Historia del futuro; breve historia de la adivinación

El DeLorean DMC-12 se construyó en 1981 para ser el coche del futuro. El modelo fue un fracaso y la fábrica quebró en 1983. Dos años después, ironías del porvenir, el DeLorean inspiraba a los creadores de la saga de películas "Regreso al Futuro" para crear su «máquina del tiempo»

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  El ser humano ha necesitado siempre tener la esperanza de un futuro mejor. Los augures eran sacerdotes de la antigua Roma que de manera oficial vaticinaban el futuro sobre cuestiones individuales o colectivas. Adivinar el futuro, vaticinar el resultado de una batalla o el porvenir de alguien tras tomar una decisión, era una actividad en la Antigüedad ligada a la magia y la espiritualidad que gestionaban chamanes o sacerdotisas. Hoy son los analistas sociales, los politólogos y economistas los que intentan pronosticar, «adivinar» la futura situación en la que se encontrará una sociedad. Era, y es, una práctica habitual durante un periodo de crisis tratar de «saber» cómo será nuestra vida una vez haya pasado ese tiempo de penurias y desgracias.   

En el mundo antiguo se confiaba más en las estrellas del firmamento, en las entrañas de un animal, en el vuelo y el canto de las aves consideradas sagradas o en la embriaguez que proporcionaba alguna hierba alucinógena, que en el análisis concienzudo de las tablas de datos. Y esto era así porque no se trataba tanto de proyectar ciertas realidades del momento hacia un hipotético futuro, como el conseguir la estabilidad emocional. Nuestros antepasados preferían la tranquilidad de espíritu en el presente que una conseguida felicidad apostada a un incierto futuro. Por eso, los vaticinios solían ser siempre favorables y cuando eran negativos, lo hacían para fortalecer el espíritu de resistencia o supervivencia. En eso los augures romanos eran unos expertos, pues su ejercicio de adivinación llegó a ser una «cuestión de Estado».

Pero esta historia de la adivinación en la humanidad es bastante vieja. Difícil de documentar, pero factible serían los rituales de adivinación en el Paleolítico Superior. Algunos especialistas en arte rupestre indican que extraños símbolos pintados en las paredes podrían estar relacionados con esas prácticas. La observación de los fenómenos astronómicos, entre los que destacaban los eclipses y los cometas, acabó siendo en muchas civilizaciones a lo largo de todo el planeta una manera de interpretar el porvenir. Sumerios en Mesopotamia y olmecas en lo que sería México, fueron «pioneros» en la astrología como medio de adivinación del futuro miles de años antes del nacimiento de Cristo.

Por ejemplo, el mencionado nacimiento de Cristo y su anuncio con un cometa estaría dentro de esa cultura de la profecía, muy extendida por toda la espiritualidad del mundo antiguo. No en vano, en el Antiguo Testamento encontramos los «Libros canónicos» que contienen los escritos proféticos de los doce profetas menores. Un «icono» de esta cultura de la profecía grabado en nuestro imaginario universal es el Oráculo de Delfos. Una institución que acabó trascendiendo como el ideal del santuario profético y siendo referenciada en obras culturales, tanto en arte como en la literatura miles de años después. 

Postales «adivinando» cómo sería el futuro en el año 2000 aparecían en cajas de dulces del año 1900. Serie de postales futuristas, "Alemania en el año 2000", de la empresa Hildebrand & Son

Al templo de Apolo en Delfos acudían desde reyes a simples particulares para saber qué les depararía el destino consultando su oráculo. La mitología nos cuenta oráculos de Delfos tan célebres como el vaticinio del trágico destino de Edipo. Y los estudios históricos han podido documentar medio centenar de casos reales de consultas realizadas por embajadores de ciudades como Tebas o Atenas. Incluso la arqueología ha proporcionado estelas donde se grabaron casos de consultas «domésticas» realizadas por particulares sobre la conveniencia de un matrimonio o el porvenir de los hijos. Pero lo que hacía interesante a este oráculo del santuario de Delfos era su carácter de «servicio público». Las ciudades griegas hacían consultas sobre asuntos estatales y esperaban al oráculo para tomar medidas o proclamar leyes.

Ese carácter «funcional» del augurio que llegó a tener en los santuarios grecolatinos y que acababa influyendo en la toma de una medida o en la política a seguir por una sociedad (ciudades-estado), es lo que se pretende ahora con las nuevas «ciencias de la adivinación». El siglo XVIII, de la Ilustración, introdujo la racionalidad en el «vaticinio». La predicción puede tener una base científica y puede resultar importante para afrontar cualquier cuestión de índole social. La pandemia de Covid-19 que sufrimos en la actualidad es una crisis de alcance mundial que abre la interrogante del «tiempo después» y de las transformaciones que se instalarán a futuro. Para intentar predecir esos cambios, lo mejor ahora es acudir a pensadores y a los analistas especializados.

Entre las reflexiones sobre nuestro futuro -modernos vaticinios- que he encontrado de estos «nuevos augures», me ha interesado la que hace el filósofo y pedagogo Gregorio Luri en su blog. En realidad es una anécdota que sirve como ingeniosa metáfora sobre su reflexión. En un viaje del escritor francés Armand Gatti a China como miembro de una comitiva de intelectuales maoístas de Europa, conoce al gran líder Mao al que le hará una pregunta trascendente: ¿Cómo veía el Gran Timonel el porvenir del mundo? Estábamos en la «Era de la protesta», los años 60 del pasado siglo con todos sus movimientos sociales en auge. Por lo visto, Mao se sacó una libreta de un bolsillo y arrancó una hoja en blanco que entregó a Gatti.

El intelectual volvió a su casa y guardó aquella hoja como una reliquia entre uno de sus libros. Meses después, aquel papel blanco fue encontrado por sus hijos que estaban jugando en su biblioteca y lo llenaron de garabatos indescifrablesEl futuro seguía siendo impredecible



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista

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