Grandes sabotajes de la historia... con un curioso protagonismo del Puerto de La Habana

 

Para las autoridades cubanas de 1960 no hubo dudas de que las explosiones en el buque francés La Coubre fueron un sabotaje. El barco iba cargado de armas compradas en Bélgica para el gobierno revolucionario de Castro. Según sus acusaciones, la CIA saboteó ese cargamento

Los periódicos de todo el mundo no saben cómo titular la noticia de las roturas en gasoductos Nord Stream 1 y 2 en el mar Báltico. Todo parece indicar que ha sido un sabotaje, nada de accidentes “naturales”. Improbable que esas tres fugas simultaneas de gas se deban a una fatalidad, las autoridades danesas y suecas, los países afectados sospechan de un sabotaje. Ahora se trataría de saber quién es el responsable de esa acción intencionada y en Occidente se apunta a Rusia. Pero Moscú es el dueño del gaseoducto y atentar contra tu propiedad no es lógico. Sin embargo, no sería la primera vez que por intereses ocultos, en medio de un grave conflicto, un país se sabotee a sí mismo. En Pax Augusta os contamos algunos casos de grandes sabotajes en la historia


 Si algo tienen en común los grandes sabotajes a lo largo de la historia es que siempre generan dudas sobre su veracidad y su posible autoría. Si bien los sabotajes son acciones intencionadas para provocar daños considerables al rival en un conflicto, existen además los disimulados; los que son en realidad accidentes “aprovechados” por una causa o los que directamente resultan ser «auto atentados». Entre estos últimos estaría la estrategia conocida como de «bandera falsa». Es decir, simular el ataque de un potencial enemigo atacando o destruyendo objetivos propios consiguiendo así tener un casus belli que legitime declarar una guerra. También se dieron –y se dan- sabotajes de motivación social o política, como los atentados contra fábricas en las luchas del movimiento obrero. Donde abundan es contra las fuerzas de ocupación y represión cuando países o sociedades se encuentran sometidos. 

Empezaremos este repaso por la historia de los sabotajes destacando una curiosidad. El protagonismo que ha tenido el puerto de La Habana en casos de supuestos grandes sabotajes. Era 4 de marzo de 1960, apenas se había cumplido un año del triunfo de la Revolución cubana, cuando una explosión tremenda perturba la tranquila siesta habanera. A primera hora de la tarde en un muelle del puerto estalla una de las bodegas de popa del carguero francés La Coubre. Desde las nueve de la mañana se habían estado descargando las toneladas de municiones y armas compradas a la FN (Fabrique Nationale d’Armes de Guerre de Belgique). Todo iba bien, según consta en la documentación del vapor, hasta la repentina primera explosión que pilló a los estibadores y a la tripulación en un descanso.

Hasta ese lugar comenzaron a llegar ciudadanos curiosos, bomberos y policías de La Habana para socorrer a heridos y víctimas. Sería lo que aumentase el número de muertos, porque poco más de media hora después se producía una segunda explosión. El balance de víctimas mortales osciló entre las 70 y 100 personas, un dato que demuestra la dificultad que desde el principio tuvieron los investigadores del seguro de la naviera para averiguar lo ocurrido. Lo único seguro que constataron es que seis de los tripulantes franceses fallecieron. Sin embargo, para el gobierno revolucionario de Cuba el supuesto accidente fue un claro sabotaje de Estados Unidos. Semanas antes circuló una nota del cónsul estadounidense de Amberes donde, sin recato, se presionaba a los gobiernos europeos para evitar la venta de armas a los cubanos. El disgusto de Washington era notorio, pues el carguero francés La Coubre llevaba desde octubre de 1959 suministrando armas a La Habana.

Fue en el discurso de Fidel Castro en el funeral de las víctimas del supuesto sabotaje del vapor La Coubre que se popularizó su frase de ¡Patria o Muerte! para referirse a lucha contra la amenaza externa


 Ni el informe de las aseguradoras belgas y francesas, los fabricantes de las armas y los suministradores respectivamente, ni las investigaciones que realizaron discretamente varios servicios secretos europeos llegaron a conclusiones certeras sobre las causas de esas explosiones en el La Coubre. Todo quedaría abierto a hipótesis. Por un lado las aseguradoras se decantaban, siguiendo el testimonio del capitán del navío, en que pudo haber negligencia tanto en la organización de la carga del mismo buque como en la descarga de los operarios del puerto. Las granadas estuvieron alojadas en bodegas con mala aclimatación junto a otras mercancías y los soldados cubanos que supervisaron el desembarco del armamento eran inexpertos, jóvenes reclutados para el nuevo ejército de las Fuerzas Armadas y Milicias Revolucionarias.

