El niño Samuel Reshevsky jugando al ajedrez en una fotografía en París hacia 1920 |
Dondequiera que fuera, grandes multitudes venían a verme jugar. Durante cuatro años, estuve expuesto al público. La gente me observaba, me pinchaba, intentaba abrazarme, me hacía preguntas. Los profesores medían mi cráneo y me sometían a análisis psicológicos. Los periodistas me entrevistaban y escribían historias extravagantes sobre mi futuro... (Fragmento de las memorias de Samuel Reshevsky, 1911-1992)
Según cuenta él mismo, Samuel Reshevsky, aprendió a jugar al ajedrez a los cuatro años en su Polonia natal. Su primer maestro fue su padre y luego de ganar a varios máster nacionales polacos, el mejor de ellos, Akiba Rubinstein, le vencería y daría algunas clases magistrales asegurando que Samuel conseguiría ser pronto un campeón mundial. Los padres de este niño prodigio del ajedrez fueron los primeros en creer ese vaticinio y lo llevaron de gira por Europa y América. Convertido en una celebridad infantil en los Años 20 del pasado siglo, acabó siendo uno de los primeros casos denunciados por explotación mercantil de un menor.
Hasta los 13 años sus padres no le llevaron a una escuela. De educación judía ortodoxa y de orígenes humildes, las exhibiciones de Samuel se convirtieron en la lucrativa fuente de ingresos para mantener a la familia numerosa. Sus padres no pensaban necesaria para él una enseñanza normalizada de escuela. Muchos educadores influyentes de la época, como la psicóloga y pedagoga suiza Francisca Baumgarten, advirtieron a los progenitores de la necesidad de educar y enseñar en valores y conocimientos escolares de primaria a un maestro del ajedrez que no dejaba de ser un niño de nueve años.
Instalados en Nueva York, los Reshevsky serían acusados en 1924 por un tribunal de menores de Manhattan de comportamiento inapropiado en la tutela de su hijo. Para evitar el enjuiciamiento, aceptaron la oferta de un filántropo judío amante del ajedrez, Julius Rosenwald, de pagar todos los estudios de Samuel a cambio de abandonar las giras de exhibición pública como ajedrecista. Con casi catorce años entró en un tradicional colegio judío y acabaría graduándose en la Universidad de Chicago algo más tarde de lo habitual. Una década después, con 24 años reanudaría su vida como campeón de ajedrez sin deslumbrar como en su infancia pero con una sólida carrera de gran maestro ajedrecista.
Mozart, quizás el niño prodigio más famoso de la historia |
Samuel Reshevsky no es el niño prodigio más famoso de la historia, pero representa de manera ejemplar la cuestión de estos menores con unas dotes prodigiosas. Una relación con sus padres o tutores marcada siempre por la complejidad de su personalidad y el saber cómo tratarles. Además, en la mayoría de los casos, se sufría por parte del niño el estrés emocional de la presión paterna por explotar esas condiciones prodigiosas. Resultaría así también con el caso más famoso de niño prodigio: Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Virtuoso del violín a los 4 años y compositor musical a los 6 años, su padre Leopoldo se lo llevaría de gira por las cortes europeas para el deleite de aristócratas y monarcas.
Estos niños prodigios de la historia no contarían con un especial tratamiento educativo y psicológico como existe en la actualidad cuando se detectan estas aptitudes excelentes. Pablo Picasso (1881-1973) recibió desde muy niño la exigente formación de su padre, José Ruiz y Blasco, que era profesor de dibujo en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. Con esa educación perfeccionista del oficio conseguiría pintar su primer óleo a los ocho años y ser el autor principal con quince años de una exposición en Barcelona.
Gracias a la personalidad fuerte de Picasso, esos niveles de exigencia paterna fueron asimilados como algo positivo en lugar de convertirse en un trauma infantil. La desventaja mayor de poseer esas cualidades geniales era la pérdida de la inocencia y de la infancia, de las experiencias infantiles que todo niño o niña deben vivir. Resultó así en el caso de las actrices Shirley Temple (1928-2014) y Judy Garland (1922-1969), subidas al escenario desde los cuatro años y con fama mundial desde la adolescencia, viviendo el sueño fantástico de una vida de niña prodigio pero soñando -y deseando- ser unas niñas normales.Kásparov a la edad de 11 años jugando torneos ajedrez. Fuente imagen |
En definitiva, la historia nos cuenta que los niños prodigio suelen «explotar» sus capacidades y acaban perdiendo los años de infancia diluidos en conseguir unas metas al alcance de unos pocos...
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