La hispanidad y cuando para México era más importante celebrar la Virgen de Guadalupe que el Día de la Independencia


Mexicanos durante la celebración de la Virgen de Guadalupe, la mayoría de origen indígenaLa fe por la Virgen de Guadalupe surgió en la época colonial, el 12 de diciembre de 1531, cuando la leyenda dice que esta virgen morena se le apareció al indígena Juan Diego.
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 No han pasado muchos años desde que en las encuestas sociológicas para el mexicano medio era más importante celebrar a la Virgen de Guadalupe que su «Día de la Independencia». El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) mexicano, el Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), publicaba en 2015 los resultados de una encuesta donde se había preguntado: “¿qué es más importante para los mexicanos: la celebración del Día de la Virgen de Guadalupe o la celebración del Bicentenario de la Independencia de México?” Casi el 45% de los encuestados indicaron que la «Virgen» frente al 24% del Bicentenario, un 28% que ambos días y sobre un 3% fueron los habituales NS/NC. Es decir, el sentimiento nacional mexicano se identificaba más con un culto católico de raíces hispánicas que con una celebración política laica.

Eran años donde esa Virgen seguía siendo el mejor ejemplo del sincretismo cultural que fundamentaba conceptos como los aparentemente enfrentados «Hispanidad» y «Mexicanidad». Parecía contradictorio, porque la Virgen de Guadalupe es un evidente legado de la evangelización hispana en esas tierras desde el siglo XVI y al mismo tiempo es el símbolo más popular de la independencia mexicana. Justo fue durante la Revolución mexicana, que encaminó la independencia, que el estandarte de la Virgen de Guadalupe se convirtió en bandera de esa causa. El patriotismo criollo renegaba de los gachupines (españoles) pero no lo hacía de su profunda devoción católica por la Virgen. Una devoción que obviaban era herencia de la colonización española.

Así, resulta posible comprender como una mayoría de mexicanos identifica su «nacionalidad» más con un culto religioso que con una fecha conmemorativa de un hecho concreto del proceso de independencia. La elite criolla se aprovechó de esa gran religiosidad popular que caló entre los indígenas y mestizos para canalizar a través de ella a la nueva nacionalidad mexicana. Una paradoja que se ha interiorizado tanto que ya no se ven, sin una reflexión de por medio, sus contradicciones. Y entre ellas está el gran componente de «hispanidad» que se necesitó para construir ese símbolo tan mexicano de la Virgen de Guadalupe


Uno de los murales más representados de la Virgen de Guadalupe en México


Cuando se ha definido al concepto de hispanidad se ha tenido que apuntar a un hecho histórico ocurrido como «natural de la época»: la evangelización española de América. Los teóricos decimonónicos partieron de tres puntos para explicar la nueva idea de hispanidad: la evangelización cristiana, el humanismo español basado en la contrarreforma y los códigos jurídicos que dictaminó la monarquía hispánica para intentar dirigir, controlar y proteger a sus súbditos del continente americano. 


Las dificultades de entender la hispanidad en el siglo XXI


 Durante los últimos años de este siglo XXI el concepto de «Hispanidad», que había evolucionado en el siglo XX respecto a su versión decimonónica para resultar más esclarecedor y «realista», ha sufrido una nueva marea de confusión haciéndolo más complejo y distante. Además de los numerosos prejuicios existentes en todas sus versiones, tiene ahora que aguantar como nunca la acción del «revisionismo histórico» desde la vieja dialéctica política de Izquierda y Derecha (guerra cultural de hoy). En resumidas cuentas, no son buenos tiempos para entender –y comprender- lo que representa la hispanidad. 

El mundo ha tomado en la autopista de la globalización una salida hacia el populismo y una vuelta al «localismo» en forma de resurgimientos nacionalistas excluyentes. Por eso el concepto de hispanidad con una explicación universalista, adaptado mejor a los primeros tiempos de la globalización, no ha logrado imponerse en estos lustros del siglo corriente. Muy atrás había quedado la explicación de principios del siglo XX donde aún pervivían asociados términos como «raza» o la identidad del «ser hispánico» o el de nacional-catolicismo del régimen franquista. También atrás se dejó la argumentación técnica más reciente -y más equilibrada- que se formuló en las primeras Cumbres Iberoamericanas y que sirvió para cimentar las nuevas relaciones entre la España ya democrática y América Latina


Las banderas de la Hispanidad o Comunidad Iberoamericana



 Venía a decir que hispanidad sería sinónimo de «un pasado común y la aceptación de los legados indígenas, españoles, portugueses, así como los africanos y orientales injertos luego (Julián Marías, 1992)». La inclusión de Portugal es porque la raíz del término «Hispanidad» es latina, Hispanitas, que servía para denominar a todos los pueblos de la península ibérica. Sin embargo, el auge de las doctrinas indigenistas en la mayoría de las sociedades iberoamericanas y la concienciación en éstas de la necesidad de atender -de una vez- las reivindicaciones del indigenismo, ha facilitado identificar a la hispanidad o hispanismo únicamente con la idea crítica de lo peor del colonialismo o imperialismo.

De esta manera, en el último lustro y coincidiendo con las conmemoraciones de la independencia en estas repúblicas iberoamericanas, la tendencia ha sido evitar reformular el «concepto de Hispanidad» y esquivarlo para refundar una nueva identidad latinoamericana lo más alejada de él. Actitud que ha provocado nueva confusión, malentendidos, debates y polémicas, haciendo que en la misma España la festividad nacional del 12 de Octubre se evite llamar «Día de la Hispanidad» y, curiosamente, se sobreponga también como en el caso mexicano una fiesta religiosa sobre el carácter festivo laico y conmemorativo, la celebración de la Virgen del Pilar


© Gustavo Adolfo Ordoño
   Historiador y periodista

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