Las anchas espaldas de Platón y la lista de los Reyes Magos

 

Sísifo de Tiziano, pintado entre 1548 y 1549 (Museo Nacional del Prado)


 A decir verdad nunca me han interesado las listas de éxito. Esos ranking que abundan siempre al final del año indicando el libro más vendido o la canción más escuchada. No ha sido por un hartazgo del exceso de listados clasificatorios, al que he contribuido por ser uno de los redactores de muchos de ellos en artículos para medios digitales. Más bien porque nunca he creído en ellos, ni en los que se esfuerzan por parecer rigurosos y profesionales indicando sus métodos estadísticos y mucho menos en los que buscan la captación del mayor número de consumidores

Además, he observado en primera línea cómo estas listas pasaron a ser usadas en todo tipo de clasificaciones. Las principales noticias o las más trascendentes del año son listadas en diciembre, así como los previsibles acontecimientos a los que atender en el nuevo año. Aunque en este caso el criterio de clasificación pudiera estar claro, pienso que no es así en realidad. La obsesión por listar todo puede llevar a confundir nuestro criterio de selección y el orden que establecemos en el ranking.

 Pienso en el inútil esfuerzo de esos clasificadores de las mejores cámaras digitales mientras los fabricantes de móviles iban añadiendo a sus modelos unas lentes con tanta resolución o más que esas cámaras. O los mismos teléfonos móviles y su constante ranking de cuál lleva mejores prestaciones a mejor precio. Eran clasificaciones flor de un día, a la semana resultaban incorrectas con la llegada de nuevos productos o el «boca a boca» de los consumidores que desmentían las supuestas ventajas destacadas. Era tarea inútil como el castigo de Zeus por chivato a Sísifo, que debía subir rodando una gran roca con su espalda, cuello y cabeza hasta la cima de una colina y ver como la piedra volvía a caer en cuanto llegaba lo más arriba posible. 

Por lo visto la manía de clasificarlo todo se ha dado desde el «origen de los tiempos». Es algo tan antiguo como la conciencia del ser humano. Se habló de las siete maravillas del mundo y de los siete pecados capitales. Los diez mandamientos o las tres realidades que componen el Uno-Dios (la Trinidad). Y cuando se clasifica es porque existe la posibilidad de escoger, de seleccionar. Porque no serán tan ingenuos de pensar que solamente existieron siete maravillas mundiales, que los pecados graves que podemos cometer no llegan ni a la decena o que con diez «normas» podemos gestionar la complejidad de la humanidad. El tiempo hizo que hasta estas «supremas clasificaciones» quedasen inútiles.

 Resulta irónico recordar que Platón suele estar listado como el «principal» filósofo de la historia y que en realidad se llamaba Aristocles. Lo de Platón («ancho» en griego antiguo) fue un apodo que le pusieron en el gimnasio porque era un tipo de anchas espaldas, cuello corto y cabeza abultada. Estaría primero clasificado en listados como uno de los más corpulentos gimnastas que había en Atenas. De hecho con ese apodo de su físico, no de su mente, que lo describía pasaría a la historia de la filosofía. Si sus diálogos no hubieran llegado como muestra de los primeros pensamientos filosóficos profundos tendríamos a Platón en los listados de grandes gimnastas de la historia. 

Quizás el azar de la arqueología y la paleografía solamente nos hubiese otorgado una lista de la Antigüedad de atletas grecolatinos excelentes, encabezada por Platón. Creo que existen bastantes elementos circunstanciales, hasta azarosos, cuando nos ponemos a ponderar una clasificación tipo podio: empezando por el último clasificado y acabando con el ganador, el número uno. Por eso siempre he preferido las «listas inocentes», sin dobleces. Aquellas que relacionan ilusiones o deseos sin preocuparse mucho por cuál es más importante. 

 Ocurría con las listas de los Reyes Magos que hacíamos en nuestra infancia. Sigue ocurriendo, eso espero, entre los niños de este siglo XXI aunque estén rodeados como sus padres por los listados-ranking. Ahora como adulto, insisto, prefiero también ese tipo de listas despreocupadas por encabezar algo en concreto. Pues qué pedimos primero: ¿la paz mundial o la curación del cáncer? ¿Revertir el cambio climático o la llegada a Marte? Si se ven capaces de clasificar les dejo maquetada una lista-podio del 1 al 7:






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