La famosa placa del Instituto Nacional de la Vivienda de la época franquista que todavía se aprecia en algunas fachadas de casas que se construyeron en las ciudades españolas |
En España, aunque no participó (exactamente) en la Segunda Guerra Mundial tuvo su nefasta guerra civil que destruyó parque inmobiliario y obligó a construir barriadas nuevas para los emigrantes del campo que llegaban a las ciudades buscando mejores trabajos. La dictadura de Franco tendría su plan de vivienda protegida o social partiendo de las normativas Ley de Viviendas de Renta Limitada de 1954, la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964 y otra norma precedente (1939) que contempló la creación del Instituto Nacional de la Vivienda para construir al amparo del «régimen de viviendas de Protección Oficial».
Todavía en muchas ciudades, en el mismo Madrid capital, podemos encontrar el símbolo del Instituto de la Vivienda en una placa clavada a las fachadas de las casas que se construyeron en esa década. Dependiendo del caso que hagan o no hagan los ayuntamientos a las leyes de memoria histórica, se están retirando estas placas con la excusa de tener una simbología falangista (el yugo y las flechas) que «hace apología» de la dictadura. Si bien es cierto que en su momento fue una manera de propaganda y de socializar a la dictadura para recabar más apoyo social, no deja tampoco de ser un mero registro, un dato histórico de las políticas de vivienda realizadas en España entre 1950 y 1975.
Unas políticas que a pesar de provenir de una dictadura tenían una fuerte carga popular, de hacer «justicia social», ayudando al ciudadano medio a conseguir sufragar una vivienda; bien por el sistema de alquiler regulado o por la compra financiada a precios ajustados. Y esto era pauta general para todo tipo de regímenes políticos, incluidos los que carecían de libertades políticas, que se acogían a un derecho, el de la vivienda, surgido justo en la posguerra mundial para «contentar a las masas». Desarrollado con muchos matices, según el propósito político último de los gobiernos, este derecho a la vivienda ha tenido un complejo devenir histórico. Tanto que se mantiene hasta nuestros días.
Incluso en los regímenes del bloque comunista, la política social de vivienda sirvió de empuje económico y, sobre todo, de herramienta contra el desempleo. Tanto en la Europa democrática, la del norte y la del sur, incluidas las excepciones no democráticas de España, Portugal y Grecia; como la Europa del Este, dominada por el control soviético, la construcción de vivienda social significó empleo durante décadas para una masiva mano de obra.
Bloques de viviendas "sociales" en un barrio de Kiev construidos durante la Unión Soviética |
Ese boom de la construcción se potenció desde los poderes públicos de Europa financiando e invirtiendo a gran escala en vivienda. Se haría de manera directa a través de la inversión pública como ocurría en los países del bloque socialista, o indirecta con incentivos a la iniciativa privada. Además, en los países escandinavos que gobernaban los socialdemócratas se utilizaron modelos mixtos, inversión pública-privada, sistema que influyó en muchos países del resto de Europa occidental. Este motor económico duraría unos treinta años (1950-1980), con diferente intensidad e importancia en el devenir de las economías europeas.
España no puede excluirse de este análisis histórico, pero tendrá ciertas singularidades que por ejemplo han marcado más a nuestra estructura laboral. Por de pronto, ese boom de la edificación comenzó como el resto de países del sur de Europa más tarde, hacía la década de 1960. Prolongándose hasta inicios del siglo XXI porque las leyes de vivienda, tanto de la dictadura como de los primeros gobiernos en democracia, facilitaban la compra de viviendas en lugar del alquiler social. Hecho que facilitaba la especulación del suelo para construir y la corrupción en las licitaciones de obra. Una vez que estalló la burbuja inmobiliaria hacia el 2008, el coyuntural problema del desempleo volvería a la «normalidad» de cifras que habían mejorado durante el lustro del auge del boom entre 1994 y1999.
Por otro lado, el resto de Europa habría sufrido menos la crisis de la burbuja inmobiliaria pero no se salvaba de los problemas generados por unas anticuadas leyes de vivienda social, muchas pensadas en la posguerra, y por la gran falta de viviendas construidas para la nueva población aumentada de emigrantes. En definitiva, una historia de las políticas de vivienda social en Europa compleja aunque necesaria de analizar para acometer nuevas planificaciones que corrijan esos «desfases» históricos.
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