Los 'curas rojos', la lucha contra la dictadura que surgió de las parroquias

Una de las muchas fotografías que muestran la gran amistad entre el Padre Llanos y La Pasionaria

Ahora que se construyen fuerzas políticas, tanto por la izquierda como por la derecha, basadas en el marketing sociológico y en los laboratorios políticos, resulta gratificante recordar relaciones que se creían “antinaturales” pero que surgían de la más honda realidad vital de los ciudadanos. Muchos sacerdotes de parroquias en barrios humildes, descuidaron las homilías y se dedicaron a la ayuda social, el activismo político de izquierdas y la lucha por conseguir las libertades propias de una democracia.

Padre Llanos, el cura rojo que "convirtió" a la Pasionaria


El más conocido de esos ‘curas rojos’, por su repercusión mediática (se dice llegó a ser confesor de Franco, el dictador), fue José María de Llanos Pastor (1906-1992), conocido simplemente como el Padre Llanos. Jesuita nacido en Madrid a principios del siglo XX, iba a vivir en primera fila la historia de ese siglo en España. La II República decretó la expulsión de la Compañía de Jesús y eso le llevó a terminar sus estudios de teología y filosofía a Bruselas. Luego en Portugal viviría durante la Guerra Civil, ambas temporadas él las consideró un exilio forzado.

Siempre de mentalidad inquieta y activista, cuando regresó a España se ordenó sacerdote en Granada y se vinculó al liderazgo de las formaciones católicas universitarias. Dirigió en 1943 los ‘Ejercicios Espirituales’ de Franco, lo que habla de su fuerte vinculación con Falange, sus buenas relaciones con los círculos sociales elitistas del régimen y el llamado Movimiento Nacional; postura afianzada por la muerte de sus dos hermanos que combatieron en el llamado ‘bando nacional’ durante el conflicto civil.

Sin embargo, a partir de 1950 nace en él una necesidad de implicarse más con los “marginados y desfavorecidos” que abundan en las clases sociales más humildes, en un país todavía agobiado por la economía precaria de posguerra. Será cuando organiza los ‘Campamentos de Trabajo de Alfabetización’ vinculados al Servicio Universitario del Trabajo (SUT), impulsado por el propio Padre Llanos para conectar a los estudiantes con el mundo obrero. Por esa institución que otorgaba becas y trabajos a estudiantes pasaron personas después relevantes como la jueza Manuela Carmena, el escritor Manuel Vázquez Montalbán o el historiador Javier Tusell.

Pero será la experiencia vivida a partir de 1955 en el Pozo del Tío Raimundo, una barriada obrera de infraviviendas construidas de manera ilegal y furtiva por las mismas familias de emigrantes, la que transforme de manera radical la personalidad de este inquieto jesuita. Lo gracioso es que fue enviado por el dictador, nombrándole capellán del Frente de Juventudes, a catequizar esos barrios de chabolas del sur de Madrid y evitar así que sus habitantes pudieran caer bajo la influencia de los movimientos obreros izquierdistas. El resultado fue el más inesperado, el capellán Llanos acabó convertido a las ideologías que intentaba combatir.

Josefina Samper y su marido, fundador de CCOO, Marcelino Camacho; fueron amigos íntimos del Padre Llanos

Su pasado ligado al régimen franquista siempre suscitó suspicacias entre los miembros más intransigentes de la lucha antifranquista de izquierdas. No obstante, el aprecio y consideración que consiguió entre líderes de izquierda como el fundador de CCOO (Comisiones Obreras), Marcelino Camacho, y su mujer, la activista de libertades, Josefina Samper, o la mismísima presidenta del PCE, Dolores Ibárruri, La Pasionaria; delatan su honestidad en tan profunda transformación personal. Es más, se afilió al Partido Comunista (PCE) y ayudó a fundar el sindicato de su buen amigo Camacho, CCOO; insistiendo en ser uno más, sin que pesase su condición o su pasado.

En los últimos años ha aparecido una biografía, Azul y rojo. José María de Llanos, de Pedro Miguel Lamet, que lleva más allá el morbo de la relación “exótica” entre la mítica dirigente comunista española, La Pasionaria, y el también ya mito de la Transición, el cura rojo por excelencia, el Padre Llanos. Una supuesta correspondencia entre ambos demostraría que Dolores Ibárruri, en sus últimos años de vida, se confesó y comulgó en la intimidad al Padre Llanos. Los dos guardarían el secreto, pues veían innecesario publicitar esas reflexiones de “ancianidad” ante los prejuicios e incomprensión que generarían.

En el entierro del Padre Llanos se realizó todo un ejercicio de transversalidad, muy usado ahora entre los partidos en las campañas electorales. El arzobispo de Madrid hizo un responso tan conmovedor, que curtidos comunistas de la lucha obrera sollozaban junto a jesuitas y sacerdotes amigos de Llanos. Sería el mismo arzobispo el que pidiese a los camaradas comunistas y sindicalistas allí presentes que cantaran la Internacional, porque al Padre Llanos le hubiera gustado. Así lo hicieron, como cuenta Josefina Samper, eternamente agradecida al sacerdote por haber dejado su parroquia del Pozo del Tío Raimundo como sede de reuniones cuando clausuraban la de CCOO. Un hombre bueno y generoso, dicho en sus memorias por otro tan bueno y generoso “pero” ateo, como era Marcelino Camacho.



Gustavo Adolfo Ordoño ©

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