De las minas de oro romanas a las minas de litio de Afganistán, una vieja historia de «explotadores»

 

Asombrosa fotografía de unos mineros bajando a una mina belga en 1900. El trabajo de la minería en sí supone una «sobrexplotación» del esfuerzo humano

Enjaulados y apiñados como ganado transportado en un camión, esos mineros belgas bajaban al interior de la mina donde trabajaban a principios del siglo XX. Recibían un salario y no eran «esclavos», pero la imagen muestra con toda crudeza las condiciones infrahumanas en las que desarrollaban su trabajo. Las riquezas de los recursos minerales han sido objeto de codicia en la historia de la humanidad en casi todas las civilizaciones y su explotación ha supuesto siempre un reto «sobrehumano» que ha generado grandes injusticias. Fenómenos como la esclavitud o la explotación colonial han tenido en la minería «justificaciones» para su existencia, sin reparos éticos por contar esas épocas con otras mentalidades. Incluso hoy día, como se ha visto en la crisis geopolítica abierta en Afganistán, el control para explotar esos recursos mineros sigue siendo causa de conflicto en las «nuevas guerras» (tecnológicas y comerciales). China ya se ha interesado en negociar con el futuro régimen talibán y comenzar a ser los explotadores de las potenciales minas de litio. En Pax Augusta os contamos una breve historia de esta eterna «lucha por el oro»

  

Las profundas huellas que dejaron las explotaciones mineras auríferas de la Roma Antigua en la Península Ibérica son hoy un parque natural protegido. Las Médulas (León, España) 

  Existe una generalizada idea que asocia la minería de la Antigüedad con la esclavitud como única mano de obra. Y es lógica esa apreciación por ser la mayoría de las personas que trabajaron en esas minas trabajadores forzados. Un trabajo forzoso por ser prisioneros de guerra o cautivos vendidos al mejor postor, aunque también fue realizado por «personas libres» que perdían su libertad y eran condenadas a trabajos forzados en canteras y minas para evitar la pena capital. En el derecho romano el trabajo obligado en la minería era la peor pena; después, claro está, de la condena a muerte. Además, al contrario de lo que se piensa, existieron en la minería romana muchos «trabajadores voluntarios» que recibieron un salario. Con la misma práctica que los guerreros, se ofrecía una merced (mercenarios) para trabajar en las minas. 

En el caso de la Península Ibérica esos «mineros asalariados» serían la mayoría hispanos. Los romanos preferían tener a la población autóctona de su lado y mejor tratada, así su colaboración resultaba más fructífera y satisfactoria para todos en la explotación. Capataces y mineros encargados de tareas especiales eran originarios de esas tierras, pobladores de esa región minera que también ayudaban en su exploración al conocer mejor el terreno. Autores clásicos como los «historiadores» Diodoro Sículo o Plinio el Viejo documentan en sus escritos el vivo interés romano en esas explotaciones que se sabían abundantes y la eficaz colaboración entre romanos e ibéricos, enseñando los primeros las técnicas de ingeniería minera necesarias para la extracción de los preciados metales.

En casi todas las provincias se encuentra plata, pero la más bella es la de Hispania...(Plinio el Viejo)

Estudios recientes han calculado las cifras de esta explotación minera romana masiva detallando un «absoluto saqueo». Solamente en el noroeste de la Península Ibérica, el más explotado, la extracción de metales preciosos (oro y plata) supuso en los siglos centrales de la conquista romana la cifra de 300 toneladas. La extensión de las tierras removidas fue de 680.000.000 metros cúbicos, en la práctica la extensión en metros cuadrados de toda la península. La avidez de explotación fue tal que para el siglo III, en unos doscientos años, los principales yacimientos ya estaban agotados. Y como un antojo irónico de la historia, esos «hispanos-romanos» convertidos en españoles llevaron esa avidez por explotar la minería de metales preciosos a la América hispana.


