El Zoo humano de Bruselas en 1958; la denigrante práctica del «zoológico humano» que llegó hasta nuestros días

La fotografía lo dice todo. Es un «zoo humano» en la Bruselas, capital hoy de la UE, de 1958

 

    La niña era congoleña, tendría unos dos o tres años. Recibe un regalo, parece comida, de una señora de mediana edad mientras la sonríe y dice algo. Hasta aquí la descripción no resulta curiosa ni extraña, no sería la primera vez que un adulto obsequia con comida a un niño. Sin embargo, ese gesto normal se sitúa en un contexto anómalo. Es una escena que recordaba a otras en los zoológicos de todo el mundo, donde a unos animales primates se les tira comida para divertimento de niños y mayores en su visita al zoo. El rescoldo de humanidad en esta escena denigrante se puede sentir en que la comida se entrega de mano a mano. Algo que cuando ocurre con un simio en un zoológico también reporta una chocante y «forzada humanidad»; atrayendo la mirada de muchos curiosos, como ocurre en esta imagen. 

Resulta llamativo como todas las personas situadas tras la cerca de palos observa la escena, sin sentirla como perversa y más bien disfrutando de la supuesta ternura que encierra. Estamos en 1958, en una Europa al final de la posguerra iniciada en mayo de 1945 cuando se derrotó al nazismo. El debate sobre derechos civiles y derechos humanos estaba en su apogeo, consecuencia social y cultural del trauma sentido a nivel mundial al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Por eso extraña que semejante espectáculo se realizase en una exposición universal como fue la Exposición General de primera categoría de Bruselas. Era la más importante que se celebraba desde el fin del conflicto, y el antecedente que recuperó las tradicionales Expos Universales realizadas desde el siglo XIX. 

 De ella nos queda el emblemático Atomium, la molécula gigante con varios átomos de acero. Es increíble recordar que ese monumento tan interesante compartiera lugar de exposición con un «zoológico humano» donde se exhibió a las gentes del Congo Belga. Estas exhibiciones que ahora nos parecen espantosas, estuvieron muy de moda durante el periodo de expansión colonial europeo desde mediados del 1800. Surgieron, además, en el momento en el que una disciplina tomaba protagonismo en las ciencias sociales: la antropología. Lo malo del desarrollo científico de esta incipiente disciplina es que pasaba por el monopolio de la perspectiva eurocéntrica. Perspectiva también «abusada» para justificar la actividad colonial de los europeos, con ramas de estudio tan especulativas como el «racismo científico»

No obstante, la exhibición de rarezas humanas parece que viene de muy antiguo. Se dice que el emperador Moctezuma poseía un recinto donde «coleccionaba» personas albinas, enanas o con lo que consideraba extrañezas físicas. También durante los espectáculos de bufones en la Edad Media europea se exhibían «personas raras», que muchas veces por capricho de los nobles quedaban como adornos exóticos en sus jardines. Aunque el origen contemporáneo de esta horrible exhibición humana estaría en una mezcla de seudociencia y de negocio rentable. Carl Hagenbeck, sería su principal promotor desde la década de 1870, con un currículo que lo dice todo. 


Esta imagen, aunque no lo parezca por lo bien que está la selva filipina recreada, es un «Zoo humano» montado en 1887 en el madrileño parque del Retiro


 Fue un zoólogo, domador y director de circo alemán, nacido en Hamburgo. Está considerado como el fundador del zoológico moderno; es decir, incluyó ya en la creación de un Zoo en las ciudades el propósito científico de la conservación, respeto y estudio de la naturaleza animal. Lo malo es que a ese fenómeno considerado –en su inicio- como positivo en el progreso humano, pues ayudaba al hombre a conocer mejor a la Naturaleza, Hagenbeck incluyó una variante que llamó exposiciones antropozoológicas; que no eran otra cosa que los aberrantes «Zoos humanos». Personas de la Polinesia francesa, por ejemplo, que daban según el entender de este tratante de animales (y personas) mayor verisimilitud a la recreación de la auténtica y pura Naturaleza salvaje

Así, el «Zoo humano» sería una variante del zoológico de animales que resultaría negocio muy lucrativo, pues la expectación mezcla de morbo y asombro llenaba estos lugares de público. Entre los zoológicos humanos más famosos que promocionó este «científico», Hagenbeck, estuvieron los realizados durante décadas en el Jardín de Aclimatación de París. La Torre Eiffel tendría a sus pies hasta bien entrada la década de 1930 numerosos espectáculos de este tipo. En Bélgica el realizado en 1958 fue el último de una vergonzosa larga lista, pues al rey Leopoldo durante su largo reinado (1865-1909) le gustó exhibir «a sus congoleños» en la metrópoli. 

 También en España se realizaron «zoológicos humanos»; en Barcelona y en Madrid. No fueron tantos como en otras capitales europeas, aunque sería en su tiempo muy renombrado y visitado el realizado en el Parque del Retiro de Madrid. La Exposición General de Filipinas se inauguró el 30 de junio de 1887. Precedida de anuncios en la prensa de la época, comentada en los corrillos de la alta sociedad madrileña, llegaría envuelta en una gran expectación. Se hacía una exposición sobre otras culturas de unos «españoles de las Filipinas», utilizando un medio ya de moda en París. Traer junto a los objetos materiales de esas culturas, a unos representantes de varias tribus.

Algunos filipinos de esa «exposición etnográfica» vestidos como "civilizados", fotografiados tras ser condecorados por la reina regente Mª Cristina 


De esta forma, tagalos, igorrotes y carolinos de las islas Filipinas fueron exhibidos en escenarios recreados de su vida cotidiana. Se representó todo un poblado de los igorrotes alrededor del Palacio de Cristal del Retiro, construido como sede principal de la exposición para alojar como vivero la flora salvaje de esa parte del mundo. En el cercano Palacio de Velázquez también del Retiro, se expusieron los objetos artesanos y de arte de estas culturas. Fondo que pasaría en su mayoría al actual MNA (Museo Nacional de Antropología). Si sirve de cierto consuelo ante tal espectáculo que ahora nos parece humillante, en esos casi seis meses que los cuarenta hispano-filipinos estuvieron exhibidos se les trató correctamente. Las mujeres dormían en una pensión cercana y para los hombres se construyó en el mismo Retiro un campamento con todas las comodidades. Qué menos...


© Gustavo Adolfo Ordoño

   Historiador y periodista

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