Sequía extrema en Australia. Fuente Imagen |
Los científicos que exploran el espacio no desfallecen en la búsqueda de señales. Parámetros, fenómenos que puedan señalizar datos sobre la formación del universo o que confirmen la existencia de otras formas de vida (civilizaciones). Los científicos con la mirada puesta en la tierra no paran de advertir de señales preocupantes sobre los grandes cambios "físicos" en nuestro planeta. Es hora de hacer más caso a estas últimas señales.
Una señal de alarma sobre el cambio climático no puede ser más significativa. Me refiero al fenómeno de El Niño y sus variantes de peligrosidad en forma de catástrofes climáticas repartidas entre regiones distantes del planeta. Según los expertos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), se prevé una intensidad en sus efectos como no se había visto en El Niño desde 1950. La culpa es del cambio climático, que agrava las consecuencias de ese fenómeno. El calentamiento de la superficie del mar en las zonas oriental y central del Pacífico está registrando temperaturas medias de 2º más que en las habituales en los meses de agosto y septiembre.
¿Qué es el fenómeno El
Niño?
El nombre de El Niño
le viene de una observación que hicieron marineros de las costas de América
del Sur en el Pacífico, un océano que aunque no lo parezca es de predominio
de aguas frías. Los pescadores notaban que por Navidad (24 y 25 de diciembre), por las fechas del nacimiento
del Niño Jesús, el Pacífico se calentaba mucho en esas zonas tropicales,
con la llegada de una corriente cálida desde el Oeste, ahuyentando a la vida
marina que buscaba regiones más frías. Es un fenómeno con ciclos entre los 3
y 8 años, aunque ese ciclo se está acortando, debido a la influencia del
cambio climático que acelera y trastoca las causas que llevan a ese efecto
meteorológico de gran magnitud. El último con más graves consecuencias fue en
el invierno-verano (según hemisferios) de 1997-1998.
El fenómeno El
Niño se puede resumir en una anómala corriente marina de agua caliente
que se da de forma periódica en el Pacífico tropical, más en concreto
entre las costas del Perú y el Ecuador, generando excesos de vapor de
agua y nubes de precipitaciones copiosas. Su dinámica, de apariencia sencilla,
resulta compleja porque afecta a la climatología y a la ecología mundial. Las corrientes
cálidas superficiales, afectadas por los Alisios (vientos del Este), son
sustituidas por aguas más profundas y frías, provocando también periodos de
sequía en las zonas donde las masas frías no generan evaporación y, por tanto,
lluvias. Se trata de Australia, Indonesia, el Cuerno de África y la misma
América del Sur cuando retorna el fenómeno con efectos contrarios y al que han apodado con la intención de "enfrentar" con el
nombre de La Niña.
Graves inundaciones al paso de 'El Niño' por América Latina. Fuente imagen |
El cambio climático y El Niño
Científicos del clima
comenzaron a estudiar en profundidad este fenómeno a mediados del siglo XX,
cuando las repercusiones de esa corriente cálida que llegaba cada Navidad a las
costas del Perú se mostraron algunas veces “catastróficas”, con huracanes,
tornados e inundaciones a un lado y otro del Pacífico desde noviembre a junio,
más o menos. Señales "de peligro" como el Huracán Patricia en octubre de 2015, indicaron que otros factores, propios del cambio
climático, harían reaccionar a El Niño de maneras distintas a
las conocidas hasta ahora.
En esa línea van las advertencias
de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Hechos como el deshielo
extremo de la capa helada del mar Ártico “chocarán” con los efectos habituales
de El Niño, y los expertos advierten que además de vigilantes y
previsores habrá que analizar, de nuevo, todas esas 'Señales del Planeta Tierra' (El Niño, La Niña...) y estimar en qué y en cómo afectarán a la deriva del clima
mundial hacia cambios imprevisibles.
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