Grabado de la época colonial que representa el cerro con las minas de Potosí


De todas las explotaciones que se dieron en la época colonial española de América, la minería de la plata del Potosí fue la de mayor importancia. Otro dato que contradice la idea generalizada de una «obsesión» española por el oro de América. La plata de este cerro boliviano (Alto Perú en época colonial) se consideró teniendo en cuenta su calidad y su facilidad de extracción como el metal precioso al que dirigir los principales esfuerzos. Pronto se abandonó la costosa explotación del oro en los más difíciles yacimientos mexicanos, y en esas tierras de Nueva España también se miró a las menos inaccesibles canteras de plata. Pero ninguna de las explotaciones novohispanas y centroamericanas de plata fue tan determinante para la economía de ese periodo como lo fue la del Cerro Rico en Potosí. Así pues, pasado el mito de El Dorado y esa locura por el oro fácil, la explotación «industrial» y planificada por excelencia fue la plata del Potosí.

También hay que incidir en la idea errónea de que la mayoría de los mineros eran indígenas americanos esclavizados. Hay que considerar que estas minas de plata, y en concreto la del cerro de Potosí, se «descubren» y comienzan a trabajar a mediados del siglo XVI (1545) cuando ya la organización administrativa y política de los virreinatos está consolidada. Los virreyes utilizarán -como harían los romanos- a la población autóctona y a sus estructuras laborales para conseguir una mejor explotación de las minas. Es en la figura de los mitayos, los indígenas sometidos al servicio de la mita, donde se genera confusión a la hora de establecer qué clase de mano de obra se utilizaba en esas explotaciones mineras virreinales. Aprovechando el sentido de la mita como «servicio obligado», una especie de tributo a la «plebe indígena» que obligaba a trabajar durante un tiempo en favor de los jerarcas incas -luego españoles-, los explotadores de las minas coloniales se repartieron indios en régimen de semi esclavitud. 

«La fiebre del oro del Oeste americano»

Sin embargo, la explotación minera del Cerro de Potosí llegó a ser puntal de la economía de finales del siglo XVI y todo el XVII suponiendo el punto de inflexión para una primera «economía global». Se conectó la plata del Potosí con la metrópoli europea pero también con la economía de China y el resto de Asia. En tamaño proyecto la mano de obra acabó siendo mayoritariamente indígena por la necesidad ingente de trabajadores, la mayoría con salarios, pero también «pequeños empresarios» autóctonos que buscaban un porvenir. Ni que decir tiene que las condiciones de trabajo, como en cualquier mina, eran duras e infrahumanas en muchos casos. Pero se produjo en estas minas de la América hispánica un anticipo del «espíritu emprendedor» alocado y aventurero de la búsqueda de la riqueza rápida y fácil: las fiebres del oro del Oeste americano. 

De esta manera, la explotación minera también se puede asociar a la ambición y codicia individual. En el siglo de las migraciones por excelencia, el siglo XIX, se emigra, se emprende y organiza una «empresa» en búsqueda de metales preciosos cuando se descubren nuevos yacimientos. No habrá detrás una explotación masiva organizada para una gran entidad política (imperios); y aunque puedan ser iniciativas privadas seguirán siendo un factor económico fundamental. La rentabilidad de la minería a lo largo de la historia universal se ha basado en unos costes laborales ínfimos (esclavitud, semiesclavos), por lo que en época contemporánea sería foco de conflictos sociales. Sindicatos de mineros protagonizarían las revueltas y protestas laborales más determinantes durante la época de los movimientos obreros, en las primeras décadas del siglo XX.

En la actualidad, la necesidad de ciertos minerales imprescindibles para la nueva industria tecnológica ha reavivado la vieja codicia de los «explotadores». El litio o el coltán son los nuevos «metales preciosos» por los que luchar y fundamentar la economía global. 


Gustavo Adolfo Ordoño ©

 Historiador y periodista 

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