Cuadro de Hubert Robert titulado "El gran incendio de Roma" (pintado hacia 1785) |
Los grandes incendios generados los últimos días en Los Ángeles (EEUU) nos han recordado lo nefasto que ha sido el fuego descontrolado a lo largo de la Historia. Una amenaza siempre acechante para la humanidad desde tiempos remotos. Quizás una de las catástrofes donde naturaleza y ser humano compartan responsabilidad con más claridad. El cambio climático es un hecho, una realidad natural alterada por la acción del hombre. En Pax Augusta os contamos una breve historia sobre algunos registros históricos de grandes y pavorosos incendios
En un verano de hace casi 2.000 años se quemó hasta los cimientos la llamada Ciudad Eterna. El gran incendio de Roma el año 64 quedó registrado en documentación sobre el reinado del extrovertido Nerón. Es por eso, al ser este emperador una figura controvertida y abundante en leyendas, que resultará difícil documentar la verdadera magnitud de esa catástrofe. Parece cierto que se quemó gran parte del centro de la ciudad y que detrás pudo estar una "mano negra" que implicaba directamente al mismo Nerón. Las crónicas de la época contaron como el emperador culpó a los cristianos y como aprovechó el inmenso terreno que quedó baldío para edificar su mega palacio: el Domus Aurea.
De este mítico incendio la fuente más fiable, y eso es decir mucho, es la del historiador coetáneo Tácito. En verdad en el momento del incendio tenía sólo unos nueve años y fue más una fuente secundaria que recogería después como adulto variados testimonios. Como ese que afirma situar al emperador Nerón en Antium (Anzio) durante el incendio; desmintiendo así el dato de verlo cantar desde un balcón de palacio acompañado de su lira y feliz por ver arder a la ciudad que odiaba. El imaginario popular acabaría convirtiendo a Nerón en un tirano que odiaba a aristócratas y populacho por no acceder a construir una nueva ciudad a su antojo. Según esta teoría, el emperador contrataría a mercenarios para provocar el incendio y así reconstruir la capital a su capricho.
Sin embargo, otras fuentes históricas mencionan al regente como benefactor del pueblo. Acudió, según estas crónicas, rápido desde Anzio a Roma para socorrer a las víctimas abriendo jardines y estancias de sus palacios que servirían de refugio a los que se habían quedado sin techo. Sea como fuese, queda constancia de un gran incendio en esas fechas que destruyó cuatro de los catorce distritos de la ciudad. Las verdaderas causas del incendio son complicadas de saber, así como sus consecuencias más graves. Es curioso no encontrar una relación concreta de los daños y víctimas en toda la documentación que lo menciona.
Quizá su importancia radique más en la huella que dejó en historiografía muy posterior y en la cultura popular. Por ejemplo, para la cultura cristiana sería motivo de la primera persecución en la historia de los cristianos, convertidos en mártires cuando Nerón ordenó fuesen echados a los leones del circo al señalarlos como responsables del incendio. Innumerables obras literarias, de teatro y también de cine, han versionado la imagen de un estrafalario emperador tocando su lira y cantando mientras Roma ardía. Es decir, se quedan con un dato incierto pero que nos habla del impacto que causó esa catástrofe. Tal vez en ese poso dramático en el imaginario cultural que dejaron esté la mejor muestra de lo grave y nefasto que en verdad fueron esos grandes incendios. Sería el caso del "Gran Incendio de Londres" de 1666.
Cuadro de autor anónimo que representa cómo pudo verse desde un barco en el Támesis el gran incendio sufrido en Londres en 1666 |
Como en otros registros de incendios del pasado, el número de víctimas nunca se supo o ni se intentó establecer. No solían existir censos de la población más humilde y las ciudades populosas tenían mucho movimiento de gentes de paso o vagabundos. Será en el nuevo país americano más desarrollado en industrias y con grandes urbes donde se comience a elaborar registro fiable de las víctimas y de las pérdidas económicas. En el Estados Unidos del siglo XIX crecieron grandes urbes como Boston o Chicago. Entre 1851 y 1872 los grandes incendios fueron habituales en estas ciudades con actividad mercantil e industrial frenética.
