Exilios reales, una historia muy europea con récord para los Borbones de España

Alfonso XIII en un descapotable, uno de sus favoritos recreos. Su auto exilio marcó el inicio de la Segunda República en España -


 La actualidad vuelve a sacar a la Historia de su primer cajón. Parece que el rey emérito de España, Juan Carlos I, regresará a España a pasar unos días de vacaciones después de estar dos años en el «exilio». Habrá lectores que me quieran puntualizar, que lo del rey emérito ni es exilio ni son vacaciones, pero les recordamos que en Pax Augusta aprovechamos la información actual para divulgar información histórica, sin entrar en debates mediáticos. Así que, si lo desean, a continuación podrán leer una breve historia de los exilios reales, muy habituales en la época contemporánea de Europa

 

 No podemos empezar esta breve historia del exilio real sin mencionar primero a Napoleón Bonaparte. Auto coronado emperador en 1808, su proyecto paneuropeo alrededor de la dinastía creada por él con sus hermanos tuvo dos finales en forma de exilios forzados. Del primero, al que fue confinado en la isla mediterránea de Elba, logró escapar convencido de poder recuperar el poder en Europa. Sin embargo, la decisiva batalla que perdió en Waterloo, en junio de 1815, contra la coalición de sus principales enemigos lo llevó a un destierro definitivo en la isla de Santa Elena. Esta vez en mitad del océano Atlántico, condenado al olvido. 

De los exilios de Napoleón se han escrito tesis doctorales y varios libros de ensayo histórico. La perspectiva psicológica resulta muy atractiva cuando se trata de analizar cómo una persona poderosa y con carisma, que lo tenía todo, acaba sus días en un retiro forzado. Se plantea que el poder derrotado y humillado sufre en su destierro un trastorno «psicosomático» que afecta tanto a la mente como al cuerpo de esa persona. En el caso de Napoleón, se ha llegado a teorizar que su exilio final agravó una extraña enfermedad que le estaba convirtiendo en mujer. Una enfermedad glandular que se conoce como síndrome de Zollinger-Ellison. Sea así o no, esos exilios marcan de por vida a los personajes que los sufren.


Localización geográfica de la isla de Santa Elena. El último y más aislado exilio forzado de Napoleón 


Fue también Napoleón Bonaparte el personaje que influyó en los primeros exilios reales contemporáneos de la historia de España. Una faceta, el exilio o expatriación, que quedará, como veremos, muy ligada a la idiosincrasia de la dinastía Borbón española. El rey Carlos IV se marchó a Bayona (Francia) en 1808 esperando que Napoleón le diese su influyente apoyo contra su principal enemigo. Enemigo que no era otro que su propio hijo, el que ya era rey Fernando VII por la abdicación forzada de su padre tras el motín de Aranjuez. Fernando ya estaba en Bayona para que Napoleón le confirmase como monarca. 

Engañados los dos, padre e hijo, por el francés, harán las sucesivas abdicaciones en Bayona durante la primera semana de mayo de 1808. En Francia se quedaría exiliada toda la Corona española; como sabemos, Carlos IV al acabar la Guerra de Independencia no volvería, seguiría en el exilio pero en Italia. El Bonaparte proclamó rey de España a su hermano José, culminando así su plan para controlar toda la península ibérica. Porque antes, sus estratagemas del Tratado de Fontainebleau, habían engañado al valido de Carlos IV, Godoy, para permitir el paso por España de los ejércitos franceses y conquistar conjuntamente Portugal. Los monarcas portugueses emprendieron también el exilio, huyendo para el Brasil el 29 de noviembre de 1807

Continuando en este prolífico siglo XIX en exilios reales. La hija de Fernando VII, Isabel II, tuvo que exiliarse en 1868 a París tras la revolución progresista llamada la “Gloriosa” contra ella y los partidos conservadores en los que se amparaba. Parecía un exilio definitivo y el final de la historia de los Borbones en España. El descrédito que se había ganado el inmaduro reinado de esa joven, que no había sido bien educada para tan altas tareas, era muy grande y generalizado por todo el país. 

