Gaza y la Ciudad de los Gritos; la historia de la Humanidad, ¿una historia de grandes masacres?


Miles de cráneos apilados, testigos de las masacres masivas de los Jemeres Rojos en Camboya 



Yo soy el castigo de Dios. Si no hubierais cometido grandes pecados, Dios no hubiera enviado sobre vosotros un castigo como yo.

Gengis Kan (c. 1162-1227)



 En los últimos años, en el mercado editorial, han proliferado los libros de divulgación sobre el origen de las especies humanas y el monopolio final del homo sapiens en nuestro planeta. Muchos comentan las teorías que existen acerca de cómo se impuso nuestra especie al resto de las especies «hermanas» humanas, con las que convivimos durante decenios de miles de años. Una hipótesis habla del «cruzamiento», del mestizaje, imponiéndose la genética sapiens; y otra habla, directa y llanamente, de «exterminio». Una suerte de genocidio prehistórico cometido por nuestra especie sobre los otros grupos de humanos, en su afán de ocupar y dominar los nuevos hábitats. En el caso del sapiens llegando a Euroasia y encontrándose con el neandertal, es donde se van confirmando más evidencias de que la teoría de la eliminación de las otras especies a manos de los sapiens podría ser una hipótesis cierta. 

Como apoyo fuerte a la otra teoría del cruce entre especies están los últimos avances en análisis de ADN fósil. Las muestras encontradas en la cueva de Denisova (Siberia, Rusia), son un filón para los paleo-antropólogos. Tanto que hubo que unir una cuarta especie humana hermana a la nuestra, también a los neandertales y a la más extendida en Asia, el homo erectus, y se le puso el nombre de homo denisovano. En estrecha convivencia todas estas especies en una franja temporal amplia que va desde hace unos 120.000 a 12.000 años. 

 Sin embargo, son aportes mínimos los rastreados en los humanos modernos. El 2% de media en el europeo actual por parte del ADN neandertal, un 6% de los genes de aborígenes australianos, papuanos y melanesios es denisovano y entre el 0,2 y el 0,5% de las poblaciones indígenas americanas también lleva ese aporte denisovano. Por lo que otros especialistas dicen que no se puede hablar de «disolución de esas especies» en una única especie humana, la victoriosa homo sapiens

Una tercera teoría habla de una combinación de ambos factores. Aniquilación física de los grupos, con batallas prehistóricas por el control del territorio, y aniquilación sexual, en el sentido de imponerse una genética mejor adaptada como resultó la sapiens finalmente. Sea así o no, lo que se puede demostrar empleando la antropología social es que el humano actual practicó la masacre de poblaciones de sus congéneres desde tiempos tempranos. ¿Herencia recibida de los grupos humanos más antiguos en su proceder al encontrarse con otros grupos de semejantes? La cita del comienzo del texto es una frase que Gengis Kan pronunció para justificar su venganza contra los habitantes de Bamiyan, que osaron resistirse a su poder durante meses de asedio a la Ciudad Blanca.


Pintura anónima del Gran Kan


La Ciudad de los Gritos (Shahr-i- Gholghola


 Se supone que la sentencia del Gran Kan fue pronunciada como advertencia y como justificación ante la masacre de toda la población del valle. Pues una vez acabado el asedio de la Ciudad Blanca, que desde entonces se conoce como la Ciudad de los Gritos, aniquiló a las gentes de todas las aldeas y villas colindantes de la región de Bamiyan. Los cronistas de la época hablan de vengar a su nieto favorito, muerto en la batalla. Eso, claro, no explica tan desproporcionada medida para hacerse con el control de un territorio. 

No obstante, su frase tan llena de religiosidad -Yo soy el castigo de Dios- implica una doble intención. Es sabido que el Gran Kan mongol fue también chamán de los dioses de los clanes mongoles que unificó como líder guerrero y que le gustaba intercambiar pensamientos con los mercaderes y embajadores europeos o musulmanes, o con los monjes budistas que se cruzaban en su expansión.

 Así conoció que en las otras confesiones también se narraban masacres cometidas en guerras o venganzas por las «grandes tribus» que crearon esas religiones. Por ejemplo, la de primogénitos en Egipto, el Éxodo judío, la de recién nacidos en Palestina al nacer Jesucristo, la masacre de Kerbala y el asesinato de Alí y sus tumultos en los inicios del Islam, las grandes Cruzadas cristianas... No sé, quizás el emperador mongol llegó a la misma teoría «científica» de buscar las constantes en una hipótesis: las masacres como una historia que parecía repetir un patrón ancestral en la especie humana; esa especie que acabó dominando el planeta. 




© Gustavo Adolfo Ordoño 
   Periodista e historiador

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