Navidad en la Rusia soviética, Lenin la celebraba y Stalin la prohibió de 1929 a 1935

 

Un navideño Lenin juega al corro de la patata alrededor de un Árbol de Navidad que luego prohibiría Stalin. Postal navideña procedente del Museo del Parque Sokólniki. Fuente imagen


 Durante la Primera Guerra Mundial, la Rusia de los zares se conducía a su final sin mostrar signos de decadencia cara al exterior. Como la tradición de colocar un árbol adornado en Navidad procedía de la enemiga Alemania, los gobiernos zaristas decidieron prohibir esta costumbre ya arraigada entre la aristocracia rusa. Curiosamente, a partir de 1917, con la victoria bolchevique que iniciaba la creación de la futura Unión Soviética los árboles navideños volverían a Moscú y a las principales ciudades rusas. Esta vez como símbolo de igualdad, pues el mismo Lenin fomentó que fuera una «tradición popular» y no limitada a las familias ricas, por el elevado coste de conseguir un gran árbol, como era antes en la época zarista. 

En la Rusia cristiana ortodoxa, colocar un gran abeto de Navidad también era la forma de dar la bienvenida al Año Nuevo. Para promover esas fiestas «igualitarias» de celebración navideña de un nuevo año, Lenin decidió visitar en 1919 la Escuela Forestal de Sokólniki, en los alrededores de Moscú. En esa escuela los niños eran los hijos de los trabajadores, leñadores e ingenieros, de ese sóviet local. Prepararon una fiesta infantil, siendo uno de los primeros árboles adornados de Navidad que se harían habituales de nuevo en Rusia; esta vez, para todas las familias. El jefe político de esa comunidad relataría que todos pudieron ver a un Lenin muy encariñado con los niños, feliz participando en los juegos alrededor del gran abeto navideño cortado por los trabajadores madereros. 

 Sin embargo, muerto Lenin en 1924, desde pronto esa fiesta navideña fue puesta a discusión política y moral por los más puristas ideólogos soviéticos de la Revolución. El ateísmo oficial, incluso impuesto a nivel estatal, se ponía en entredicho permitiendo estas celebraciones con raíces religiosas. Un discurso de Stalin en 1927 sacó el tema del ateísmo comunista como pauta esencial para enajenar del cuerpo social cualquier influencia externa, en este caso tan influyente como la religión cristiana. Así, dos años después, en 1929, el mismo Stalin decretaba la prohibición implícita de seguir celebrando la fiesta del Árbol de Navidad y Año Nuevo, al convertirlos en días laborables en lugar de festivos. Se establecieron normas muy severas contra las talas de abetos por particulares, siendo vigiladas por agentes forestales al acercarse las fechas navideñas.


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Una tradición milenaria no podía borrarse con un decretazo, por muy de Stalin que fuera. Serían muchas las familias rusas (y de otras repúblicas soviéticas, como Ucrania) que siguieron celebrando en la clandestinidad las fiestas de Navidad. Aunque fuese sin árbol y utilizando el ingenio de decorar cualquier cosa parecida con adornos navideños. Se convertiría en una discreta e íntima celebración, superando el miedo a las sanciones, incluida la prisión, que por ley podía acarrear el ser descubierto celebrando esa fiesta religiosa. Llegó a existir una brigada policial que iba puerta por puerta comprobando si se había instalado un árbol navideño en la casa. 

 Finalmente, una prohibición que parecía para siempre, visto el debate que generaba en los puristas ideológicos, tuvo un giro inesperado de guion. Un «milagro navideño», haciendo el símil correspondiente a estas fechas señaladas. En 1935 se estaban significando dentro del sóviet supremo algunas personas abiertas a recuperar ciertos valores «espirituales» en el pueblo. Uno de ellos podía ser la fiesta del Año Nuevo en su vertiente más popular y tradicional de bienvenida a un nuevo porvenir. Recuperando al árbol de Navidad, símbolo en principio religioso, para manifestar esa celebración «genuina» popular del «nuevo y próspero» año. Ese cambio de postura de Stalin sorprendió a propios y extraños, pero algunas teorías apuntan al funcionario estatal Pável Postishev como artífice de tal logro. 

Postishev era lo más parecido a la figura de «un amigo» para Stalin. Estaba en uno de los círculos de propagandistas que más agradaba a Stalin y era uno de los asiduos a la dacha del dictador soviético. Parece ser que convencería a su líder con el planteamiento populista de la gran ventaja que era tener a la infancia feliz, sobre todo a la llegada de un nuevo año de la Era Soviética. De esta manera, la antigua fiesta religiosa de dar protagonismo a un gran árbol de Navidad se convirtió en la Fiesta Infantil del Año Nuevo; realizada en torno a un enorme abeto adornado, porque se toleraba, con simbología navideña. La fiesta de «Año Nuevo infantil» llegó a institucionalizarse, colocando cada Navidad un árbol gigante decorado en la plaza Roja, la plaza del Kremlin, al que acudían a ver familias de todos los rincones de la URSS. 



© Gustavo Adolfo Ordoño 

Historiador y periodista

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