En el Gran Incendio de Chicago ocurrido el 8 de octubre de 1871 y que duró tres días, se registraron oficialmente 300 muertes. Las dudas sobre la cifra real de víctimas siguieron presentes en las posteriores investigaciones, considerando que ardieron 9 Km² la cifra oficial parece muy baja. Sin embargo, nuevos intereses creados como los de las aseguradoras y grandes constructoras obligaron a estipular unos "datos oficiales" con los que calcular indemnizaciones y presupuestos de reconstrucción. Nuevos negocios y especulaciones financieras nacieron alrededor de las reconstrucciones de las grandes urbes víctimas del fuego.
Imagen de los pavorosos incendios forestales en Grecia durante las olas de calor del verano del 2007 |
No obstante, iniciado el siglo XX los avances en la construcción de ciudades, con la sustitución de la madera por el hormigón y el acero, consiguieron reducir considerablemente el número de grandes incendios. También los sistemas contra incendios se perfeccionaron a todos los niveles, en las industrias y en los hogares. Esa vieja y terrible amenaza de la catástrofe de un gran incendio se trasladó del entorno urbano al mundo rural. El incendio forestal de enormes proporciones comenzaría a ser una lacra persistente en la historia reciente de la humanidad. Muchos de ellos provocados intencionadamente, para ganar terrenos de cultivo o para especular con proyectos urbanísticos.
Incluso, incendios forestales motivados por los intereses más peregrinos dentro de un entorno socioeconómico local se convierten en nefastas zonas catastróficas a nivel nacional. La egoísta quema de rastrojos, evitando el costoso esfuerzo del desbrozado controlado, provoca en pueblos y ciudades rurales incendios forestales que podían haberse evitado. Estas acciones humanas, aunque parezcan a menor escala, forman parte de la gran interacción del ser humano sobre el planeta; como resulta, por ejemplo, el alto uso todavía de energías contaminantes.
El cambio climático es una realidad traducida en veranos con más altas temperaturas e inviernos más cálidos y secos. Esta "enorme sequedad" favorece la propagación de los incendios forestales. En estas primeras décadas del siglo XXI se han registrado grandes incendios que han puesto en jaque a todo un país. Recordamos algunos de ellos como ejemplo:
- Grandes incendios forestales en Grecia durante 2007. Las altas temperaturas de ese verano heleno se combinaron con una gran inestabilidad económica, afectando a la industria agrícola y ganadera. Se produjeron más de 3.000 incendios, la mayoría provocados. Murieron 64 personas.
- Gran incendio de Victoria, en Australia en 2009. Conocido como el "Sábado Negro" fue un inmenso incendio forestal provocado por fallos en instalaciones eléctricas. Se propagó con virulencia por ser un verano austral de temperaturas récord. Causó unas 175 muertes.
- Gran incendio del centro de Portugal de 2017. Entre el 17 y el 24 de junio, una semana, se produjeron en la región central de Portugal cientos de incendios forestales. Una ola de calor intensa había precedido a los primeros focos, que se piensa originados por una tormenta eléctrica y la sequedad del ambiente. Fallecieron al menos 64 personas.
- Gran incendio de California de 2018. Durante casi todo el verano, julio y agosto, se originaron cerca de 8.000 incendios en el Estado de California (EEUU). Los daños materiales fueron devastadores y los datos superaron a todos los registros históricos de incendios sufridos en California.
- Grandes incendios de la Amazonía (Brasil) del 2019. Esta pavorosa serie de incendios por toda la Amazonía representa mejor que nada los nuevos registros de estas catástrofes influidas por el cambio climático. Más de cien mil incendios en la región del Amazonas en 2019 por la desastrosa combinación de la deforestación en plena temporada de sequía.
0 Comentarios