitud y sus colinas, montes y caminos están vigilados por numerosos cuarteles y fortines de ambos bandos. La otra zona de nadie en Palestina es en la actualidad una "teórica" Línea Verde que se firmó en el armisticio árabe-israelí de 1949 y que delimita los territorios reivindicados por Palestina. Israel los ocupó tras la Guerra de los Seis días de 1967 y ahora es una frontera más de facto pero que a efectos del derecho internacional siguen siendo tierra de nadie. 

Volviendo a las «tierras de nadie de iure», un pedazo de desierto en forma de triángulo entre Sudán y Egipto llamado Bir Tawil tiene verdadero estatus de Terra Nullius –Tierra de Nadie-. Su curiosidad radica en estar en una zona cercana a yacimientos de petróleo del mar Rojo y que nadie lo reclame porque supondría dar motivo y derecho al país reclamante de reajustar las frágiles fronteras de la zona, donde “mover la línea” unos kilómetros podría favorecer encontrar petróleo que ahora, para la estabilidad de la región, es mejor no hallar.

Fruto de las guerras de la ex Yugoslavia de la década de 1990 es el otro caso de Terra Nullius que está oficialmente registrado en el «orden mundial» de Naciones Unidas (ONU). Se trata de la tierra de nadie entre Croacia y Serbia que se produce en los meandros del curso del río Danubio. Son siete kilómetros cuadrados que han quedado en el limbo administrativo estatal de los dos países balcánicos y que aparece en los mapas con varios nombres, siendo el más utilizado Gornja Siga. El hecho de no suponer terrenos estratégicos ni con gran valor en recursos y que dependan de los cambios fluviales ha facilitado que las reclamaciones sobre su soberanía no sean consistentes. A día de hoy, obviando la excentricidad de un millonario en 2015 que proclamó en su suelo la República de Liberland, ese pedazo del mundo sigue sin tener dueño de iure



Gustavo Adolfo Ordoño ©

Historiador y periodista

Publicar un comentario

0 Comentarios