La primera promoción de mujeres policía en la República Federal. Fuente imagen: Bundesarchiv |
Siempre que he viajado a los Estados Unidos me ha sorprendido la obligación de rellenar un cuestionario, una tarjeta verde, minutos antes de aterrizar. Más que nada por las preguntas tan ingenuas que cuestionan si perteneces o has pertenecido a un grupo terrorista. Y por aquella que pregunta si el viajero o viajera ha militado en movimientos políticos radicales (se insinúa de izquierdas, claro), que me parece una cuestión entre idiota e indignante. ¿Quién va a responder afirmativamente? Ni siquiera el supuesto talibán camuflado entre el pasaje declararía su militancia. Esta ironía, de inevitable gran sarcasmo, ocurrió también con los Fragebogen (cuestionarios en alemán) que realizaron los Aliados en la zona alemana que administraban desde la derrota de Hitler en 1945
¿Es usted un nazi?, ¿perteneció o sigue militando de forma clandestina
en alguna institución relacionada con el III Reich? Preguntas similares a
estas se realizaron en los 16 millones* de cuestionarios que
circularon por la que sería la Alemania Occidental. La mayoría de ellos en la
zona controlada por los Estados Unidos. De toda las potencias aliadas,
victoriosas en la Segunda Guerra Mundial,
la más preocupada por la “desnazificación”
de Alemania fue la estadounidense.
Los soviéticos no realizaron encuestas tipo sociológicas, aunque estuvieron de
acuerdo en «desnazificar» cuanto antes a la población alemana. Pronto emplearían
un particular y pragmático modo de reeducación para los nazis. Se propuso a las
elites y a los funcionarios de rango superior y medio pasar a formar parte de
la naciente estructura del que sería régimen comunista de la RDA (República Democrática Alemana).
Vamos, lo que venía a ser un sencillo trueque de carnés de partidos únicos, propio de regímenes autoritarios. De llevar el del partido nacionalsocialista (nazi) a llevar el del partido comunista, como ciudadanos con potencial para entrar en la administración estatal. El éxito de esta
medida estaba garantizado. Los alemanes de la zona soviética veían la rápida opción de
exculparse de posibles incriminaciones por su pasado nazi y, además, mantenían
sus posiciones sociales amparadas por el nuevo poder. La mutación fue cómoda, era cambiar un régimen totalitario por otro.
En los sectores controlados por británicos y franceses de Alemania también se hicieron
cuestionarios. Los primeros, por una cuestión de formalismo y los segundos -los franceses mostraron escaso interés- para quedar bien con los americanos, más
que por otra cosa. Los británicos compartieron el sentido práctico de los soviéticos
y preferían mirar hacia otro lado y no realizar grandes purgas entre los
alemanes.
Se necesitaba a todo el mundo para reconstruir al país (y por ende a Europa); que una persona hubiese sido muy nazi, algo o incluso nada nazi, empezaba a importar poco en la Alemania de posguerra. Aunque, en realidad, “ser nada nazi” era
imposible en la Alemania de 1945. El
general estadounidense Lucius Clay, responsable de la zona americana, se
quejaba de no encontrar un alemán cualificado que no hubiera pertenecido al
partido nazi. Sus datos manejaban la cifra de 8 millones de alemanes en mayo de
1945 afiliados aún al partido de Hitler.
Las mujeres alemanas fueron menos investigadas sobre su pasado nazi, pero sufrieron el acoso sexual de muchos soldados de los ejércitos que ocuparon Alemania desde mayo de 1945 |
El Ejército de EEUU y los políticos de Washington tenían una sincera
inquietud por saber, llegar a entender, cómo todo un país pudo acabar siguiendo a un líder que llevó a Europa a la guerra y a su destrucción total. Por eso incluyeron en su personal militar y civil profesionales especializados en sociología y
psicología. De esa inquietud nacieron los Fragebogen (cuestionarios), porque
sospechaban que los alemanes habían comenzado una amnesia colectiva. En muchos
casos esa desmemoria resultaba injusta e impedía juzgar los casos de nazis que
tenían verdaderos crímenes contra la
humanidad sobre sus espaldas. Pero la fórmula del «cuestionario psicotécnico» resultó muy errónea y objeto de grandes burlas.
Al final, con esas preguntas tan
directas e ingenuas, las encuestas sobre
el «nivel de nazificación» solamente consiguieron limpiar el historial del
alemán medio. Todos los encuestados optaban por las respuestas que les alejaban de actividades
nazis o de una gran implicación con ese partido. Fue la Guerra Fría -que llegaría enseguida, en 1949- la que paralizó estas
cándidas medidas y la que aplicó la “realpolitik” al asunto. El
pragmatismo de las circunstancias obligaba dejar los juicios a ex nazis y las
políticas de reeducación. Por ejemplo, en 1949 la recién creada República
Federal tuvo que finalizar las investigaciones sobre el pasado de los
funcionarios públicos y oficiales del ejército. Era un personal escaso y ahora
de muy urgente y necesaria utilidad para afrontar la reconstrucción del país.
De la pregunta: ¿Es usted del partido nazi?; se pasó al interrogante, ¿tiene usted conocimientos de administración y gestión pública? Cuestión mucho más realista y práctica para las circunstancias de esa época inicial de la posguerra europea. Sin embargo, las cuestiones ingenuas que buscaban una improbable sinceridad del interlocutor se siguieron haciendo en muchos casos. Por ejemplo, en los aviones camino a EEUU le seguirán preguntando si es usted un terrorista...
* Bibliografía y datos consultados en:
JUDT, Tony; Postguerra. Una historia de Europa desde 1945; Círculo de Lectores.
Barcelona (2007)
© Gustavo Adolfo Ordoño
Periodista e historiador
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