La inmolación en diferido de Israel y Palestina

 

El sacrificio de Isaac por Pedro Orrente hacia 1616



(...) Dios puso a prueba a Abraham: (v. 1)
«Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moriá, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré». (v. 2)

 Todos somos semitas. Descendientes de Sem, uno de los hijos de Noé que salvó a la humanidad de perecer en el diluvio universal. Y gracias a ello existe la «Tabla de Naciones»; es decir, los descendientes de Noé y su dispersión por las variadas tierras del mundo. Esa lírica manera de representar la «expansión de la humanidad» en la Biblia también acabó sirviendo para significar las «diferencias en el género humano». Los diferentes hijos y nietos del constructor del arca divina iban a imponer sus diversos caracteres a los «pueblos» que fundaron. Términos etnológicos y mucha toponimia de Oriente Próximo provienen de estos hijos y nietos: Sem (semíticos), Cam (camitas), Jafet (jafetitas); Asur (asirios), Aram (arameos), Canaán (cananeos), Eber (hebreos)... 

No es necesario ser muy sagaz para reconocer en esta metáfora bíblica la última intención que tiene. En todo caso, ahora que están tan de moda los coach de las emociones, nos dirían que para comprenderla bien se requiere un mínimo de humanidad. Nos está hablando simbólicamente de la «unidad» -en origen- del género humano. Unos seres humanos puestos a prueba en su «nivel de humanidad» primero por Dios y luego por los mismos «hombres»; los filósofos de la edad moderna que se metieron en el complejo laberinto de la condición humana. 

Estas pruebas del Antiguo Testamento podían ser muy crueles, como el llamado sacrifico de Isaac. Al padre Abraham se le puso a prueba, debía sacrificar a su único hijo por mandato divino. Cuando iba a inmolar a su vástago Isaac, un ángel le paró el brazo degollador diciendo que había pasado la prueba de sumisión a Dios. Había demostrado acatar la voluntad divina al asumir ese supremo sacrificio de matar a su propio hijo. Es uno de los fundamentos claves del judaísmo, la sumisión del pueblo judío (representado en Abraham) a la voluntad de Dios... pero existe una versión casi idéntica en el Corán donde se afirma ser Ismael, otro hijo de Abraham y según su versión el primogénito, el que iba a ser sacrificado. 

 Así, desde tiempos bíblicos y coránicos encontraremos «diferencias» que llevan a la rivalidad continuada entre judíos y musulmanes. Discrepancias que son tan absurdas como la obcecación ciega por poseer unas tierras en exclusividad por «donación divina». En el fondo, la esencia de ambas religiones es idéntica, semítica tanto en tradición etnológica como espiritual. Se basan en la sumisión a Dios y en ser capaces para asumirla de tolerar el sacrificio de la «propia sangre», de un hijo. En la versión cristiana la simbología de esta historia apunta a ser una predicción de la muerte de otro hijo, en este caso del hijo de Dios, de Jesucristo. 

Estos días, hoy 7 de octubre de 2024 sobre todo, en Oriente Próximo están todos los personajes en la escenografía de un sacrificio sí realizado. Resulta que no hubo en esas tierras un ángel celestial que parase la inmolación y la estamos sufriendo en diferido. Hamás inició hace un año un sacrificio en pos de una supuesta causa justa, la Palestina libre, que asesinó a 1.200 hijos de Abraham llamados Isaac. Como respuesta Israel se sintió llamado al sacrificio, matando a más de 40.000 Ismael, también hijos de Abraham. En ningún caso llegó Dios, y mucho menos la comunidad internacional, para detener esta barbarie. 

Por otro lado, existe una interpretación literaria sobre el sacrificio de los hijos de Abraham. No es «literatura sagrada», pero es Literatura que es lo único digno que le queda ya al ser humano. En la saga de novelas de Dan Simmons titulada Hiparión, se argumenta que fue Abraham quien en verdad puso a prueba a Jehová. Si un ser superior permite que un padre asesine a su hijo, no merece ser el dios de nadie. Al mostrar empatía y bondad, rasgos de humanidad también, Abraham consideró que sí merecía la pena seguir las leyes de ese dios...



Madrid, 7 de octubre de 2024

© Gustavo Adolfo Ordoño 



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