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El 'Diario de Anna Frank' como novela gráfica, que se llevará pronto al cine |
Se cumple en estos días el
aniversario de la muerte de esta niña, Ana
Frank, que se ha convertido en un símbolo del infortunio de todas las
personas que acabaron víctimas del Holocausto. Cada año, su muerte sirve para
intereses frívolos y alejados de su verdadero significado. Hacer de Ana Frank metáfora de injusticias o
penalidades actuales, solo habla de ese evidente colapso de los valores
civilizadores que sufrimos en esta época de globalización. Ana Frank murió entre febrero y marzo de 1945 (no es segura la
fecha) en el campo de concentración nazi de Bergen-Belsen; y que lograse salvar su diario convertido en uno de
los mejores testimonios de la persecución y acoso a los judíos por el III
Reich, es lo único cierto de Ana Frank.
La historia es la que es. Sin
embargo, el padre de Ana, Otto Frank,
intentó con todas sus energías salvar a la familia de la persecución nazi y de
una segura muerte en esos campos de concentración que cuando los alemanes invadieron
los Países Bajos (1940) ya se llenaban de judíos de toda Europa. Los esfuerzos
por huir de los nazis comenzaron antes de iniciarse la guerra en suelo europeo.
Nada más ganar Hitler las elecciones
de 1933, Otto Frank y su familia emprenden una huida preventiva a Ámsterdam,
pues el antisemitismo del partido nazi era evidente. Son una pareja de alemanes
judíos con dos hijas. Edith es la
madre, Margot la hermana mayor de Ana Frank.
En la huida de los Frank también
había un componente de ‘emigración económica’.
Alemania estaba en la ruina desde el final de la
Primera Guerra Mundial y, encima, la propaganda populista nazi echaba la culpa de esa
bancarrota a los “adinerados” judíos. En Holanda, tras varios intentos de
establecer un negocio de importaciones con Inglaterra,
Otto Frank consigue poner en marcha una empresa de especias y
hierbas para embutidos. Las cosas parecen estabilizarse y los Frank se “relajan”
algo en su
verdadero objetivo: emigrar a
los EEUU. Por eso, la invasión germana de los Países Bajos precipita de
nuevo las gestiones para abandonar Europa.
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Para colmo, Otto Frank y su hermano, Robert, habían combatido para Alemania en la I Guerra Mundial. Fuente imagen |
Entre las opciones que le quedan
a Otto Frank para conseguir el éxodo
particular de su familia judía está el obtener un salvoconducto español que le permita, desde España o Portugal, viajar a Cuba
y de allí a Estados Unidos. Ya no puede obtener visados ni en el consulado de
EEUU en Alemania, porque ambos países se han retirado las delegaciones diplomáticas,
ni en el consulado estadounidense de Ámsterdam porque ha sido destruido por un
bombardeo alemán durante la invasión.
La
“conexión hispana” le pareció a Otto la mejor alternativa. De todos
los diplomáticos que pudo tantear, pocos porque no era un hombre de grandes
relaciones sociales, unos legados cubanos, relacionados con diplomáticos de
España, pudieron ser la “llave” para viajar a América, vía la península Ibérica;
una ruta habitual entre todos los
exiliados
(no solo judíos) del régimen nazi.
La invasión nazi de los Países Bajos fue tan rápida que en pocas
semanas controlaban todas las instituciones, carreteras y puertos de la zona. Otto Frank intentaba a la desesperada
«comprar voluntades» que agilizasen los trámites de visado. Pero ocurrió todo
lo contrario, a su domicilio llegaría un documento
de deportación de la hermana de Ana Frank emitido por la GESTAPO. Ese
imprevisto hizo reaccionar con urgencia a la familia, que se escondió en un
casa-almacén detrás de las oficinas del negocio familiar de los Frank. Otto
tuvo que dejar sus gestiones burocráticas para emigrar, por otro lado complejas
y paralizadas por la política de emigración en guerra que ya aplicaba EEUU.
Desde julio de 1942 Ana Frank y el resto de ocultados vivieron una dura
experiencia de confinamiento, el escondite duraría dos años y medio. Ana
combatió la incertidumbre de esos días redactando su famosos diario. Aún no se
sabe con certeza quién fue el delator o delatora de los Frank y de la otra familia, los van Pels, más el invitado algunos meses después amigo de Otto, Fritz Pfeffer. Edith, la madre, murió
en Auschwitz. Sus hijas, Margot y Ana, por agotamiento y desnutrición en Bergen-Belsen. Se cree que Ana Frank pudo
también contraer tifus. Otto, el padre, tuvo “suerte”, estaba en Auschwitz-Birkenau en el barracón de
los enfermos cuando el campo fue liberado por los soviéticos el 27 de enero de 1945. Moriría en Suiza con
91 años en 1980.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
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