La histórica firma de la Paz el 26 de septiembre, ante testigos de todo el mundo. Fuente imagen |
He vuelto a tener que hilar fino con el título de este nuevo artículo en Pax
augusta. Intentar abarcar un hecho histórico en todas sus facetas es
muy complicado. Pretender plantear una perspectiva comparada con otros hechos
históricos sin dejarse algo en el tintero es harto difícil. Pero de cabezotas
está lleno el mundo y uno más no va a suponer gran trastorno. Quizás logre
hilvanar bien mis ideas y les parezcan interesantes, que ha merecido la pena
sacar esos hilos. En resumen, quiero hablar de la paz tras un largo conflicto, los referéndums que se plantean en los
conflictos sociales y del perdón debido a las víctimas generadas durante y
después del conflicto.
‘La Paz en Colombia’ ha resultado un proceso largo, no tanto
como los 50 años de guerra que motivaron su proclamación, pero sí lo suficiente
extenso para fragmentar en dos a la sociedad colombiana. Un país dividido a la
mitad entre los que aceptan el acuerdo de paz con las FARC (Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia) y los que lo rechazan. El referéndum de ayer domingo 2 de octubre de 2016, ha decantado por un puñado de votos,
el 50,22% frente al 49,77%, el resultado
ganador para los partidarios del NO. ¿Desacredita esta voluntad popular el
acuerdo de paz ya suscrito? Pues las partes que han firmado la paz, el
gobierno colombiano y la guerrilla, siguen convencidas en respetar el alto el
fuego definitivo y en intentar desarrollar el tratado, aunque advierten de la
gran incertidumbre política que vuelve a abrirse en Colombia. ¿Entonces?
Me sorprende este resultado negativo porque lo observado hasta ahora en el
proceso de paz me parecía muy esperanzador y positivo. El gesto del máximo líder
de las FARC, Rodrigo Echeverri Londoño –alias
“Timonenko”- pidiendo en su discurso en la firma de paz, “perdón a todas las víctimas, por
todo el dolor que hayamos podido causar en esta guerra”, resulta excepcional en
los tormentosos procesos de paz y reconciliación que se derivan de cada
conflicto. Pedir perdón a las víctimas
les cuesta mucho a los verdugos. Lo podemos comprobar en España con su histórico
conflicto de ETA. El entorno abertzale, incluido el más identificado
con la actividad de la organización terrorista, ha tenido la presencia política legal en paz que ahora desean las FARC.
Sin embargo, nunca se ha dado el gesto de “pedir perdón” dentro de la izquierda
independentista abertzale, ni siquiera como reflexión política para mejorar su
presencia en la sociedad vasca y española.
Otro histórico acuerdo de paz |
El caso vasco no es que sea más complejo que el colombiano o
cualquier otro conflicto obligado a un proceso de paz. La cuestión de ETA ha sufrido en España una particular manera (española) de gestionar las memorias
históricas. Se tiende al “dejar estar”, al ocultar entre el olvido y la dejadez,
los elementos más traumáticos de cualquier pasado. En la sociedad vasca sigue
habiendo una asignatura pendiente con
las víctimas del terrorismo y con la consideración de los terroristas. La
mayoría de la sociedad tiende a la actitud hipócrita de saber el dolor causado
y de obviar enfrentarse a la cuestión del perdón. El “mejor dejarlo estar”
impera en todo el Estado español desde el 20 de noviembre de 1975.
El referéndum está visto en las democracias representativas como la
mejor manera de conocer la voluntad popular. No obstante, utilizado como herramienta
política suele ser de doble filo. Refrendar un proyecto político que se cree
beneficioso para la mayoría social con un referéndum suele contar siempre con
una posibilidad de fracaso del 50%. Esto es así por una regla no escrita que
hace de los conflictos sociales, cuando están en su máximo esplendor, un
cuchillo que corta en dos mitades a la sociedad que los padece. ¿Se debe evitar, entonces, el referéndum como
parte de la solución a un conflicto? Pues decir que sí resultaría muy
impopular y le tacharían al defensor de esta idea de no demócrata. El uso del
referéndum debe ser cuidadoso y cuando se garanticen grandes participaciones. En
el caso de Colombia la abstención ha
sido mayoritaria, apenas ha participado el 37% del electorado colombiano, lo
que hace plantear que el acuerdo de paz no ha sido bien entendido por casi el
total del país.
El plebiscito popular debería usarse cuando el proyecto o proceso
político a consulta esté bien clarificado para todas las partes de la sociedad
en conflicto. Cuando todas las fuerzas políticas y sociales del país hayan
trabajo para garantizar una máxima participación, convenciendo a la sociedad de
la necesidad de su implicación en el proyecto dando su opinión lo más libre
posible. Eso sería lo ideal, pero lo habitual es proponer referéndums como arma
política que suele explotar en las manos. Me estoy acordando también del caso
británico, el Brexit.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
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