La operación Carne Picada

Fotografía de la novia inventada para el "comandante William Martin" /


En Pax Agusta os contamos gracias a Juanjo Ortiz, divulgador especializado en la Segunda Guerra Mundial, esta interesante y curiosa historia real que mezcla espionaje, aventura y heroísmo propios de una novela o de un guion cinematográfico

 

 Los aliados acababan de expulsar a los nazis del norte de África y Sicilia sería el próximo objetivo para preparar la invasión de Italia. Pero, de un modo u otro, los aliados tenían que hacer creer a los alemanes que la invasión se llevaría a cabo en otro lugar. La solución ideada consistió en hacer llegar a los nazis algunos documentos que nunca esperarían obtener y de un modo que jamás pudiera hacerles sospechar. Para ello se preparó la Operación Carne Picada (Mincemeat).

Todo era ficción, pero el plan se cuidó al detalle para convertirlo en una historia real. Un correo diplomático volaría al norte de África con instrucciones escritas para los jefes aliados. Su avión se estrellaría en algún lugar indeterminado del Estrecho, y el cuerpo junto a los documentos llegarían arrastrados por las mareas a las costas españolas. A pesar de que el gobierno de Franco era aparentemente neutral, había suficientes agentes nazis en España como para que cualquier documento aliado llegase rápidamente a Berlín, antes de que fuera reclamado por Londres.

La Operación Mincemeat fue una operación de contraespionaje que hizo creer a las potencias del Eje que los Aliados intentarían desembarcar en Grecia o Cerdeña, lo que los obligó a reforzar estas posiciones y, reducir sus efectivos en Sicilia

Obtener los documentos falsos resultó fácil. El general sir Archibald Nye, vicejefe del estado mayor general, escribió al general Alexander, comandante del 8º Ejército, revelando los planes para asaltar el cabo Araxos, en Grecia. Luego, el almirante lord Louis Mountbatten, escribió al general Eisenhower, comandante supremo del norte de África y a sir Andrew Cunningham, almirante de la flota, haciendo bromas acerca de las sardinas, para hacer pensar a los nazis en que el otro posible objetivo era Cerdeña. En su carta, Mountbatten también presentaba al correo diplomático como un miembro de confianza de su estado mayor.

El cadáver usado como señuelo en la Operación Carne Picada


Lógicamente, el mayor problema fue encontrar un “correo diplomático muerto”. Es decir, un cadáver lo bastante creíble para hacer ver a los alemanes que, en verdad, se trataba de un correo diplomático británico, fallecido en un accidente aéreo. Se decidió que el hombre debía tener unos treinta años y que sus heridas fueran lo más parecidas posibles a las de una víctima en un accidente aéreo en el mar.

Para ello se localizó el cadáver de un hombre que había muerto de neumonía por exposición al frío. Era una afección pulmonar similar a un “ahogamiento”. Rápidamente se emprendió la tarea de crear una nueva identidad para ese hombre, un mendigo de Gales. Lo convirtieron en un marino y lo llamaron William Martin. Lo inscribieron como un comandante nacido en Cardiff en 1907 y le asignaron la cartilla de identidad nº148228.

La preparación del cadáver del falso comandante sería tan meticulosa que llenaron su cuerpo de supuestas pertenencias personales. En la cartera llevaba un billete de 5 libras y tres billetes de 1 libra. En los bolsillos del pantalón pusieron 5 chelines y 10 peniques de calderilla; un paquete de cigarrillos, una caja de cerillas, un lápiz, dos billetes de autobús usados y un manojo de llaves. Además de un recibo de la cuenta por una noche en el club naval y militar de Piccadilly, junto a dos entradas de teatro.

Hasta le inventaron una relación amorosa. Una muchacha del ministerio de marina le escribió dos cartas como si fuera su novia, a las que se añadió una fotografía de la chica y una cuenta de un anillo de compromiso por 53 libras. También, había una carta de su padre. El toque final era una carta del Banco Lloyds, en el que se le indicaba que tenía un saldo negativo de 79 libras y una nota de una firma de abogados acusando recibo con sus instrucciones para el cobro de dicha deuda.

Así, al cuerpo de ese desconocido se le puso un uniforme acorde a su papel y un chaleco salvavidas. Sus efectos personales fueron empacados y los documentos oficiales, dentro de una cartera, atados a una de sus muñecas. Finalmente desde Greenock, partió el submarino Seraph hacia Malta. El único que conocía el secreto de ese ingenioso “engaño” era el capitán del submarino. Cuando subió a bordo el enorme bulto simulado como instrumentos ópticos, a la tripulación se le dijo que contenía una boya de control meteorológico que debía colocarse en el mar, en las costas de España, sin que los españoles llegaran a enterarse.

La supuesta cartilla de identidad nº 148228

El Seraph emergió el 30 de abril, a las 4.30 de la mañana cerca de las costas españolas. Sacaron al supuesto comandante Martin y lo deslizaron suavemente hacia el agua, a una milla de distancia de la ría de Huelva. Junto al cuerpo lanzaron una lancha neumática y un remo para agregar evidencias de un accidente aéreo.

No pasaría mucho tiempo del hallazgo fortuito. Un pescador informó esa misma mañana haber encontrado un cadáver, que fue entregado a la Armada Española. La noticia llegó con premura a la embajada británica en Madrid y poco después llegarían los efectos personales del oficial británico, pero no la cartera con sus documentos. Hasta el 13 de mayo no devolvieron los documentos y un análisis posterior demostró que los sobres habían sido abiertos. Fue fácil constatar que las cartas fueron estudiadas y fotografiadas por el alto mando alemán. Habían “picado el anzuelo”.

En base a los falsos documentos las tropas del Eje redistribuyeron sus fuerzas listas para sorprender a los invasores si se producía el desembarco. Así cuando los aliados tomaron por asalto Sicilia se encontraron sólo con la oposición de una división italiana y dos alemanas, en buena parte gracias al hombre que nunca existió. El hombre que fue enterrado con todos los honores militares en Huelva, por la misma gente que le había ayudado, sin pretenderlo, a engañar a los nazis.


La tumba del comandante William Martin aún se encuentra en el cementerio de Nuestra Señora de la Soledad de la ciudad andaluza de Huelva, desde que fue sepultado en 1943. En su lápida hay grabado otro nombre: Glyndwr Michael, el mendigo galés que sirvió para crear a William Martin. Sin embargo, en una investigación llevada a cabo por Jesús Copeiro y Enrique Nielsen se establece que el cuerpo pertenece en realidad a John Melville; militar que murió el 27 de marzo de 1943 en el hundimiento del portaaviones HMS Dasher. Dato que se observó al comprobar que el vagabundo Glyndwr Michael no murió ahogado y falleció realmente por un envenenamiento con matarratas

Juanjo Ortiz ©

Historiador, divulgador histórico y apasionado de la Segunda Guerra Mundial. Editor de uno de los blog más veteranos y seguidos sobre datos desconocidos e historias curiosas acerca de esta contienda:

El Cajón de Grisom

Autor del reciente libro: Historias desconocidas de la Segunda Guerra Mundial


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