Friedl Dicker-Brandeis, la olvidada artista que combatió al nazismo con los dibujos de sus alumnos

 

Mujeres olvidadas de la historia; Friedl Dicker-Brandeis y los dibujos del campo de Terezín

Mujer en un vagón, autorretrato de Friedl hacia 1940  

 A nivel académico esta mujer artista, diseñadora, arquitecta y educadora, es muy conocida y valorada. Cualquier buen estudiante de humanidades habrá oído hablar de la Bauhaus, la escuela de arte, diseño y arquitectura fundada por el arquitecto Walter Gropius en la ciudad de Weimar en 1919. Pues bien, Friedl Dicker-Brandeis fue una brillante y becada estudiante judía, de Viena, en este centro artístico desde el primer curso iniciado en 1920. En la que muchos han considerado «la mayor y mejor escuela de artes y oficios del mundo», la joven Dicker se empapó de una nueva filosofía (vanguardias) para enfrentarse a la creación artística

Sin embargo, su reconocimiento general en libros de historia y museos sigue siendo bastante escaso. Ni siquiera su trágico y triste final, gaseada en Birkenau –unos de los campos auxiliares de Auschwitz- sirvió para relanzar su obra como la de una artista total y de las más significativas de los «años dorados» de la cultura europea de entreguerras. Las muestras de su arte aparecían de forma tangencial en exposiciones sobre la Bauhaus o relacionadas con el Holocausto en museos judíos dedicados a esa barbarie. Solamente a partir de 2015, cuando se cumplía el 70º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron estudios serios (tesis doctorales y museográficas) sobre su figura como artista individual. 

De todas formas, esa ausencia de reconocimiento pleno tuvo más causas que el haber caído en el olvido como artista y entrar en la «masa de víctimas» del Holocausto. A pesar de los aires de libertad y vanguardia que se respiraban en la Bauhaus, la desigualdad entre mujeres y hombres que existía en la sociedad se apreció también en esa escuela cuando se dirigía a las mujeres hacia los talleres más «acordes» a su género. Es decir, la mayoría de las artistas acababan en el taller de arte textil; considerado un «arte menor». Lo positivo fue que esta aparente discriminación de mujeres talentosas, pondría la base artística que pronto adquirió el diseño de la alta costura

Fotografía de mujeres alumnas de la Bauhaus; Friedl Dicker está entre ellas...


  Eso le pasó a Friedl Dicker, que para evitar ser limitada al diseño de vestuario comenzó a estudiar arquitectura con un compañero de la Bauhaus, el también diseñador Franz Singer. Comenzaron una relación sentimental y a la larga, sus originales proyectos arquitectónicos aunque conjuntos se apreciaban más como trabajo de Singer. Es decir, la falta de reconocimiento nacía ya en su época al estar minusvalorada por su condición femenina. Así, una de las facetas que los estudios realizados sobre ella desde 2015 recuperaron fue su capacidad pedagógica en educación infantil gracias al arte. Una capacidad adquirida en sus estudios anteriores a la época de la Bauhaus; aunque luego fue ella quien se preocupó junto a su maestro Itten de aplicarla en la escuela de Weimar. 

Fue gracias a los estudios tan novedosos de la escuela privada de Johannes Itten en Viena, donde la casi adolescente Friedl adquirió recursos didácticos propios de la educación infantil para aplicarlos a la enseñanza del arte. En 1916, con apenas 18 años, Friedl Dicker ingresó en la Escuela de Arte Itten. Este artista suizo había sido antes maestro de primaria y seguía los métodos del pedagogo alemán Friedrich Fröbel, que desde mediados del XIX introdujo el llamado «aprendizaje libre». Un método basado en la enseñanza a través del juego, pauta pionera en la transformación de la pedagogía moderna. Convertida desde 1942 en prisionera de un campo de concentración nazi, Friedl Dicker-Brandeis, usaría esta metodología para enseñar arte a los niños del campo, abstraer la realidad y librarles así del horror que les rodeaba.

 

«Terezín, la ciudad ideal que Hitler construyó para los judíos»

 

  Friedl Dicker-Brandeis, nacida en Viena el 30 de julio de 1898; sus padres son Simon y Karolina, una familia judía de comerciantes humildes. Por eso podría sorprender el apoyo de los progenitores al deseo de la niña Friedl de ser artista, pero en la Viena de principios del siglo XX la comunidad judía identificaba libertad con la actividad cultural. Así se puede entender el fácil camino desde los estudios elementales a los de arte que emprenderá en la academia vienesa de su maestro Itten, sin haber cumplido los veinte. 

