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Beatrix Bulstrode empleó todo tipo de transporte en sus travesías por China y Mongolia |
Un día como hoy, el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, abundarán los artículos acerca de la vida y obra de mujeres olvidadas de la historia. Es algo ya habitual en estas fechas, pero que sigue siendo necesario vistos los déficits educativos que persisten en igualdad de género. En Pax Augusta queremos aportar uno de esos artículos, con una reseña sobre la vida de una exploradora excepcional de entre siglos (XIX y XX)
Podría parecer que escogemos a una mujer cuya «obra» no pasa
de ser un reto espectacular o sensacional, más que una historia de superación personal y profesional. Pero pensemos acerca de ello con detalle. Aún hoy, el
número de mujeres dedicadas al estudio geográfico (heredero de las
exploraciones), al antropológico que se vinculó a los viajes exploratorios e
incluso al histórico es mucho menor que el sumado de hombres que se dedican a
esas disciplinas. No solamente es una cuestión de notoriedad, apareciendo más
publicaciones con reconocimiento de hombres, también lo es de simples cifras.
El mundo académico y profesional de las ciencias sociales sigue muy dominado
por los hombres.
Así, lo que aparentaba un capricho de una viuda adinerada de finales del siglo XIX deseando recorrer el mundo sin las ataduras de un marido se convirtió en todo un tratado de antropología social y geografía humana. Nos referimos al libro de Beatrix Bulstrode, A Tour in Mongolia (1920), obra que sigue apreciándose como algo más que un simple diario de viajes y como pionera en los «estudios de campo» sobre la vida en la «singular Mongolia» de principios del siglo XX.
Casada con Herbert Timbrell Bulstrode en 1891, había ejercido durante más de veinte años como periodista y consejera de la Sociedad de Mujeres Escritoras del Reino Unido cuando enviudó en 1911. Es decir, tenía «oficio» de sobra como cronista cuando inició sus viajes por Asia. El primero, para asombro de la comunidad británica de Pekín, lo haría en solitario.
Beatrix
Bulstrode había nacido en el condado de Sussex en 1869 como Beatrix Nunns, en
el seno de una familia burguesa no muy acomodada. Su interés por la lectura y escritura
la llevó a frecuentar foros y reuniones de damas en sociedad, aunque sus
inquietudes irían más allá de los círculos femeninos de ocio y emprendería una
actividad de periodista. Al fallecer su marido Herbert T. Bulstrode en 1911, prefirió no encerrarse
en casa y atender a una de sus viejas inquietudes: conocer mundo. De esta
manera, en el primer capítulo de su libro nos cuenta que ha cumplido su deseo
de viajar, al encontrarse feliz en Hong Kong, pero que ansía más. Confiesa la decisión
de no mirar atrás y emprender un viaje mucho más largo y fascinante. Partiría a
Mongolia en septiembre de ese mismo año 1911.
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La autora de A Trade in Mongolia, al iniciar su viaje desde Pekín montada en un carro camino de las tierras de los mogoles |
A un gran ejército se le puede privar de su líder, pero nada puede privar a un pobre de su voluntad
- Proverbio chino
Cruzó
a Mongolia, recorriendo su interior durante casi 200 kilómetros siempre a campo
abierto. Se encontraría con bastantes pueblos nómadas que quedaron retratados
en sus crónicas y relatos. Hay que precisar que la Bulstrode también padece en
su narrativa de ciertos «tópicos orientalistas» propios de la época, siendo lo
que más la atrajo de esos pueblos mogoles apreciar que vivían en «pleno medievalismo»,
según sus palabras textuales. Decidió no cruzar el desierto de Gobi, por
intuición propia y consejo de sus guías, regresando a Beijing, la capital china.
Allí el destino la iba a proporcionar la oportunidad de realizar otro viaje a Mongolia.
Su primer viaje a las tierras del antiguo Gran Kan había sido toda una ventura por voluntad y temeridad propias. El círculo social británico que la acogió en Hong Kong consideraba un riesgo innecesario viajar hasta Mongolia y consideraron que nunca conseguiría un salvoconducto. Así fue, no consiguió un pasaporte para viajar de China a Mongolia y Beatrix se embarcó en esa expedición en solitario siendo una mujer en edad madura, pasando de los cuarenta años. Sin embargo, a su regreso a Pekín tras quedarse a las puertas del desierto de Gobi conoció a un funcionario de aduanas llamado Edward Manico Gull. Un sujeto apasionado también a los «viajes aventura», con el que planificó un segundo viaje y consiguiendo gracias al trabajo de Gull unos mínimos salvoconductos para viajar al norte de Mongolia.
Acompañada por su «alma gemela» en espíritu explorador, con el que acabaría casándose, Beatrix lograría completar su exploración a Mongolia llegando hasta la misma capital Ulan Bator. En esa travesía tuvo contactos no sólo con nómadas, también conocería la idiosincrasia de los mogoles que vivían en poblados y ciudades. Su manera de gobernar y administrar un país que seguía, según ella y sin faltar a la realidad, siendo un singular pueblo nómada viviendo en tiempos medievales.
Regresarían
a Gran Bretaña con el transiberiano, vía San Petersburgo. La única concesión
que hizo en su nuevo matrimonio fue la de adquirir los apellidos de su esposo
para su vida social, por lo que también es conocida como la exploradora Beatrix
Manico Gull. Para escribir y publicar su libro con la crónica de su
experiencia firmaría con el anterior nombre de casada, porque fue con el que
hizo su carrera de mujer periodista y exploradora, Beatrix Bulstrode.
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