El momento de «furia española» del embajador Lojendio, interrumpiendo a Fidel Castro en un programa de la televisión cubana de 1960 donde acusaba a España de conspirar contra la Revolución |
Los lectores más habituales que conozcan mejor esta página sabrán a qué responde este título tan largo y las «intenciones» reales que tiene el artículo. Una vieja anécdota diplomática nos servirá para analizar el delicado momento por el que pasan las relaciones bilaterales entre España y Venezuela. Exponiendo, además, una breve crónica de la historia de las relaciones internacionales españolas en América Latina. Es decir, seguir la principal línea editorial de Pax Augusta: aprovechar la actualidad noticiosa para poner en valor la perspectiva histórica de una cuestión actual, tanto sociopolítica como cultural.
Por lo visto, la frase del dictador Franco que titula este texto se la soltó a modo de reprimenda al diplomático Juan Pablo de Lojendio a su regreso a Madrid tras ser expulsado como embajador en La Habana. Es una de esas «sentencias» del generalísimo que daba a otros personajes del régimen metidos en una polémica. Como la también comentada en esta web de “Haga como yo, no se meta en política”. Son frases que se atribuyen a Franco, pero que no se pueden constatar al cien por cien como suyas porque no existen registros directos de ellas.
Estas «frases ingeniosas» formarían parte del marketing político del régimen que publicitaba la «sabiduría» del Jefe del Estado español; o incluso eran una muestra de la supuesta «inteligencia política» que se atribuye a Franco. Cada vez hay más consenso entre los historiadores para evitar los clichés que reducen al dictador a un personaje burdo, predominando sus innegables rasgos de crueldad y tiranía. Detrás de algunas actuaciones del régimen franquista y del propio Franco existió algo que más que la «suerte del tonto». El régimen se nutrió de buenos y eficientes administradores, políticos inteligentes que supieron resolver problemas graves. Es un argumento que explicaría su consolidación y longevidad como régimen político.
Sea o no verídica esa frase reprimenda de Franco a su ex embajador en Cuba, resumía muy bien la línea política exterior con Hispanoamérica que el régimen franquista intentó llevar durante su existencia. En verdad, no difirió mucho de la esencial que ha mantenido España con América Latina desde las emancipaciones de esos países enmarcados en la realidad histórica que llamamos América española. Con la excepción casi paranoica del reinado de Fernando VII, empeñado en no reconocer ninguna de las independencias americanas, los diferentes gobiernos españoles a lo largo de estos doscientos años han procurado las relaciones más estables y fraternales posibles con América y sus variados gobiernos.
Volviendo al episodio histórico que generó esa frase de Franco, el incidente tuvo unas causas muy parecidas al vivido en la actualidad con Venezuela. País donde se han detenido a dos españoles por presunta participación como comandos para atentar contra los máximos dirigentes chavistas del país, empezando por Maduro. A todas luces es un montaje del régimen de Caracas que se ve presionado por todos lados en el ámbito internacional, donde no se ha reconocido la victoria del presidente Maduro al constatar el fraude electoral del pasado 28 de julio. En enero de 1960, el embajador español en Cuba veía la televisión en su residencia cuando el entrevistado Fidel Castro comenzó a acusar al embajador y a unos sacerdotes españoles de estar organizando un complot contrarrevolucionario. Con armas compradas por la dictadura española y escondidas en una iglesia de la capital cubana.
El diplomático español Juan P. de Lojendio, Marqués de Vellisca, vestido de gala |
Ocurre en la actualidad y con gobiernos de todo signo a lo largo de la Historia, incluido los breves periodos en los que el Reino de España fue una república, España cuida al máximo sus relaciones con América Latina. Incurriendo en contradicciones políticas muchas veces, pero evitando romper o que se rompan las relaciones con cualquiera de las repúblicas iberoamericanas. Y aunque parezca anacrónico o muy manido, es verdad que en ese propósito se mezclan los prácticos y materialistas intereses comerciales con los aspectos sentimentales y emocionales. Al fin y al cabo, mal que nos pese a unos y otros, no dejan de ser unas «relaciones familiares».
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