Con poco más de esa edad la vemos llegar a la Bauhaus. Allí, en realidad, profundizará en los estudios que ya tenía de fotografía, diseño gráfico y textil. Más tarde aprenderá arquitectura, asociándose como hemos contado con Franz Singer desde 1924 cuando ambos dejan la Bauhaus. Pero él estaba casado y la relación amorosa se tensó como el ambiente político en Viena, rompiendo la pareja de amantes al inicio de la década de 1930. 

Huyendo del ambiente pre-nazi en Austria tan desconcertante, llegó a Praga donde decidió casarse con su primo Pavel Brandeis. Como sus padres, ellos fueron una pareja judía de trabajadores humildes. Él era contable y ella daba pedagogía del arte a los maestros infantiles y a niños judíos que huían de la Alemania nazi. También continuó como artista ligada a las Vanguardias de Centroeuropa. Una vida que como a millones de personas se trastocó a partir de 1939 y que en su caso les llevó a ser deportados –sólo por ser judíos- al campo de Terezín, a unos sesenta kilómetros en las afueras de Praga. 


Uno de los dibujos de los alumnos de Friedl en el campo de Terezín 


  El destino parecía fatal porque ese viaje ocurrió a finales de 1942, cuando ya se sospechaba del criminal propósito de los campamentos nazis de internamiento forzoso. Pero Terezín, Theresienstadt en alemán, fue una suerte de «oasis» en el desierto del horror que fue la red de campos de exterminio del III Reich. Una mezcla de gueto y campo de paso, intermedio hacia otros más importantes, hizo de Terezín un lugar con más posibilidades de sobrevivir. La comunidad de personas allí encerrada tuvo la fortaleza de «resistir mentalmente», a base de una intensa actividad cultural para recuperar la humanidad ante tanta violencia absoluta. 

Un protagonismo decisivo, que ahora comienza a reconocerse, en esa resistencia activa lo tuvo una mujer artista y docente llamada Friedl. Ya anónima, un número más en el campo/gueto, pero plena de espíritu creativo se dedicó a enfrentarse al nazismo con la belleza, el arte y la enseñanza. Cuidó a los niños y jóvenes del campo con lo mejor de sí misma –su arte- y lo más humano que les podía ofrecer, la cultura. Creó una «mini Bauhaus», una escuela de arte para las niñas y niños de Terezín. Aprendiendo a dibujar y a diseñar, conseguía que esos menores huyeran de ese mundo de terror que algunos adultos habían creado a su alrededor. Convencida de que el arte era terapéutico y liberador, promulgó la actividad artística entre todos sus compañeros de encierro. 

Friedl Dicker-Brandeis, en una imagen hacia la década de 1930

  Sobre el papel el campo de Terezín era considerado un «simple gueto» por los nazis, que llegaron a usarlo –como farsa- de ejemplar centro de internamiento judío ante los inspectores de la Cruz Roja, cuando la sospecha del exterminio era ya una certeza. Llegaron a filmar un documental de propaganda sobre ese campo, donde el locutor lo llamó «ciudad ideal creada por Hitler para los judíos». Sin embargo, muchos de los hombres eran trasladados a realizar trabajos forzados a otros campos. Eso ocurrió en septiembre de 1944 con su marido, Pavel Brandeis. Trasladado en un «transporte» con otros 5.000 hombres de Terezín para ayudar en la construcción de uno de los nuevos «campamentos» de Auschwitz. Enterada Friedl, temiendo que su marido podía ir a una muerte segura, pidió ser trasladada también en el siguiente transporte para compartir su suerte. 

Antes enterró dos maletas con más de 4.500 dibujos realizados por sus alumnos en esos dos largos años de internamiento en Theresienstadt (Terezín). El destino que pareció benévolo con el matrimonio Brandeis cuando les llevó al gueto de Terezín, resultó de la mayor ironía cruel posible cuando les condujo a Auschwitz. Paul y Friedl nunca se reencontraron. Ella fue asesinada en una de las cámaras de gas un día después de llegar a su nuevo destino, era el 9 de octubre de 1944. Su marido Paul sobrevivió al Holocausto, siendo uno de los ancianos guardianes de esa memoria histórica tan inhumana; falleció en 1971.  

 

Finalizada la guerra, las maletas fueron encontradas y ahora forman parte de la colección del Museo Judío de Praga



© Gustavo Adolfo Ordoño
   Historiador y periodista

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