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Ilustración realizada con ayuda de una IA para recrear la curiosa contradicción o paradoja de un «Ejército Pacifista» |
La tentación era muy fuerte y no he podido evitar encabezar esta columna de opinión en Pax Augusta con esa vieja sentencia latina. No es de César, que parece otorgamos el monopolio de todas las frases ingeniosas de la Antigüedad al célebre romano. Es de un tal Flavio Vegecio Renato que vivió en el Bajo Imperio, entre las décadas finales del siglo IV y las primeras del V. Autor del tratado sobre logística militar donde aparece escrita; De re militari o Epitoma rei militaris, todo un libro de éxito pues se conocen copias manuscritas de La cosa militar que llegaron a ser abundantes hasta bien entrado el siglo XII.
Con esa frase parece no ser necesario argumentar más acerca de la necesidad de incrementar el gasto militar si deseas mantener la paz y tienes una postura pacifista ante el mundo. Resulta un «argumento sólido» que la mejor manera de evitar la guerra es estar preparado para ella. La idea subyacente es meridiana: un país o una organización fuerte y bien armada disuadirá a sus posibles agresores. Esos potenciales enemigos se pensarán dos veces antes de atacar a un rival tan poderoso y bien apertrechado.
Pero no es tan sencillo, eso no elimina el «cinismo militarista» que encierra la frase. Con esta lógica nos parecería fácil convencer a los partidarios de soluciones pacifistas de que toleren un gran incremento del gasto militar como fórmula para mantener la paz. Esto es así, seguro que usted, como yo, es una persona no belicista que desea seguir disfrutando de las garantías del Estado del bienestar y que estaría dispuesto a tolerar esta paradoja de rearmarse para evitar una guerra. Ahora bien, no podemos conformarnos con esa aparente lógica y debemos auditar con detalle a ese «obligado militarismo».
En la misma Historia encontramos la contestación o
crítica al sustrato ideológico que contiene la famosa frase. Además de haber
servido de justificación al militarismo, al aumento del gasto militar
y de impulso a la carrera armamentista, también es una «clásica
sentencia» que nos abre la mente a paradojas como la de la disuasión.
El ejemplo más claro lo tenemos en Corea del Norte y su constante rearme
balístico para evitar ser atacado. Que los norcoreanos no cejen en preparase
para la guerra no trae un «clima de paz»; todo lo contrario, genera gran inseguridad
regional y tensión internacional.
Ya mediados el siglo XIX, uno de los primeros
socialistas utópicos, el francés Barthélemy-Prosper Enfantin (1796-1864),
declaró no confiar en el adagio latino y que “si eres honesto con el deseo
de paz debes prepararte para la paz”. Algo así como si vis pacem,
para pacem. Preparar la paz para conseguir la Paz, contando con
otras ideas y otros medios (políticos, diplomáticos), no solamente poniendo
sobre la mesa la «pura» fuerza militar o disuasoria.
Los tiempos cambian, incluso algunos pensamos que evolucionan.
Para la época de Vegecio su consejo era un argumento sólido, había que
preparar en el imperio un buen ejército si se deseaba mantener la Pax Romana ante la acuciante amenaza de las invasiones bárbaras. Sin
embargo, el paso de los siglos y sobre todo en época contemporánea se ha
demostrado que el rearme sólo ha traído belicismo y guerras totales. Han
sido otras herramientas propias de «preparar la paz», como la
diplomacia, el diálogo y la cooperación internacional, las que han traído
los mayores periodos de paz (Carta de las Naciones Unidas).
Así, aunque la frase si quieres la paz, prepárate
para la guerra sigue manteniendo un contundente sentido pragmático y
realista en el debate de la seguridad internacional, el contexto
geopolítico actual tiene una deriva tan cambiante que necesita al menos una
nueva reflexión. Tolerar un incremento en el gasto militar es posible y
aceptado por las sociedades, pero debería estar enfocado a la inversión en
una industria de «pura» defensa. Atender a las nuevas tecnologías de
defensa para combatir a las también nuevas amenazas bélicas podría generar
desarrollo económico, empleo y productividad.
Respondiendo a la pregunta del titular: sí, claro, se puede
seguir en posiciones no belicistas-pacifistas y admitir aumentar el
gasto militar siempre que nos alejemos del principio trasnochado de esa frase (si
vis pacem, para bellum) que dirigía al militarismo y al poder de
disuasión. Una aceptación de lo necesario en el contexto actual, un aumento
del gasto en defensa enfocado a forzar soluciones de paz y sin perjudicar a los
presupuestos para políticas del Estado del bienestar. ¿O es que tratamos el
problema actual de seguridad internacional como la amenaza de unos «nuevos bárbaros»
a las puertas del Imperio?
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