Unas hermanas posan a finales del siglo XIX. La niña sentada en el butacón no es una muñeca grande, es el cadáver arreglado para una fotografía post-mortem junto a su hermana |
En los tiempos que corren las imágenes de cadáveres reales y ficticios abundan entre las publicaciones, sobre todo las realizadas en algunas redes sociales, en videojuegos o en los fotogramas de series de televisión, películas, telediarios... Sin embargo, frente a toda esta actual «presencia de la muerte», existe un gran reparo en mostrar la imagen del fallecido como un cadáver cuando se trata de un ser querido o de un allegado. Algo que en épocas recientes llegó a ser una costumbre muy difundida, tanto que fue una moda, retratar a los muertos como recuerdo familiar desde la invención de la fotografía hasta los años treinta del siglo XX. En Pax Augusta te contamos esta curiosidad histórica
Durante casi un siglo no estuvo mal vista una macabra costumbre: tener en casa fotografías con el retrato de los seres queridos muertos. Eran familiares fallecidos que maquillados y vestidos de la manera más elegante posible posaban ante las primeras cámaras fotográficas. Sobre todo fueron fotografiados cadáveres de bebés y niños de corta edad. Parecía ser una de las mejores maneras de «retener la presencia» tan breve en esta vida de esos hijos perdidos. La alta mortalidad infantil de esas épocas explicaría que la mayor parte de los recuerdos póstumos fuesen de niñas y niños. De forma inconsciente para sus autores, los retratos más macabros resultaron los que obligaban a posar también a los hermanitos de los difuntos, a los hijos supervivientes.
Tenemos que entender que el retrato había sido un lujo para unos pocos, los que se podían permitir pagar un pintor que les «inmortalizase». Así, el invento de Louis Daguerre que daría paso a los daguerrotipos, precedentes de las fotografías, iba a revolucionar el «arte del retrato». Desde su aparición en el París de 1839, esta primigenia cámara de fotografiar abarataría los costes de hacer retratos, tanto individuales como grupales. Permitió acceder a las familias de recursos medios a este artículo que hasta ahora era de lujo. Siguió teniendo mucho de taller artesanal o de pintura, pues las cámaras necesitaban largas exposiciones y había que acomodar en "escenarios" a los retratados.
Fotograma de "Los Otros" (2001), la película de Amenábar donde las fotografías post-mortem cobran gran protagonismo. Fuente de la imagen |
Desde los inicios de la fotografía se apreció su potencial como negocio. Pronto muchos «profesionales del daguerrotipo» ofrecieron sus servicios. Y lo hicieron a domicilio y en estudios que se asemejaban a los talleres de los pintores. Se ofrecían composiciones de escenarios y se preparaban posados individuales como partes fundamentales también del nuevo retrato, más realista y preciso que el antiguo cuadro pintado. Una de las ofertas de ese negocio moderno fue el servicio a domicilio para retratar difuntos. Rápido, desde 1840, se convirtió en una costumbre, que ahora sorprende y nos parece macabra pero que se normalizó como una especie de "ritual" mortuorio que servía para honrar y dignificar a los muertos. Una mentalidad distinta hacia la muerte que se puede entender analizando el contexto histórico y social de esas épocas.
Por de pronto, una alta mortalidad infantil fue sufrida en la gran mayoría de las familias. Y estamos hablando del contexto social de la Europa y de la América del siglo XIX y principios del XX, no de contextos con peores índices del resto de continentes. Se tenían muchos hijos porque también morían demasiados antes de llegar a la adolescencia. No era extraño, incluso en familias adineradas, haber sufrido la muerte prematura de un bebé. Aunque suene algo cruel, la muerte de niños estaba más "normalizada" que ahora. Los familiares de esa criatura deseaban tener un recuerdo lo más preciso y perpetuo de su efímera existencia. Una manera de integrarles en la vida familiar. Por lo que eran retratados con los otros hijos o en actitudes "naturales", como en el regazo de la madre.
Además, también debemos pensar que esos retratos post mortem eran los únicos que a esas personas se les haría en toda su vida. Es algo paradójico, pero muerto era la única opción de muchos para "registrar" su presencia en el mundo de los vivos. Hasta que surgieron las cámaras portátiles de uso particular, que permitían fotografiar al instante a los recién nacidos, a los novios de una boda o al abuelo que se jubilaba, registrar momentos importantes de una vida quedaba a cargo de los fotógrafos profesionales. Pocos podían hacer un álbum familiar retratando las etapas de sus vidas, por lo que si querían un recuerdo del ser querido fallecido debían llamar a uno de estos profesionales y realizar una fotografía post mortem a domicilio. Es también por eso que muchas de estas imágenes buscaron "resucitar" a esas personas, que aparecen maquilladas y con los ojos abiertos para parecer vivas.
En esta fotografía de difuntos se aprecia los esfuerzos por aparentar vida en la persona fallecida |
Como decíamos en la entradilla de este artículo, hoy día la muerte aparece en todas partes por la gran capacidad informativa que tenemos. En cambio, esta percepción de la muerte se ha filtrado de tal forma que aunque muy presente rechazamos convivir con su presencia. Todo se ha convertido en cifras de muertos, imágenes asépticas de la muerte, poniendo la mayor distancia sentimental posible. Vivimos rodeados de muerte pero evitamos convivir con ella. Por eso nos parecen tan macabras esas imágenes de difuntos, porque no entendemos esa convivencia tan natural que nuestros antepasados tenían con la muerte. Preparaban al muerto en sus casas, lo aseaban y maquillaban, esperando la llegada del fotógrafo y siguiendo sus indicaciones hacer el mejor retrato para perpetuar así el recuerdo -sentimiento- hacia ese ser querido.
Es decir, la muerte formaba parte de la vida. Era otra mentalidad, aunque no ha pasado mucho tiempo de ella y la costumbre de retratar difuntos se mantiene en algunas culturas, como en el México rural. No obstante, en general, ahora queremos creer que forma parte, únicamente, de los informativos y de las series de televisión.
© Gustavo Adolfo Ordoño
Historiador y periodista
0 Comentarios