Viñeta satírica de la revista "La Flaca" en 1868 sobre la renuncia y exilio de Isabel II de España

Sin embargo, ni un efímero proyecto de monarquía democrática en la figura de Amadeo de Saboya, ni la Primera República española, consiguieron transformar las estructuras de poder del país. En pocos años, en 1874, se restauraba la dinastía Borbón con el reinado de Alfonso XII, hijo de la exiliada Isabel. Eso sí, ella seguiría exiliada en Francia. El agudo criterio político de Cánovas, el artífice de la Restauración, determinó que era preferible mantener alejada a una figura de la monarquía tan impopular. Era primordial no hacer nada que pudiera perjudicar la correcta imagen que traía el nuevo monarca, el que sería rey de España como Alfonso XII

No habrá que esperar mucho en el tiempo histórico para presenciar un nuevo exilio borbónico. Esta vez del nieto de la muerta en el exilio, Isabel II (falleció en París en 1904). Hablamos de Alfonso XIII, hijo póstumo del enfermizo Alfonso XII. Con este rey, España entraba en el siglo XX. Como su abuela, tampoco tuvo una educación óptima para las tareas de Estado. Prefirió no apoyarse en una derecha democrática que iba configurándose en el país y consentir a las fuerzas reaccionarias, tanto que toleró el gobierno de una dictadura, la de Miguel Primo de Rivera (1923-1930)

Con estas premisas, se entiende que unas elecciones municipales donde las fuerzas republicanas en las ciudades consiguieron abrumadora mayoría provocasen su renuncia y exilio. Alfonso XIII antes de partir al exilio real quiso dar explicaciones de su marcha. No era una abdicación, aunque reconoció que había perdido el amor de su pueblo y prefería el exilio, según sus propias palabras, “para evitar el derramamiento de sangre entre sus conciudadanos”. Nuevas perspectivas de estudiosos de su figura ponen en duda tanta buena disposición. Su renuncia estuvo más impuesta por tener una acertada conciencia del escaso apoyo que su restauración tenía entre el Ejército español y en las fuerzas políticas de la época. 

De hecho, la pésima imagen que Alfonso XIII había dejado de la monarquía lastró las opciones que podía haber tenido don Juan, elegido sucesor a la Corona española tras la renuncia de sus hermanos mayores, Alfonso y Jaime. Ni un dictador como Franco quiso saber nada de los derechos dinásticos de la Casa de Borbón, hasta que no le quedó más remedio que proclamar un sucesor y optó por restaurar a los Borbones en la figura del hijo de don Juan, el príncipe de Asturias Juan Carlos. Traído a España desde el exilio real en Estoril (Portugal) con diez años, para educarse bajo la tutela del régimen franquista. 

El rey Constantino II de Grecia con su familia cuando todavía reinaba en Atenas

Resulta curioso, otros importantes exilios reales europeos han estado relacionados de alguna manera con los Borbones. Empezando por el país que más tiempo albergó el exilio de la Casa de Borbón, Portugal. Aunque desde 1910 el otro país ibérico era una república, los lazos históricos entre ambos países así como las buenas relaciones entre sus monárquicos permitió la estancia borbónica en suelo luso. El exilio de la monarquía portuguesa fue mucho más trágico y definitivo. Manuel II fue el último rey de Portugal y su reinado apenas duró dos años. Sucedió a su padre Carlos I que fue asesinado en un atentado ocurrido en la Praça do Comércio en febrero de 1908. Con tan sólo 18 años y sin haber sido educado para rey, porque su hermano mayor -y heredero oficial- también murió en el atentado, intentó mantener a una monarquía presionada por todas partes para desaparecer. No lo consiguió, un día antes de proclamarse la República Portuguesa el 6 de octubre de 1910, marchó al exilio en Londres

Otro exilio real destacado en la historia contemporánea europea es el que se produjo en Grecia en 1967, del rey Constantino II y su familia. Entre esa familia estaba su hermana Sofía, que se había casado en Atenas pocos años antes (1962) con el futuro rey de España, Juan Carlos I. Constantino II, perdería el trono por graves errores políticos en un contexto de gran inestabilidad sociopolítica. Aceptaría en un primer momento al gobierno golpista de una Junta militar, al que después intentó derrocar con un «contragolpe». El fracaso rotundo de estas acciones le obligaría a “huir” al extranjero. Uno de los países receptores del exilio real heleno sería España, al tener relación con la familia real española. 

 

Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista

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1 Comentarios

  1. Hay que denunciar la caterva de poderosos chupópteros que se enriquecieron bajo el paraguas borbónico.

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