Juegos Olímpicos durante la Guerra Fría, cuando ganar una Medalla de Oro era una cuestión de Estado

 

Miembros de la selección olímpica de baloncesto de la Unión Soviética celebran alegres su medalla de oro en los Juegos de Seúl (1988)


 Durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, los aficionados al baloncesto pudimos disfrutar del primer y auténtico Dream Team de los Estados Unidos. La primera selección olímpica de Basket que los norteamericanos llevaban solamente compuesta por jugadores de la élite profesional de la NBA. Estaban nombres míticos de la historia de este deporte como Michael Jordan, Larry Bird o Magic Johnson. Y participaban en esas Olimpiadas por una cuestión de orgullo, pero también por una acuciante «cuestión de Estado». Resultaba muy irritante para la superpotencia capitalista que ostentaba la liga mejor de baloncesto, con cifras ya millonarias y convertida en una industria, ver ganar el oro olímpico a selecciones del bloque del Este como Yugoslavia o la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), su principal antagonista en ese mundo dividido en dos bloques: comunismo y capitalismo

El último toque de atención había ocurrido durante los pasados juegos olímpicos de 1988 en Seúl, la capital de Corea del Sur. Un escenario muy significativo de ese mundo bipolar, pues las olimpiadas trascurrían en una península divida tras la Guerra de Corea (1950-1953). Ese temprano conflicto, en plena posguerra de la Segunda Guerra Mundial, fue el enfrentamiento más directo que se daría entre comunistas y capitalistas en la llamada Guerra Fría, protagonista de casi toda la segunda mitad del siglo XX. Que se celebraran los Juegos en la capital surcoreana era un espaldarazo al reconocimiento internacional de la democracia de ese país, en contraposición a la dictadura maoísta de sus vecinos del norte.

Países de irredento comunismo como Albania, Cuba y la vecina Corea del Norte boicotearon esas olimpiadas que querían premiar el esfuerzo modernizador y democratizador surcoreano. Sin embargo, los principales países del bloque comunista no les secundaron y casos como el oro olímpico en baloncesto de la URSS aportaban datos del panorama internacional más interesantes de lo que parecían. En esa selección soviética de baloncesto la mayoría de los jugadores eran lituanos, liderándola el mítico Arvidas Sabonis. El triunfo de estos «soviéticos» ocurría un año antes de la caída del Muro de Berlín y pocos años antes de la disolución de la misma Unión Soviética. Para más detalle histórico, el otro finalista era Yugoslavia que también dejaría de ser una realidad de país socialista en breve. 


Jordan, en el centro, celebra brazo en alto su medalla de oro con el Dream Team en Barcelona'92

 Es decir, a pesar de estar en los años finales del bloque comunista los Estados Unidos no eran todavía esa potencia abrumadora que arrollaría en el medallero olímpico. Por extraño que parezca a las generaciones más jóvenes, en las décadas entre 1950 a 1980 la superpotencia occidental no sería la que obtuvo más medallas de oro o el mayor número total de medallas olímpicas. Es significativo de ello que en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, digamos que en "plena" Guerra Fría, la Unión Soviética obtuviese más de cien medallas y EEUU se quedase muy por debajo del centenar (71). Esa correlación que se hace del potencial socioeconómico y político con el número de medallas ganado, como explicación de la supremacía estadounidense, no se hizo con los países socialistas durante el siglo XX. 

¿Prejuicios políticos o ideológicos? ¿Rivalidad absoluta de bloques hasta en unos juegos deportivos de la concordia? Así sería, aunque también influyó en ese dominio del bloque del Este en los Juegos Olímpicos de la segunda mitad del siglo XX el hecho de suponer para estos países una cuestión de estado el triunfo, la obtención de medallas. Casos como la Alemania comunista, la RDA, con el dopaje sistemático de sus atletas para favorecerles frente a sus competidores nos hablan de la importancia que se daba a la victoria olímpica como triunfo también cultural y político contra el «enemigo capitalista».

Fueron años, décadas, de profunda politización de las Olimpiadas. La política y las influencias geopolíticas se mantienen hasta hoy día en este evento internacional tan influyente a nivel mundial, lo vemos con el bloqueo a la participación de Rusia y Bielorrusia por la Guerra de Ucrania. Pero fue en el período de la Guerra Fría donde la politización olímpica llegó a sus mayores extremos. 

A los Juegos Olímpicos de 1980 de Moscú no acudió Estados Unidos como protesta por la invasión soviética de Afganistán en 1979. Apoyaron ese bloqueo unos 70 países, entre los que estaban potencias olímpicas como Japón, la República Federal Alemana y CanadáCuatro años más tarde, los Juegos de Los Ángeles (1984) fueron boicoteados por la URSS y 14 países del bloque del Este. La Guerra Fría continuaba con toda su "virulencia"...


© Gustavo Adolfo Ordoño
     Periodista e historiador


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