La controversia aún se mantiene. Durante décadas los comunistas de todo el mundo debieron convertir a Trotski en un demonio, en el hombre que no tenía la razón. Su determinada oposición al ascenso de Stalin para dirigir los destinos del Partido Comunista de la Unión Soviética, al que veía como un jerarca continuador del antiguo régimen, un zar disfrazado de bolchevique, le obligó a exiliarse acabando en México, donde un supuesto agente soviético español, Ramón Mercader, tras ganarse la confianza de su entorno más íntimo (su esposa y su …
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