«Civilizado es aquel que invita al té hasta a su potencial depredador» |
Para llegar a un posible acuerdo con un adversario lo primero que se debe superar es el miedo, la aversión y la desconfianza ante él. Conseguir sentarse en la misma mesa para negociar es el primer gran logro en toda negociación. Invitar a tu potencial enemigo, al posible depredador (invasor) que acabaría con tu existencia, a la misma mesa es un rasgo «superior», avanzado, de civilización. A lo largo de la historia han existido grandes negociadores. Todos demostraron esa capacidad de tolerancia hacia el adversario, asumiendo esa premisa de igualdad, de tú a tú, que facilita la puesta en marcha de las negociaciones.
El arte de negociar se incluyó en la retórica y en la oratoria, las disciplinas o artes parlamentarias que en la Antigüedad debían dominar los políticos. Desde luego, el arte de negociar venía bien para cualquier conflicto. Bélico, económico, político o social. Una victoria podía resultar mayor éxito y una derrota menor fracaso gracias a las negociaciones -de paz- posteriores. Algo así pasa ahora con las elecciones generales democráticas. Últimamente ocurre eso en España, que las victorias electorales no lo son si no se logran convertir en «verdaderas» victorias en las posteriores negociaciones.
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