Unos energúmenos quedan a orillas de un río para partirse la cara y coser sus costillas a navajazos. Podría ser un ‘episodio nacional’ de un grabado o una pintura de Goya en alusión a la barbarie de la guerra de independencia o un ajuste de cuentas entre pandilleros. Pero no, se trata de dos hinchadas de equipos de fútbol que con el pretexto del deporte practican el odio al diferente, al que piensa y razona distinto, porque vivir, lo que se dice vivir, estos bárbaros imbéciles viven igual, sus vidas corrientes son idénticas, calcadas unas de otras. La vida del hincha radical del Deportivo de La Coruña que falleció este pasado domingo sería similar, sino la misma, que el cafre ultra del Frente Atlético que le tiró al fondo cenagoso del río Manzanares.
Unas vidas de personas ya no jóvenes
ni tampoco muy mayores, anodinas en su supervivencia diaria de trabajos mal
pagados y de aspiraciones mal enfocadas. Unas existencias que no buscan mucho
sentido y que aplacan toda incertidumbre con lo más sencillo: satisfacer sus
miserias con el odio y la violencia. Que te vuelvas un energúmeno temporal
durante un encuentro deportivo es algo factible, hasta puede ser terapéutico. Que
tire la primera piedra el que no haya gritado alguna vez, ¡árbitro hijo puta! Te quedas a gusto y ya está, has ido a ver a tu
equipo en un partido que ante todo quieres ganar. El triunfo deportivo es un
pequeño triunfo personal que mitiga las sensaciones diarias de fracaso.
Pero esos arrebatos tienen que
ver con el deporte, con el fútbol, el baloncesto y hasta con el tenis, deporte
que no tiene hinchadas furibundas pero algún insulto al juez de silla estoy
seguro se habrá dado. En cambio, lo acontecido este pasado domingo en Madrid,
en las proximidades del estadio de
fútbol Vicente Calderón, responde a la violencia por la violencia, el
fútbol era secundario. Era una cita a un duelo de palos, algo atávico que huele
a caverna o a taberna, que viene a ser casi lo mismo. Un “quedar” para hacer lo
que te gusta, lo que te hace sentir bien, como un grupo de amigos aficionados
al cine quedan para ver el último estreno, los hinchas radicales de fútbol quedaron para maldecidse unos a otros y
sentir la adrenalina del guerrero.
Las reacciones críticas y las medidas severas
contra estos violentos están resultando rápidas y contundentes porque ha habido
una víctima, un muerto tras la batalla
campal. El individuo sabía a lo que iba, aunque supongo que no pudo imaginar
que lo que es “satisfacción” pura de la
violencia por violencia, el “te voy a matar” de cualquier amenaza entre
hinchas radicales, se convirtiese en cruda realidad. Con la violencia, de cualquier tipo, tolerancia cero.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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