Año Nuevo en Trieste, la ciudad que pudo ser causa de la 3ª Guerra Mundial

Vista del Gran Canal de Trieste, la "Venecia de los Balcanes" y que pudo ser causa de la Tercera Guerra Mundial.
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Europa después de 1945, el final de la Segunda Guerra Mundial. Ni el bloqueo soviético de Berlín, que obligaría a los aliados occidentales a realizar el mayor puente aéreo organizado hasta entonces para suministrar víveres a una ciudad, ni los “tambores de guerra” que seguían sonando en la China continental y en Corea, fueron causa de tanta tensión internacional con nivel alerta roja como lo fue la cuestión de la vieja ciudad europea de Trieste. Esta urbe portuaria fue la única salida al mar que tuvo Austria, núcleo del imperio austrohúngaro, hasta que tras su derrota en la Primera Guerra Mundial pasó a formar parte del reino de Italia.

La historia europea está llena de olvidos. Uno de los primeros casos contemporáneos, del siglo XX, de deportaciones masivas de una población étnica lo sufrieron los alemanes. Una paradoja; los germanos protagonistas de los mayores y forzados desplazamientos étnicos del pasado siglo sufrieron en sus carnes las políticas de “nacionalización” italiana del puerto y la región de Trieste. Hasta 1919, era una ciudad multicultural. Un ejemplo de las ciudades cosmopolitas del Imperio Austrohúngaro, donde convivían sin problemas germanos, eslovenos, venecianos, bosnios, griegos, albanos, húngaros, eslovacos, checos... Al pasar al reino de Italia, y sobre todo tras la llegada al poder de los fascistas de Mussolini en la década de 1920, las políticas de “italianización” se extremaron organizando la expulsión de Trieste de más de 12.000 personas  de origen alemán.

El 2 de mayo de 1945, el Ejército Yugoslavo de Liberación Nacional (los partisanos comunistas de Tito) y la 8ª División el Ejército británico se “toparon” frente a frente en Trieste. Decidieron trazar a través de la ciudad y sus aledaños una línea fronteriza que sería la primera frontera “física” de la Guerra Fría. Sin duda, fue también inspiración para la “cortina de acero” que describiría Churchill como línea de separación entre los dos bloques, Este y Oeste, y que ya se perfilaban en el nuevo orden mundial.

Italia había estado en los dos bandos de la II Guerra Mundial. Primero como miembro del Eje, junto a los nazis. Luego, tras ser derrocado Mussolini en 1943, el reino de Italia firma un armisticio con los Aliados y comienza a colaborar con ellos. De las conquistas italianas en los Balcanes y Grecia ya no quedaba nada, incluso los partisanos yugoslavos habían conquistado territorio de la provincia de Trieste. Zona que acabando el año de 1945, Tito, el líder comunista de Yugoslavia, no estaba dispuesto a devolver.

El Año Nuevo de 1946, el 1 de enero del primer año de la posguerra mundial, la incertidumbre sobre la paz en Europa ponía su foco en una ciudad fronteriza, único puerto cosmopolita al Mediterráneo de la convulsa Europa Central. Al dictador Stalin comenzaba a importunarle la actitud de “verso libre” en el bloque comunista que adoptó el mariscal Tito en la Yugoslavia de posguerra. Con la fuerza y el prestigio que daba el éxito de haber sido uno de los pocos europeos, junto a los griegos, que habían expulsado a los nazis de sus países sin ayuda de terceros, Tito forzaba su postura negociadora sobre los límites de lo que tendría que ser el “reparto de poder” en el sur centroeuropeo.

La región de Trieste dividida en zonas desde 1946. La zona A, donde está la ciudad de Trieste, pasaría a ser de Italia. La zona B formaría parte de la antigua Yugoslavia. Fuente de la imagen

La misma ciudad de Trieste, no solo sus alrededores controlados por el Ejército Yugoslavo de Liberación Nacional, estaría en disputa durante ocho largos años de la posguerra europea. La “liberación” de la ciudad ocupada por los nazis había sido gracias tanto a los partisanos yugoslavos como al Ejército británico. Stalin temía que los occidentales aprovechasen la “autonomía” negociadora que demostraba ese líder comunista de los Balcanes, Tito, para reorganizar la geopolítica captando esa región balcánica para el bloque occidental. Aunque esas ambiciones territoriales de Tito también incomodaban y confundían a los aliados angloamericanos. Tanta incertidumbre y tensión militar hizo que con Italia no se firmase un definitivo acuerdo de paz aliado (que recordemos en los Aliados estaba la URSS también) hasta 1947, permaneciendo un contingente militar aliado en Trieste para evitar la posible invasión yugoslava de la ciudad.

Un informe realizado por la Oficina Británica de Estudios Históricos y Análisis Político en el mismo mes de mayo de 1945, recién acaba la guerra, incidía en la opinión sustentada en los círculos militares británicos de que si estallaba una 3ª guerra mundial por culpa de un enfrentamiento entre el lado capitalista y el comunista sería en la región de Trieste. Afortunadamente, Stalin no cometería el error de bulto de provocar un nuevo conflicto mundial por una ciudad del norte de Italia. Lo hubiera hecho si apoyaba a los yugoslavos en sus pretensiones o si los invadía para controlar a ese “rebelde” comunista y tomar el control de la zona (que incluía la estratégica Grecia).  

Stalin no jugaría esa mala carta que hubiese traído tan graves consecuencias, pero sí que la tensión creada en la región dejaría una huella de la Guerra Fría ahora olvidada. En 1947 se creó por resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), el Territorio libre de Trieste. Toda una ciudad-Estado independiente que resultaba una solución salomónica para evitar decidir la comunidad internacional, en unos momentos tan tensos de la posguerra e inicios de la Cold War, si la ciudad de Trieste pertenecía a Italia o a Yugoslavia. Hasta que en 1954 se decidió su regreso a soberanía italiana. Herida de un conflicto mundial, base de las posturas independentistas de algunos sectores de la sociedad de Trieste.



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador

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