Historia de los trajes EPI (Equipos de Protección Individual)

 

Una curiosa mascarilla para protegerse de las tormentas de nieve y de "bolas de nieve traicioneras" llevan estas dos mujeres en Canadá sobre 1939. Fuente de la imagen


 Desde la Antigüedad encontramos ropa para protegerse en los trabajos considerados peligrosos. Esta «ropa de trabajo» de fines protectores compartirá origen con los primeros ropajes que los humanos usaron para protegerse del frío y otras inclemencias naturales, como tormentas de nieve o de arena. En labores donde los cuerpos estaban expuestos al fuego y al agua hirviendo, como los herreros, los artesanos y trabajadores de esos oficios se cubrirían con pieles curtidas gruesas como el cuero.

No obstante, será durante la revolución industrial y el uso de maquinaria que la ropa de trabajo se convierta en un «uniforme» de protección. Rudimentarios guantes y gafas cerradas serían de los primeros complementos en trajes-mono que cubrían toda la piel. Se usaban en trabajos de la siderurgia o en la minería más extrema. Curiosamente, la supuesta fragilidad física femenina haría avanzar la calidad de estos trajes de protección individual. 

En la Segunda Guerra Mundial, las mujeres debieron sustituir en los trabajos duros de la industria a la mano de obra masculina que estaba alistada. De esta forma, los trajes de protección se hicieron con materiales más ligeros para facilitar la movilidad de las trabajadoras. Esta necesidad mejoró las prestaciones de esa ropa, haciéndose menos pesada y mucho más funcional sin perder su finalidad de garantizar la seguridad. 

Un "primitivo" traje EPI llevado por un médico
durante la epidemia de peste bubónica que asoló Londres entre 1664 y 1666


 Uno de los sectores que se beneficiaría del desarrollo y normalización de los trajes protectores en el trabajo sería el de la misma Ciencia. Se estaban inventando materiales de «ropas EPI» más eficaces en laboratorios químicos que requerían de estos trajes. En el ámbito sanitario también los trajes EPI tuvieron un origen necesario como protección ante el posible contagio de enfermedades. Son célebres las ilustraciones y grabados de médicos cubiertos con máscaras y ropajes aparatosos para atender a los contagiados durante una pandemia. Algo que nos trae un triste y reciente recuerdo de los sanitarios ataviados con sus EPIs durante la pandemia de Covid-19.

Hoy día, los trabajadores cuentan con la garantía de seguridad de estos equipos. Su fabricación se ha abaratado y es posible acceder a ellos más fácilmente. El calzado de protección es ahora ligero y ha sustituido a los pesados zapatos de puntera metálica utilizados en el siglo pasado. También los guantes de protección han evolucionado utilizando materiales tan finos como resistentes. Las protecciones respiratorias en la actualidad se adaptan casi sin notarse a los cuerpos, a las caras, facilitando una respiración normal. 

Un mono EPI básico. Fuente imagen



Asimismo, las nuevas tecnologías han complementado la efectividad de estos equipos de protección individual (EPI) con sistemas que se anticipan, preservan la seguridad del trabajador al adelantarse a posibles incidencias. Por ejemplo, las pulseras que te avisan y así te protegen de un golpe de calor. Existen los monos EPI biodegradables, con materiales reciclables y de fácil distribución entre los trabajadores. Pero también sofisticados exoesqueletos, trajes «bio-tecnológicos» pensados para trabajar en lugares extremos (quizás en un futuro en la Luna o Marte) y en ambientes peligrosos de la industria que evitan lesiones graves a los operarios. 


@Gusorma

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