La comandancia portuaria en la actualidad de Gdansk (Polonia), antigua ciudad alemana de Danzig |
Se están adelantando algunas soluciones para encontrar la paz en la actual guerra de Ucrania a las que comparan con otras habidas durante las guerras mundiales del pasado siglo. Pues aunque en Pax Augusta usamos mucho la perspectiva comparada en la historia, esta vez tenemos que comentar ese dicho certero sobre que las «comparaciones son odiosas». Os contamos algunas de estas «soluciones» de paz que a la larga trajeron más guerra…
Como en otros lugares del mundo y a causa
de los acuerdos diplomáticos que buscan soluciones de paz tras una guerra o
conflicto, en Alemania se creó un «territorio internacional» o «ciudad libre»
en la Danzig alemana y luego ciudad polaca de Gdansk. Para el conflicto de
Marruecos a principios del siglo XX se había creado la ciudad
internacional de Tánger, que parecía funcionar como solución que rebajó la
amenaza de conflicto bélico entra las potencias europeas con intereses en el
norte de África. Curiosamente, Alemania fue la nueva potencia colonial
que desde las últimas décadas del siglo XIX más tensó la «cuestión
marroquí» y convirtió este caso de ganar influencias comerciales en el sultanado
en otra causa que sumar a la grave tensión política y bélica que llevó a la Primera Guerra Mundial.
No obstante, desde el punto de vista del incipiente derecho internacional, la solución del «corredor polaco» en Danzig fue muy innovadora. Lo sería por ser una creación de la bienintencionada Sociedad de Naciones, durante una posguerra –de la Primera Guerra Mundial- tan compleja en esa zona de Europa. Se creó un régimen de libre asociación, que daba salida al carácter autónomo que siempre había tenido la ciudad; desde su época de puerto destacado de la Liga Hanseática a cuando fue capital de la Prusia Oriental. De esta manera, la ciudad y sus alrededores no pasaban a formar parte directa de la soberanía polaca.
Así, se establecieron medidas para la cooperación económica entre las partes implicadas. Como normativas de uso conjunto del puerto entre los alemanes de Danzig y las nuevas autoridades polacas, o el control compartido de las policías portuaria y urbana. La comunidad internacional quedaba representada y confirmaba el especial estatus de la ciudad con un alto comisionado. Representante imparcial que debía velar por el cumplimiento de esta «solución» y que dio respuesta a las exigencias de los polacos, apoyados por franceses y por EEUU, y a las quejas de los germanos en el Tratado de Versalles que ponía fin a la Gran Guerra.
Fotografía de una próspera Danzig a principios del siglo XX |
Es cierto que la región siempre tuvo «alma independiente» desde su colonización por pomeranos eslavos allá por el siglo X, más tarde como ducado polaco independiente en los siglos XI y XII. Luego con la fundación del puerto-ciudad de Danzig en el siglo XIV por caballeros teutones, comenzó a incrementarse la influencia germana en la zona. Y aunque conservaría cierto grado de autonomía, ya como ciudad-estado o bien pequeño ducado, será constante motivo de disputa centenaria entre germanos y polacos, pasando de unas manos a otras. Llegando a 1918 la ciudad era de población alemana al 90%. Además, la historia de sus últimos cien años estuvo marcada por el protagonismo de ser capital prusiana, con la importancia económica y social que eso conllevaba.
Por eso, una vez derrotada Alemania en la Primera Guerra Mundial, las exigencias polacas de tener una salida navegable –por el río Vístula- al mar resultaron aberrantes para los alemanes. Un caldo de cultivo para seguir con la tensión bélica que solamente parecieron advertir los británicos, únicos aliados vencedores de la contienda que se negaron a conceder a la nueva República de Polonia un corredor al Báltico. Esas presiones de Londres fueron las que crearon ese singular «Estado Libre Asociado de Danzig» como solución a las condiciones punitivas del Tratado de Versalles a Alemania que la obligaban a ceder territorios. Una entidad que llegó a vivir los 20 años de las también singulares décadas de entreguerras. Tuvo su bandera y hasta moneda propia, su parlamento en forma de Senado y una especie de fuerzas de seguridad locales para defensa de la ciudad portuaria.
Sin embargo, esa innovadora y práctica «solución internacional» para resolver tan complejo punto de tensión política y militar tendría los días contados desde su mismo nacimiento. Empezando por el partido que siempre ganaba las elecciones, un partido nacionalista alemán que pretendía la reunificación con el resto del Reich, y acabando con la llegada al senado de Danzig del partido nazi, que de facto hizo esa reunificación años antes del ataque alemán del 1 de septiembre de 1939 que desencadenó la Segunda Guerra Mundial. No fue casualidad que el primer disparo de un cañón en la guerra fuera en la bahía de Danzig. Para Hitler era algo más que un acto simbólico que reafirmaba estar cumpliendo lo prometido a todos los alemanes de recuperar esa ciudad prusiana; fue reparar de manera expeditiva la grave afrenta y humillación sufrida por Alemania en 1919.
De nuevo, en 1945, Alemania es derrotada y esta vez no habrá reparos diplomáticos de Londres o de otro de los aliados vencedores para que la antigua Prusia oriental, con el puerto de Danzig, sea repartida entre Polonia y la Unión Soviética (Rusia, en concreto). Serían repartidas como tierras anexionadas, nada de «experimentos» con la soberanía asociada. Esa región de Pomerania teniendo a Danzig-Gdansk como principal puerto, con pasado tan polaco como germano, pasó a ser parte del territorio soberano de Polonia. La Prusia más oriental, con su capital Königsberg, es integrada –sin discusión- a la Federación Rusa de la Unión Soviética, que fue rebautizada como Kaliningrado en homenaje a uno de los líderes bolcheviques.
Ese reordenamiento mundial volvía a crear otro corredor, el Corredor de Suwalki, pues Kaliningrado se convertía en un enclave externo ruso entre las fronteras de Lituania y Polonia. Cuando estos países estuvieron en la órbita soviética, esta singularidad no suponía problema alguno a nivel de comunicaciones con Rusia. Ahora, exceptuando la parte del corredor que pasa por Bielorrusia, las «incomodidades geopolíticas» de interconexión de Kaliningrado con Moscú se han incrementado al tener por medio dos países de la Unión Europea. La actual Guerra de Ucrania también está contribuyendo, obviamente, a complicar la estabilidad de la zona.
Desde luego, los corredores no han traído a Europa más que problemas. Por eso resulta chocante que algunos analistas y políticos estén contemplando como solución a la guerra de invasión rusa a Ucrania un posible corredor (Donbás) como «solución de paz» al conflicto
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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