La mayor plantación de cannabis de América Latina. Fuente imagen: EFE Chile |
La planta del cannabis podría tener una historia anónima en el desarrollo de la humanidad. Sería una especie más, de las cientos de miles existentes, a catalogar por botánicos y quizá tratada en alguna clasificación paleobotánica por aparecer esporádicamente en un yacimiento prehistórico. Pero no es así, desde tiempos preneolíticos (antes de la agricultura) esta planta aparece ligada a la historia de la humanidad a niveles de relación tan estrecha con el ser humano que ha llegado a tener «propiedades evolutivas». Nos referimos a la teoría que defiende los posibles efectos beneficiosos del cannabis a la hora de desarrollar en la especie humana ciertas facultades cognitivas que nos harían, precisamente, más humanos.
Así, los investigadores que defienden esta teoría, otorgan al cannabis un papel esencial en la historia humana. Tanto que resaltan el dato de que nuestro propio cuerpo tiene un «sistema endocannabinoide». Sea tan trascendental como defiende esta teoría o no lo sea más que cualquier otra planta (los cereales, por ejemplo), el cannabis sí que ha tenido una relación larga y controvertida con las diferentes culturas desarrolladas en el mundo. Su origen se ha establecido en los valles de Asia Central y el uso y conocimiento de esta planta, la Cannabis Sativa, se remontan a unos 10.000 años a. C. Su expansión, tanto de manera natural como la provocada por el hombre, sería rápida y amplia, pasando por el este hacia China y por el oeste a la Europa Central y llegando ya al Mediterráneo sobre el 7.000 a. C.; justo en las fechas en las que se constata que fue «domesticada» con un mayor cultivo.
Un detalle a tener en cuenta es que tanto el cannabis, luego llamado marihuana, y el cáñamo proceden de esa misma familia de planta: la Cannabis Sativa. Lo que ha generado confusiones y malentendidos en la larga historia del cannabis en la humanidad. Al principio no se hacía distingo entre cultivar una variante para tejidos y cuerdas, como era el cáñamo, y otra para fines medicinales y religiosos, como era la variante del cannabis con propiedades psicoactivas. La distinción llegaría cuando a los cultivos se les dio una mayor consideración «industrial». Digamos que se valoró mucho esfuerzo cultivar solamente plantas alucinógenas para rituales, cuando lo importante eran las velas y sogas necesarias para los barcos.
No obstante, esta no es la única explicación para entender por qué el cannabis llegó a ser prohibido como cultivo, afectando incluso a las tan «necesarias» plantaciones de cáñamo. Pensemos que a finales del siglo XIX la producción estaba en mínimos históricos, ya ni el «cultivo industrial» del cannabis/cáñamo le salvaba de ser una planta casi olvidada en la historia de la humanidad. Las causas estaban en la sustitución paulatina de las sogas de cáñamo por cables de fibras plásticas o metálicas, el cambio del papel derivado del cannabis por el proveniente de la madera o la poca demanda de velamen de cáñamo ante la llegada de los barcos de vapor. A lo que habría que sumar los viejos prejuicios sobre el cannabis como planta psicoactiva desde los inicios de la era cristiana.
Para las religiones tradicionales y las pre-cristianas, el uso de plantas alucinógenas que facilitaban la entrada en trance de los sacerdotes era algo habitual y normalizado. Esa asociación tan natural condenó al cannabis y otras plantas psicotrópicas a considerarse rasgo propio del paganismo, de las religiones antiguas condenadas por el Cristianismo desde el siglo V. En la Edad Media se acentuó esta crítica, considerando el uso de esas hierbas que alteraban tanto el «alma» provocando trances como algo propio de la brujería. Curanderas que usaban estas plantas terminaban muchas veces quemadas en la hoguera por brujas. Así, a pesar de no existir una prohibición oficial del uso medicinal y religioso del cannabis, durante la Edad Moderna se privilegió solo el cultivo de cáñamo para la navegación o la industria textil.
La madera sustituyó al cannabis en muchos productos fabricados con la fibra del cáñamo-cannabis |
Aunque desde finales del siglo XVIII los boticarios volvieron a incluir al cannabis como medicamento, también la producción de los derivados del cáñamo con esta finalidad decayó a finales del siguiente siglo. Sería por la aparición de medicamentos con componentes químicos menos adictivos, como los derivados de la quinina o el primer producto farmacéutico de gran consumo popular por su bajo coste: la aspirina. Las primeras décadas del siglo XX suponen la verdadera «leyenda negra» contra el cannabis. En los años de 1930 fue el magnate de la prensa W. Randolph Hearst quien con sus influyentes medios de comunicación lideró una campaña contra el cannabis, que se había convertido en el «opio americano» entre las clases marginadas. Ocultaba, en realidad, una campaña racista contra negros y mexicanos, a los que se les acusaba de consumir y promover el consumo de «marijuana» (nombre despectivo inventado en la campaña) entre la juventud de EEUU.
De esta manera, con la prohibición en 1937 del cannabis en Estados Unidos y la prohibición mundial en 1961 durante la Convención Única de Drogas de las Naciones Unidas, la marihuana/cannabis quedó etiquetada como droga muy adictiva. Los recelos permanecen en la actualidad a pesar de las muchas iniciativas Mundi Grow por eliminar esa imagen tan negativa del cannabis. Un cambio de mentalidad está llegando gracias a los demostrados efectos beneficiosos del cannabis en el tratamiento de enfermedades crónicas o como paliativos sobre las reacciones adversas de los tratamientos de quimioterapia en los casos de cáncer. Como siempre, el cannabis tiene en su historia momentos que van del odio al amor con facilidad.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
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