El Arco de la Victoria en Moncloa-Ciudad Universitaria (Madrid). Fuente y autoría imagen |
Las
personas que sean de Madrid o vivan en la capital española, conocerán de sobra
este arco que se levanta tan “neo” neoclásico sobre la cuesta que hace la
entrada noroeste a la ciudad (Carretera de La Coruña). Las universitarias y
universitarios más que nadie, pues es como un indicador del comienzo de la
Ciudad Universitaria, dejando atrás el barrio de Argüelles y comenzando la
extensa zona de Moncloa. Quizá lo conozcan mejor por el nombre popular, más
usado, del ‘Arco del Triunfo’. Lo que quizás no sepan es el motivo por el que
se erigió entre 1950 y 1956. Fue para celebrar la victoria del ejército de los
golpistas sobre la República.
De corte más clasicista aún que las puertas de Alcalá o la de Toledo, consta de un único ojo muy alto en forma de arco de medio punto, pues su intención era más evidente como arco de triunfo que otros arcos situados en las entradas principales de Madrid. Tiene dos frisos monumentales con bajos relieves en cada cara del dintel (frontispicios) del arco y en su cima un conjunto escultórico de una cuadriga conducida por la diosa Minerva, deidad de la sabiduría y el arte de la guerra. Las inscripciones en latín, tanto de fechas en números romanos, como las frases grabadas bajo la diosa nos relatan su controvertido contexto histórico.
Además,
el emplazamiento elegido para su construcción tiene una carga ideológica
profunda, como queriendo “rematar” al enemigo y no hacer prisioneros. Se trata
de la línea de defensa del ejército republicano más próxima a la ciudad dentro de
la gran 'Batalla de la Ciudad Universitaria'. Zona de cruentas escaramuzas
(nuestro Stalingrado) y clave en la defensa de Madrid, cuando se consiguió
parar a los golpistas en el Hospital Clínico en noviembre de 1936. Se puede
decir que Franco se la tenía “jurada” a ese lugar, por el irreductible coraje
defensivo mostrado allí por los republicanos. Proyectado poco después de ganada
la guerra, en 1942, no se emprendió su construcción por falta de presupuesto
hasta 1950. El capricho del dictador comenzaba con mal pie, tanto que en 1956
al inaugurarse se hizo con más desgana que gloria.
La cuadriga conducida por Minerva. Fuente imagen |
Lo
de instalar un arco del triunfo sobre un campo de batalla era costumbre romana.
Aunque si no se fundaba una ciudad, esos arcos eran efímeros, para el desfile
de las tropas victoriosas. En el caso del Arco de la Victoria de Madrid se
cumple esa tradición, aunque nunca fue usado expresamente para el desfile
militar. Al acabar su construcción en 1956, España estaba recién ingresada en la
ONU. Algo que había costado mucho por el veto de las democracias europeas y
Franco comenzó su campaña de “endulzamiento del régimen”. Al Arco de la
Victoria se le dio un sesgo civil, indicando que sobre todo era para conmemorar
la reconstrucción de la Ciudad Universitaria, destrozada en las batallas. Una
de las inscripciones reza que el monumento se levanta a gloria del templo de
los estudios matritenses (Ciudad Universitaria), iniciado por el Rey
(Alfonso XIII en 1927) y restaurado y concluido por el Hispanorum Duce
(Caudillo de los españoles, Franco, en 1956). Pretexto “amable” del Arco de la
Victoria que no creo engañara a nadie, ni a la prensa internacional que hubiese
cubierto la noticia.
En
estos días que la exhumación de Franco del Valle de los Caídos ha creado
tanta expectación y reabierto el debate sobre el uso político y electoralista
de nuestra reciente Memoria Histórica, no estaría de más poner el
foco –también- en los pequeños detalles. La exhumación del dictador ha dejado
la sensación de haber comenzado la casa por el tejado. El Arco de la Victoria y
otras tantas huellas que glorifican a un régimen dictatorial siguen obviándose.
En Madrid las propuestas han ido desde la de su simple derribo hasta la
reconsideración como monumento de la concordia. Las más técnicas, pragmáticas y
acertadas, en mi opinión, son las que proponen hacer del Arco del Triunfo de
Moncloa un centro interpretativo de la ‘Defensa de Madrid’, poniendo énfasis en
los valores democráticos que, precisamente, defendieron esos madrileños fieles a la República entre 1936 y 1939; los años que, por otra lado, duró el asedio franquista.
Fechas
que aparecen en números romanos inscritos en medallones adosados al arco, con las
letras griegas de Alfa (comienzo) y Omega (final), y que deberían
quitarse. Pues la defensa de la libertad y de la democracia no debería tener
fecha de inicio y fecha de fin.
Gustavo
Adolfo Ordoño ©
Periodista
e historiador
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