Por otro lado, el gobierno revolucionario a través de sus propias investigaciones vio enseguida la acción de una «mano negra». En este caso de Washington y su agencia de inteligencia CIA, para impedir el rearme de la Revolución cubana. El mismo Fidel Castro en el discurso que daría durante el funeral de las víctimas aseguraba tener claro los indicios de un sabotaje. Una de las cajas con granadas tendría un dispositivo retardado que fue accionado con el movimiento al ser desembarcada. La segunda explosión sí que podría ser consecuencia de la primera intencionada. Esta hipótesis tampoco presentaba pruebas fehacientes y dejaba muchas preguntas al aire... ¿Cuándo se puso el retardador? ¿En Amberes, en La Habana? ¿Quién pudo colocarlo? ¿Cómo fue tan preciso tras más de 15 días de una navegación que iba con retraso? ¿Un movimiento del barco no lo pudo accionar antes? 

Como ya había ocurrido en el puerto de La Habana unos 62 años antes, en febrero de 1898 con el caso del Maine, es muy probable que un accidente fortuito fuese convertido en un sabotaje. Es decir, un incidente aprovechado por unos intereses creados para ocultar las verdaderas intenciones. En el caso de 1960 del carguero francés La Coubre, curiosamente, la versión del sabotaje favorecería a los dos rivales. Aunque más a la retórica antiimperialista de Cuba, también sirvió para que Estados Unidos propagase por Europa la desconfianza hacia el nuevo régimen cubano. Hecho que hizo se dejasen de vender armas a La Habana y que ésta tuviera, desde entonces, que comprarlas a la “temida” Unión Soviética. A Fidel Castro, primer defensor de la versión de un sabotaje, desde luego le sirvió para consolidar el mensaje que surgió de ese incidente: ¡Patria o Muerte! Exaltaba a los cubanos a defender la Revolución de las agresiones extranjeras.

El USS Maine entra en la bahía de La Habana. Foto del archivo del diario Granma 

 

 Quizá se haya extrañado el lector al leer que el caso del navío Maine atracado en La Habana durante la Guerra de Cuba de 1898 fuese con más probabilidad un accidente que un sabotaje. Se nos había enseñado en nuestras clases de historia que ambos enemigos llegaron a considerarlo un sabotaje. La versión de los estadounidenses era que fue un atentado de los españoles y sería su casus belli para entrar en la guerra y, supuestamente, ayudar a los independentistas cubanos. La interpretación española era que si no fue un accidente sería una torticera maniobra de Washington que hundía su propio barco para  crear una afrenta falsa y declarar la guerra a Madrid. Investigaciones recientes apuntaron al más que posible accidente fortuito y que la rápida propaganda de esa tragedia por los partidarios de declarar la guerra a España lo convirtió en un sabotaje.

Dejando a un lado la peculiaridad de estos dos incidentes convertidos en «sabotajes» ocurridos en el puerto de La Habana, tan similares en muchos aspectos, debemos comentar la infinidad de actos de sabotaje con menos dudas sobre su autoría que se realizan durante conflictos de todo tipo. Para algunas organizaciones sindicales, sobre todo las de carácter anarquista, el sabotaje fue una herramienta lícita para la lucha obrera. Se suele considerar al anarco comunista francés Émile Pouget (1860-1931) como el teórico sindicalista que expuso los «valores del sabotaje» en las luchas de los movimientos obreros contra los abusos de la patronal. En numerosos panfletos y revistas sindicales, gracias a su oficio de periodista, defendió el uso del sabotaje para combatir las injusticias patronales. Actos de sabotaje como inutilizar las máquinas de vapor de los trenes, para reforzar las reivindicaciones de la gran huelga ferroviaria en Francia a finales del siglo XIX.

Portada del panfleto sindical titulado El Sabotaje de Émile Pouget

 Finalmente, es evidente apuntar que los diversos y numerosos sabotajes realizados por la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial, algunos de ellos grandes sabotajes que causaron graves daños en las mismas infraestructuras francesas (railes, puentes, viaductos...), ayudaron al éxito de la campaña del Día-D. Asimismo, por destacar otro gran sabotaje donde se sacrificó al propio patrimonio industrial de un país, señalar el caso de la Operación Gunnerside o Batalla del agua pedada donde un comando de jóvenes soldados noruegos protagonizó "la incursión de sabotaje más audaz de toda la Segunda Guerra Mundial"

Este acto de sabotaje supuso, nada más y nada menos, que Hitler no consiguiera fabricar la bomba atómica antes que los aliados. En la Noruega ocupada por los nazis, la planta industrial de Vemork, en las heladas montañas de Telemark, fabricaba «agua pesada», que así llaman al óxido de deuterio o hidrógeno pesado, y que en las primeras investigaciones nucleares se consideró un elemento útil para la fisión. El sabotaje fue un rotundo éxito, sin disparar un solo tiro y sin bajas, el comando noruego destruyó su propio complejo industrial para favorecer la victoria aliada en la guerra.


Gustavo Adolfo Ordoño ©

Historiador y periodista

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